La entrevista a Oriol Junqueras publicada este sábado por El País explica las reticencias del PSC a un gobierno con ERC en Cataluña. Y deberían ser tomadas en cuenta por Pedro Sánchez para concluir la negociación entre gobiernos, romper con ERC y gobernar aplicando la geometría variable en el Parlamento. No es posible que el presidente del Gobierno español siga vinculado a un partido cuyo líder insulta a su formación y a Unidas Podemos al decir que "los partidos con los que hemos negociado siguen mostrando dosis de inhumanidad alucinantes". O "será un placer cruzarme con los socialistas catalanes cuando salga de aquí y ver si aguantan nuestras miradas". Ha insistido en que lo volverán a hacer y en que los días 6 y 7 de septiembre de 2017 se ejerció la democracia al aprobarse las leyes de desconexión. No ha renunciado a la unilateralidad y, a la pregunta de si se había engañado a los catalanes prometiendo la independencia, ha dicho "una mierda, una puta mierda, dijimos la verdad, que el procés tenía que acabar en la independencia". Y ha añadido: "Eso se impidió con palizas, cárcel, destituyendo a gobiernos y cerrando parlamentos". Todo eso, además de cargar contra el Tribunal Supremo, acusar al Estado de tics franquistas y asegurar que la independencia es su único objetivo y que la gobernabilidad de España también le importa un comino. No son unas declaraciones tácticas para frenar a los de Puigdemont si, finalmente, hay elecciones anticipadas. Sus declaraciones rezuman odio.
Sánchez debería comprender que cualquier cesión es a beneficio de inventario y que lo único que se busca es la impunidad y más poder para volver a intentarlo en mejores condiciones. La reconciliación no es un acto unilateral. Si no se aceptan las reglas democráticas, no hay medidas de gracia posibles y menos aún concesiones que solo pueden interpretarse como premios. La postura del Gobierno español solo sirve para legitimar el golpe, fortalecer la hegemonía nacionalista y dar vida a un movimiento independentista en horas bajas, como se ha demostrado con la escasa asistencia a las últimas acciones de protesta.
Sánchez salió de Barcelona en su última visita protegido por un escolta mostrando el subfusil en el interior de su coche. Debió tomar nota. Ahora le dicen a la cara lo que los constitucionalistas catalanes sabemos desde hace mucho tiempo: que, para un nacionalista, el fin justifica los medios y que seguirán usando el poder que les da el Estado para destruirlo. Junqueras, al igual que Puigdemont, es un talibán y cualquier apariencia de moderación es solo táctica. Siempre han sido desleales y ahora lo dicen a la cara. Sánchez ya es presidente y no necesita a ERC. No hay posibilidad de moción de censura exitosa, pues no existe una mayoría alternativa. Que haga política y pacte con los partidos que respetan el Estado de Derecho.