Como es sabido, la guitarra clásica es un instrumento que también suele denominarse “guitarra española”. Que reciba tal nombre no se debe a que su invención fuese exclusivamente española —numerosos instrumentos similares fueron usados en la antigüedad en distintas partes del mundo—, sino a que fue un malagueño, el maestro Vicente Espinel, quien le añadió en el siglo XVI una quinta cuerda, estableciendo así la forma definitiva de este instrumento.
Sin embargo, parece que no todo el mundo suscribe esta tesis. Un artículo publicado este mes en la web del Institut Nova Història (INH) —una entidad de signo nacionalista dedicada a desmontar las supuestas mentiras sobre Cataluña a lo largo de los siglos— asegura que la guitarra española se inventó en realidad en Cataluña, por lo que deberíamos referirnos a ella como “guitarra catalana”. Su autor, Joan Casajuana, aporta como prueba que un teórico musical flamenco del siglo XVI, Johannes Tinctoris, alude en un tratado a “ese instrumento inventado por los catalanes que unos llaman guitarra y otros, guiterna”. Cabe decir, no obstante, que el instrumento que describe Tinctoris se asemeja más a un laúd pequeño o a una guitarra morisca que a la guitarra tal y como la conocemos en la actualidad.
Madrid no podía permitirlo
Pero, ¿cómo explica el autor que la Corte de Madrid reuniese durante los siglos XVI, XVII y XVIII a los mejores guitarristas y el mayor número de composiciones? Pues bien, todo se trataría de una conspiración orquestada desde la capital para apropiarse méritos catalanes y hacerlos pasar por madrileños: “El imperio español necesitaba atribuirse grandes gestas y méritos culturales para acrecentar su prestigio. Creo que la guitarra sería una de estas apropiaciones, como lo serían también Colón y otras figuras y escritores catalanes del Siglo de Oro”. A su juicio, esto explica el olvido “nada casual” en torno al origen catalán del instrumento. Y añade: “Los enciclopedistas castellanos no podían permitirlo”.
No es la primera vez que el INH sostiene que la guitarra es en verdad catalana. En un artículo publicado el año pasado, Jordi Bilbeny —fundador del instituto junto a Víctor Cucurull— relata que en un viaje a Malta se percata de la fuerte presencia de este instrumento en la isla. Tras investigar el asunto, llega a la conclusión de que la guitarra es catalana, razón por la que “arraigó tanto en Malta y en toda Italia”.
Una dato clave para Bilbeny es que el primer tratado sobre guitarra, publicado en el siglo XVI, lo escribió un barcelonés: Juan Carlos Amat. Aunque en la obra Amat habla en todo momento de “guitarra española”, Bilbeny lo atribuye a que alguien destruyó el original y lo reemplazó por otro libre de referencias catalanas. De la misma opinión es el músico Toni Xuclà, que un correo privado le explica a Bilbeny su versión de lo ocurrido: “Me huelo que había una guitarra catalana y que después de 1714 desaparece este nombre (¡enterrado, sepultado!) y es sustituido por el de guitarra española. Creo que en este asunto hay cosas a reivindicar y recuperar”.
El flamenco también es catalán
La visión conspirativa de la historia —que imputa a un complot castellano el ocultamiento de los logros catalanes— es una de las constantes del INH. Así, en la última década, la fundación no ha dudado en mantener que figuras como Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes, Marco Polo o Leonardo Da Vinci eran catalanes cuyo origen se camufló. También que el flamenco no tendría su origen en Andalucía sino en Cataluña, o que el diseño de la bandera de Estados Unidos se habría inspirado en la senyera. Pese a ello, la labor de la entidad ha sido reconocida por distintos líderes nacionalistas; entre ellos, el conseller de Políticas digitales, Jordi Puigneró, quien prologó uno de sus textos, o el expresident de la Generalitat, Jordi Pujol, que consideró sus publicaciones “muy convincentes”.
Menos crédito les conceden a dichos artículos los autores de Pseudohistoria contra Cataluña (Editorial Eumo), un ensayo de próxima publicación dedicado a rebatir las “tergiversaciones” y “falsedades” de la fundación. Para este grupo de historiadores —que también impugna “las posturas más extremas del nacionalismo español”— las teorías del INH constituyen “planteamientos paranoicos que pretender engrandecer artificialmente los logros catalanes del pasado y tensar al máximo las relaciones históricas entre la sociedad catalana y la castellana”. Y es que, recuerdan, el chovinismo histórico no solo desfigura la propia realidad nacional, sino que termina “creando desinterés y menosprecio por otras culturas, especialmente por las vecinas”.