Contrariedad no exenta de cabreo. El ministro del Interior no es nadie. Mejor dicho, no le conoce nadie. O casi nadie. La encuesta publicada este domingo por el diario "El País" pone de manifiesto que Jorge Fernández Díaz es el segundo ministro con menor nivel de conocimiento del Ejecutivo de Rajoy, justo detrás del transparente Pedro Monerés, titular de Defensa, inodoro, incloloro e insípido. Fernández Díaz es conocido tan sólo por un 43 por ciento de los sondeados, en tanto que Morenés apenas alcanza al 30.
Lo referido al titular de Defensa es normal, ya que los ministros de esta cartera apenas sí gozan de relevancia pública. Pero los ministros de Interior suelen situarse tradicionalmente en los puestos más destacados en cuanto al nivel de conocimiento público, por unas razones o por otras. Predecesores de Fernández Díaz fueron, entre otros, Martín Villa, Rosón, Barrionuevo, Corcuera, Rajoy, Mayor Oreja, Acebes...nombres de enorme prepondeerancia en la política española. Sin embargo, al actual titular de Interior apenas lo conocen cuatro de cada diez interrogados, una cifra raquítica que casi roza el ridículo.
Fernández Díaz, afanoso de aparecer en los medios hasta límites que rozan lo enfermizo, recibió ayer con enorme contrariedad esta encuesta ya que, amén de resultar un práctico desconocido, su nivel de conocimiento entre los propios votantes del PP es aún dos puntos menor que el del total de la encuesta, los votantes populares no tienen ni idea de quién es este tipo.
Fernández Díaz tiene un problema. Según su equipo de trabajo se debe fundamentalmente al asunto Bolinaga, que ha actuado de forma letal para su índice de aceptación social. La sombra del pistolero de ETA a quien se le concedió la provisional en circunstancias más que polémicas, persigue indefectiblemente al ministro quien ni siquiera puede apuntarse el tanto de que ETA ha dejado de matar, ya que se trata de una baza a la que apostó y rentabilizó el gobierno de Zapatero.
Pero una cosa es la valoración de su labor, un sacrificio que ha tenido que ejecutar Jorge Fernández en aras de la gestión de su gobierno y otra es el nivel de conocimiento. Esa supina ignorancia de los española hacia la persona del titular de Interior, por más que se afane en reunirse, comer, merendar, telefonear y suplicar fotos en los medios (hasta límites que bordean el ridículo) la atribuye Fernández directamente a su equipo de comunicación, reclutado en Cataluña de donde procede el ministro, y que ha sido incapaz de conectar con la realidad mediática nacional a causa de una mala disimulada prepotencia, ignorancia y escasa habilidad en el desarrollo de su función.
Fernández, político de natural mesurado, bien dispuesto y sacrificado por la causa, está enormemente mosqueado y se arrepiente en grado superlativo, según confesiones en privado, del momento en que atendió el consejo de ese destacado periodista catalán que le recomendó el nombre de quien le lleva las relaciones con los medios. A Fernández no lo conoce apenas nadie, el segundo por la cola, y quien lo conoce, no valora ni su entrega, ni su esfuerzo, ni su sacrifio. Alguien está trabajando muy mal, piensa Fernández, y desde luego no es él.