El presidente de Prisa, Juan Luis Cebrián, había levantado hasta ahora muros de desconfianza entre los suyos. Pero la compañía ha dado un paso más y ha pasado del lenguaje figurado a las murallas reales. La sede del grupo en la madrileña calle Gran Vía está de obras para levantar un muro que permita al presidente entrar hasta su despacho y la sala de juntas sin cruzarse con ninguno de sus empleados.
Como todos los medios de comunicación, los espacios diáfanos parecían ser el canon arquitectónico. Pero tras despedir a 3.750 trabajadores y periodistas y tras haberse subido el sueldo a 8,2 millones, quizá el contacto con la plantilla no es lo más recomendable.
Ahora, Cebrián puede entrar a su despacho en el centro de Madrid sin compartir espacio con los mortales de una empresa que ha vuelto a rebajar el sueldo a sus empleados tanto en los medios que conserva, es decir, la Ser, El País y Santillana. Tras ese muro pueden acceder a la sede corporativa también los demás miembros del consejo de administración.
Cebrián parecía tener dos alternativas ante los suyos: una muralla o más gasto en seguridad. El muro es probablemente la opción más barata, especialmente, en tiempos de "austeridad para los demás" como los que corren.