“Esa raza intelectual todavía no investigada, la más peligrosa de todas las de nuestro entorno (…) Esos tahúres profesionales a los que llamamos diplomáticos…” Así definía Stefan Zweig a esos muy particulares funcionarios públicos que ejercen la representación del Estado en las relaciones internacionales tras haber superado una dura oposición. Son “artistas de las manos ágiles, las palabras vacías y los nervios fríos”, añadía Zweig, una definición que podría venirle como anillo al dedo, solo en lo que a las palabras vacías y los nervios fríos se refiere, al actual ministro de Asuntos Exteriores del reino de España, Alfonso Dastis, natural de Jerez de la Frontera, un tipo descrito como cauto, moderado y extremadamente prudente. Un picha fría, en el lenguaje coloquial andaluz.
Dastis la ha armado parda este domingo cuando, al ser preguntado en una entrevista aparecida en el diario El País si España vetaría el acceso de Escocia a la Unión Europea una vez culminada su separación del Reino Unido mediante el correspondiente referéndum, ha respondido que “de entrada no veo que vayamos a bloquear”. Tal cual se ha manifestado el pedazo diplomático. Naturalmente a Puigdemont, el popular Cocomocho del nacionalismo catalán, le faltó tiempo el mismo domingo para restregar a Madrid el episodio, con un tuit muy explícito: “Hemos ido diciendo que la realpolitik se impondría. Y aquí tenéis una muestra: lo que decía el Estado y lo que ahora dice, ante lo inevitable”.
Este es el tipo “precavido y reservado, dueño de opiniones sólidas y de visiones amplias sobre Europa y el Brexit…”, como alguno de sus exegetas escribió tras ser nombrado, que ha sido la sombra de Mariano Rajoy como su asesor en las cumbres de la UE celebradas en Bruselas, cuando el gallo Margallo se desempeñaba como ministro de Exteriores. Ese “de entrada no creo que vayamos a bloquear” ha provocado el natural escándalo en la mayor parte de los medios de comunicación y de la clase política, por no hablar del propio Gobierno, donde la frasecita de marras cayó el domingo como una losa. Más bien como una lápida de cementerio.
La mala suerte de España con sus ministros de Exteriores, desde Moratinos a esta parte, sea con Gobiernos del PSOE o del PP. Con 30 años en la carrera diplomática y formando parte del círculo de confianza del presidente Rajoy, hay quien asegura que el verdadero responsable de su nombramiento fue el cuñado de Rajoy, Francisco Millán, esposo de Mercedes Rajoy, registradora de la propiedad destinada en Getafe y hermana del presidente. El “cuñadísimo”. Han bastado unos meses para demostrar que, en opinión de un compañero de carrera que obviamente prefiere guardar el anonimato, estamos ante “un paquete de dimensión arqueológica. Un diplomático clásico, acojonado y templagaitas, como casi todos mis colegas, que nos hará recordar con cierta nostalgia al tan denostado García-Margallo”.
Las peculiares opiniones de Dastis
Un hombre con pánico escénico, pánico a los medios, y nula capacidad comunicativa ni política, a menudo con ideas propias que, además de ser erradas, chocan frontalmente con la línea oficial mantenida con el Ejecutivo. Su debut como ministro ya fue polémico. Como cuando vino a decir –lo cual molestó mucho en el Gobierno- que la marcha de jóvenes españoles al extranjero no era ningún drama, porque así conocían mundo, aprendían idiomas y demás. Asegurar o sugerir semejante cosa cuando tantos jóvenes compatriotas se han visto obligados a buscarse la vida fuera por culpa de los salarios que se cobran en España, es una demostración palmaria de falta de sensibilidad no ya política sino de la otra, y lo que quizá es peor, una evidencia de que el tipo vive en una burbuja que le impide asomarse al exterior y ver lo que pasa en la calle. El anti político por definición, fiel reflejo del tío que lleva años sin apearse del coche oficial, instalado en una realidad paralela.
Tampoco estuvo acertado cuando sostuvo que España iba a contar con un buen interlocutor en Donald Trump, como si esa interlocución hubiera corrido peligro de haber sido la señora Clinton la elegida por los estadounidenses, como si USA fuera Togo o la República Centroafricana, y cuando los “hermanos” mexicanos andaban hundidos en la miseria. Un auténtico lumbreras. Y ha pasado lo que tenía que pasar: que el amigo Poncho Dastis se ha convertido en el farolillo rojo, el patito cojo del Gobierno Rajoy, cuando la cosa apenas acaba de empezar. El mundo del periodismo ya le ha cogido la matrícula, porque, habilidoso como es, no ha tenido mejor ocurrencia que acusar a los periodistas de haberle malinterpretado.
Lo peor, tal vez, es que ya se ha corrido la voz: es que las embajadas en Madrid y los propios gobiernos de la UE le han calado, ya se han dado cuenta de que España ha colocado al frente de Exteriores a un simplón, un tipo sin talento y sin brío. Y la Cancillería de un país serio no puede tener al frente a un personaje menor como el citado. ¿El resultado? Que Exteriores está ahora en manos de Jorge Moragas, también diplomático de carrera y actual director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, de quien tantas veces se ha dicho que ansiaba ser nombrado titular de ese departamento. En manos de Moncloa, vamos.