El Buscón

Las fans 'acosan' al 'hipster' Errejón en sus copeteos por Malasaña

     

Jueves de julio en el mítico José Alfredo, reconocible garito de cócteles de Malasaña. El paisaje es el esperado en una noche de verano: Jóvenes anónimos, y no tan anónimos, disfrutando de la tregua de calor que concede la madrugada madrileña. Entre los que no pasaban desapercibidos, Íñigo Errejón, número dos de Podemos.

Errejón, que entre citas de Chantal Mouffe y referencias a Gramsci no deja de ser un joven de 33 años que gusta de divertirse al modo capitalista tradicional, acudió al barrio hipster por excelencia del centro de Madrid con unos amigos (varones todos).

Mientras tomaba y charlaba y reía, varias 'fans' emocionadas le reconocieron como el auténtico Errejón y acudieron a su mesa a hacerse selfies, saludarle y hablarle

Donde fuera antes, este Buscón no lo sabe, pero alrededor de la una de la madrugada se lo pasaba bomba tomando –imaginamos que cócteles: allí son fama– en una mesa discreta, alejada del bullicio, en cualquier caso no exagerado aquel día en el local.

Pero Errejón, pese a las bromas predecibles sobre su discreción y apariencia frágil, no suele pasar desapercibido, ni siquiera en un ambiente donde el biotipo de los errejones –esa pose calculada de intelectualidad comprometida y cuidado descuido en el vestir– es casi seña de identidad del barrio.

Mientras tomaba y charlaba y reía, varias 'fans' le reconocieron como el auténtico Errejón y acudieron a su mesa a hacerse selfies y hablarle, emocionadas, quizá alegres. Lo que este Buscón ya no sabe es si la emoción era puramente política o tenía algo de estética.

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