Ocurrió hace algunas semanas, tampoco demasiadas. Las elecciones municipales del 24 de mayo estaban a vista de pájaro y la confrontación política resultó inevitable en la conferencia que tenía lugar en el Club Siglo XXI. Allí había mucho alto cargo del PP, empezando por el ínclito Jaime Pérez Renovales, subsecretario de la Presidencia del Gobierno y chico de Soraya, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, donde los haya. Y estaba también Miguel Ferre, secretario de Estado de Hacienda, y Miguel Temboury, subsecretario de Economía y Competitividad. Dos Abogados del Estado y un Inspector de Finanzas del Estado. Cuerpos de elite de la Administración.
Como es fácil imaginar, la situación por la que atraviesa el PP, los casos de corrupción del PP, los incumplimientos del PP y, en definitiva, la mala imagen que de la gestión del Gobierno Rajoy ha trascendido a la sociedad, saltó a la palestra con acaloramiento. Y fue en ese contexto en el que, a la hora del coloquio, el ínclito Renovales, el brillante Abogado del Estado que saltó del Banco Santander a La Moncloa por amor al arte, soltó una de esas frases para la Historia de la legislatura: “Es que estoy harto de discutir con gente que pone pingando al PP sin haberse tomado la molestia de leer el BOE, sin conocer las muchas leyes que este Gobierno ha aprobado…”
La frase ha corrido como la pólvora por los ambientes ilustrados de Madrid. Porque tal vez da la clave de la perplejidad que estos días embarga al Ejecutivo y sus cuerpos de elite: la gente no se lee el BOE. Ése es el misterio de las desgracias del PP. La mente empollona del compañero Renovales, la lógica mostrenca del Abogado de Estado sobrado de altivez no puede entender que un español normal no esté deseando llegar a casa por la noche, después de 10 o 12 horas de duro trabajo, para enfrascarse en una lectura apasionada del BOE y que le vayan dando a la parienta y a los niños, que seguramente le están esperando con los brazos abiertos para darle un beso antes de irse a la cama…!
Todo un tratado sobre la arrogancia. Se lo reprochó un señor muy educado. Se decía dueño de una farmacia que le había costado un ojo de la cara y la mitad del otro, al que Hacienda acababa de meter otro tajo de muy difícil digestión. “Y la verdad que yo trabajo todas las horas del día, de modo que cuando entro en casa estoy reventado y naturalmente sin ganas de ponerme a ver lo que ha publicado el BOE por la mañana…”. La respuesta natural de un hombre corriente que muy probablemente merezca la censura de los brillantes, listísimos, poderosísimos personajes que forman la guardia de corps de la vicepresidenta Soraya, ese segundo nivel del Gobierno donde, sin necesidad de dar la cara ante el público, está el poder de verdad.
Los designios de Soraya
La frase es casi un compendio de la incapacidad radical de esos altos funcionarios para comprender lo que le ha ocurrido al Ejecutivo del Partido Popular en esta legislatura a la que llegó con mayoría absoluta. ¿Cómo es posible que hayamos perdido 2,5 millones de votos respecto a noviembre de 2011? ¿Cómo es posible que gente que nos votó entonces nos odie ahora tanto, habiendo hecho tantas leyes como hemos publicado en el BOE? ¿Y por qué tantos otros nos siguen votando con la nariz tapada? Desconexión con la realidad, lejanía de la gente, soberbia y arrogancia.
Renovales, por ejemplo, está encantado con su Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas (CORA), cuyo cometido consiste en elevar al Gobierno brillantes informes trimestrales y anuales sobre la materia, la pretendida reforma de la Administración, columna vertebral de la “ambiciosa agenda reformista” de la que presume el pavo y que ignoran los malvados españoles que se niegan a leer el BOE, incapaces de tragarse la píldora según la cual no reponer a una parte del funcionariado que se jubila e informatizar determinadas operaciones sea esa reforma de la Administración Pública que los ciudadanos vienen reclamando desde tiempo inmemorial.
Pero ahí sigue Renovales y sus poderosos amigos del lobby de altos funcionarios que rodea a Soraya, “un Gobierno dentro del Gobierno” el que encabeza la vicepresidente, dicen, un grupo sin proyecto político concreto, sin idea concreta de país, pero que aspira al poder por el poder, como demuestra el currículum inmaculado de la supradicha, respetada escrupulosamente por todos los medios de comunicación cuando los demás, empezando por el propio Rajoy, reciben palos a manta. Don Mariano lo sabe, y lo saben también algunos de sus ministros que, dicen, andan presionando al gallego para que nombre un nuevo vicepresidente con capacidad para neutralizar los designios de Soraya. A ver qué pasa.