Mucha polvareda ha levantado la visita del rey Felipe VI a Arabia Saudí, delicada por el hecho de que el país de Oriente Medio no es precisamente un modelo de democracia, respeto de los derechos humanos, igualdad, etc. Antes de partir desde España, el ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, aseguraba que el tema de los derechos humanos sería protagonista en la estancia del monarca durante tres días en territorio saudí. Pero no se trató. Y si se hizo, debió ser de manera muy discreta porque nadie se ha enterado.
Quizá por eso, porque del dicho al hecho volvió a haber un trecho, y no pequeño, tampoco se han aireado determinados detalles del viaje. Por ejemplo, que el rey Salman de Arabia Saudí recibió con todos los honores a Felipe VI. Y todos esos honores incluyeron una condecoración con la medalla Rey Abdulaziz. No es una distinción cualquiera. Se trata del mayor reconocimiento con el que puede ser distinguido una persona en el país.
Una medalla que fue impuesta en persona por el rey Salman y que incluyó un gesto de inclinación de cabeza por parte del monarca español, dada su elevada estatura y el formato de la distinción, que cuelga de una cadena. Una imagen, en fin, que hubiera ocasionado una cierta polémica en España y que se ha preferido obviar.
El viaje de Felipe VI a Arabia Saudí ya contó con muchos comentarios en contra antes de producirse, que además se han repetido en un siniestro bucle dado que la visita tuvo que suspenderse hasta en dos oportunidades por diversos motivos. No ha sentado bien dar carta de naturaleza a un régimen sin observancia de los derechos humanos. Ni tampoco el carácter excesivamente comercial de la expedición. Porque de lo social se habló poco o nada; pero lo económico se trató y no se paró.
Con este panorama, no es de extrañar que lo de la condecoración se pasara por alto, por aquello de no enrarecer más el ambiente. Por encima de esta cuestión se destacó la vestimenta de la secretaria de Estado de Comercio, María Luisa Poncela, que acudió a una de las recepciones con falda y sin la túnica exigida a las mujeres en el país de Oriente Medio. O las relaciones cordiales que ambas familias reales siguen manteniendo y que procede los tiempos del hoy rey emérito, Juan Carlos I. Nunca mejor dicho, el asunto de la medalla no era políticamente correcto.