En este Madrid del poder y las corruptelas se dice, se cuenta y se rumorea que Juan Carlos I reclamó, teléfono en ristre, apoyos a su abdicación. Fue la misma mañana en que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunció el cambio de Rey. Se conoce que Su Majestad quería tenerlo todo atado y bien atado y, para ello, pidió ayuda a algunas plumas conocidas en el panorama periodístico. Así, llamó a varios periodistas para exponerles sus planes con la obvia intención de que sus interlocutores, con el ego inflado como nunca por estar entre los elegidos para enterarse de la noticia por la voz de su graciosa Majestad, decidieran esculpir loas a la decisión histórica de abandonar el trono.
En la enorme mayoría de los casos le funcionó la jugada, claro, solo hay que repasar la hemeroteca. Ya saben que en los días de la abdicación y la posterior proclamación era complicado, por no decir imposible, encontrar en los grandes periódicos una sola opinión contraria a lo decidido en Zarzuela y Moncloa. No obstante, aquella mañana del adiós Su Majestad no tuvo tanta eficacia en algún caso. Así, por ejemplo, voces sibilinas aseguran que Pedro J. Ramírez no se amilanó y decidió exponer en su carta dominical su verdadera opinión al respecto, con grandes críticas al Rey saliente. Extremo que no debió sentarle demasiado bien a Juan Carlos, teniendo en cuenta su duro carácter. Quizás, en este caso, volvió a ocupar su mente esa frase inolvidable: "¿Por qué no te callas?"...
Lo más curioso de este asunto es que crecen las quejas amargas de quienes no recibieron la llamada de Juan Carlos I; ellos querían escuchar esa voz inconfundible
Lo más curioso de este asunto es que crecen las quejas amargas de quienes no recibieron la llamada de Juan Carlos I. Ellos, que tanto han hecho por él en sus años de Reinado, que tanto han abonado esa falacia del juancarlismo y que tanto han apoyado en sus artículos al Monarca en sus horas más difíciles, incluidas las del safari con la bellísima Corinna, andan enfurecidos por no haber escuchado esa voz inconfundible al otro lado de móvil. Hubiera sido orgásmico, pero no pudieron disfrutarlo. Y ahora quizás ya no sean tan juancarlistas, aunque ello también es lógico, dado que ahora quien recibe en Zarzuela es otro. Y toca ganarse su confianza...
Obviamente, este Buscón aficionado a las travesuras no estuvo entre los elegidos aquella mañana de junio. Una pena, aunque es perdonable, teniendo en cuenta que no se ha dedicado tanto como otros a besar los pies del Rey saliente. La cosa es que, en pleno hundimiento del sistema putrefacto que surgió en la Transición, los españoles ya nos hemos adentrado felizmente en el tiempo de Felipe VI. Esperemos, ahora, que el nuevo Rey acabe con estos vicios del pasado, tan borbónicos, tan juancarlistas, tan corruptos.