Fue un incidente sin la menor importancia. Una simple anécdota que, eso sí, algún malpensado (y este Buscón, a veces, lo es) podría interpretar como simbólica venganza del consejero delegado de IAG, Willie Walsh, contra José Manuel Soria, el ministro de Industria, Energía y Turismo.
Estos días vive Soria su momento más bajo al frente de esa importante cartera, aunque no por cuenta del turismo, que todavía ‘pita’, sino por su ya famosa, y errática, y vilipendiada reforma energética, muerta casi antes de nacer tras el enésimo encontronazo del canario, desautorizado hasta decir basta, con su colega Cristóbal Montoro, saldado (como manda la costumbre) con victoria por goleada para el cordobés.
En alguna ocasión ha criticado Soria (sin demasiados aspavientos, con flema, ‘polite’, como él es) la fusión entre Iberia y British Airways, operación que, ha dicho, tiene buena parte de la culpa de los males por los que atraviesa la antigua aerolínea española de bandera. Y Walsh, que ha replicado al ministro que la culpa de lo que le pasa a Iberia no la tiene esa fusión, sino lo mal que va la economía española, pudo cobrarse su simbólica venganza hace unas semanas. Y lo hizo, literalmente, birlándole la cartera al canario. Aunque sólo fuera por unos minutos.
Sucedió el pasado 21 de octubre, otro día más que el ministro aprovechaba para volver de su ya clásico retiro de fin de semana en Las Palmas estirando el ‘weekend’ con un acto institucional en el archipiélago que cayera en lunes. En este caso, se trataba de la inauguración, ese día, del primer aerogenerador marino de España, construido por la navarra Gamesa en el muelle de Arinaga (Gran Canaria). Hasta ahí, nada nuevo.
El caso es que en el vuelo de vuelta (Las Palmas-Madrid), a Soria, que viajaba en turista, como acostumbra (es austero el ministro), le tocó sentarse junto a una de las salidas de emergencia del avión, perteneciente a Iberia.
Y se empeñaba el canario en llevar consigo, bien cerca, un maletín con documentos; su cartera, vaya. Pero no hubo forma: una azafata de la aerolínea le invitó amablemente a desprenderse del susodicho maletín, al menos, en el despegue y el aterrizaje del avión, para ponerlo a buen recaudo.
Cuentan quienes viajaban con Soria en ese vuelo que al ministro no le hizo ninguna gracia desprenderse de su preciada cartera, aunque fuera por unos minutos. ¿Qué temía? ¿Qué llevaba dentro? ¿El borrador de la próxima novela de su flamante asesora, esa que tan pronto escribe sobre braguitas rojas como de los vericuetos del mundo de la moda? ¿O eran acaso apuntes para mejorar la reforma eléctrica, esa que iba no ya a “encauzar” sino a solucionar de un plumazo el déficit tarifario?
Pues total, para lo que ha quedado…