A Felipe González le ha venido a visitar el Parkinson para quedarse. Así se lo ha comunicado el expresidente a su círculo más íntimo de amistades una vez que ha recibido la confirmación del diagnóstico por parte de los médicos. Hasta ahora ha hecho todo lo posible para que la mala noticia no trascienda, consciente de la penalización que ello puede suponer para alguien que quiere seguir disfrutando de una generosa parcela de vida pública sin que nadie le mire con prejuicios. Al fin y al cabo, la valoración facultativa no es del todo pesimista: está en el principio de una enfermedad degenerativa que puede empezar a dar sus señales más angustiosas en el medio plazo, dentro de cuatro o cinco años. Ahora González suma el mes que viene 72, dos menos que su exlugarteniente Alfonso Guerra, afectado también por una grave enfermedad.
Los médicos le han dicho al expresidente que los síntomas más graves pueden aparecerle dentro de cuatro o cinco años
Quienes han tenido últimamente la oportunidad de pulsar el ánimo del expresidente le encuentran muy escéptico sobre el estado de salud de España y, sobre todo, decidido a dedicar su tiempo a lo que realmente le divierte. “Tiene una obsesión permanente por vivir el momento, por no perder ni un minuto en actividades que no le llenan”, comenta uno de sus íntimos, al que no le extrañó la ligereza con la que a principios de enero anunció que dejaría el consejo de Gas Natural “por aburrimiento”. Dos días antes de lanzar este aviso, un alto cargo de la compañía ponía a Felipe González por las nubes. “Es un privilegio tener a alguien como él cerca, tiene contactos de primera en todo el mundo, no solo en Latinoamérica”, comentaba.
González dijo irónicamente hace unos meses que volvería a la política activa cuando cumpliera la edad de Napolitano
El último acto en el que cumplió con su partido, no sin cierta desgana, fue la conferencia política de noviembre, donde se le reservó un foro sobre globalización. Coincidió en el tiempo con la presentación de su último libro, El liderazgo en tiempo de crisis, en busca de respuestas, donde aprovechó la ocasión para cuestionar el liderazgo de Alfredo Pérez Rubalcaba y advertir al PSOE de que estaba perdiendo su vocación mayoritaria. Por encima del bien y del mal, se ofreció a colaborar también con Mariano Rajoy en asuntos de Estado e, irónicamente, descartó su regreso a la política activa hasta alcanzar la edad de Giorgio Napolitano. El presidente de la República italiana cumple esta primavera 89 años.