Los movimientos mediáticos de Jorge Verstrynge, erigiéndose en un líder intelectual de los movimientos anti sistema, tienen un objetivo concreto: volver a la política. El ex número dos de AP quiere como mínimo un acta de diputado y quienes le conocen señalan que en lo que anda realmente es en moverle la silla a Cayo Lara y convocar un proceso de primarias, con la ayuda de la Izquierda Abierta de Gaspar Llamazares. Incluso no falta quien dice que sostiene contactos con Julio Anguita asimismo, aunque esto último se hace muy duro de creer porque si de verdad un tipo como Anguita (con sus glorias y sus miserias, pero con una trayectoria coherente) está dando pábulo al showman de los escraches, sería como para pegarse un tiro.
Es lo que tiene este partido: está formado por un montón de facciones, que le hacen casi ingobernable. Cayo Lara, a pesar de que es un líder con razonable imagen pública para los que no pertenecen a IU, no controla férreamente el partido, lo que constituye la primera regla de oro para alguien que sueña con llegar a la presidencia del Gobierno algún día. No sólo hay intrigas palaciegas en los grandes partidos, también en los pequeños, sobre todo cuando se intuye que no está demasiado lejos la posibilidad de tocar moqueta.
En días recientes hemos visto a Verstrynge haciendo el ‘notas’ todo lo posible: liderando escraches, y acudiendo a debates donde soltaba tacos sin recato, se bebía el vino puesto como reclamo publicitario en grandes tragos y llamaba literalmente a asaltar el Congreso, forzando entre otras cosas, la marcha de algunos tertulianos.
Por cierto, si yo fuera el editor de alguna de esas cadenas, lo que haría sería ofrecerle un programa al ilustre ex político. Con ello conseguiría buenas audiencias y además, evitaría que llegara realmente a corto plazo a la política.
En cualquier caso ahí está el ex falangista y ahora de ultraizquierdista. Repudiado hasta en el PSOE, y visto con enorme desconfianza en IU, aunque no en todas las facciones, que creen que pueden rentabilizar su estrategia de convertirse en el líder político de los desheredados a base de promover escraches.
