Las grandes concentraciones humanas de la historia pueden dividirse en dos grandes grupos: las que se organizan desde el poder y las que nacen de reivindicaciones sociales. Entre las primeras destacan las organizadas por los regímenes autoritarios y que buscan afianzar el poder de los autócratas al mando o legitimar sus ambiciones. De la Alemania nazi a la Italia fascista, del régimen de Franco a la China comunista, pasando por Corea del Norte, la Cuba castrista o la Venezuela chavista, por citar algunas. La lista es larga pero lo más característico es que a más grandes y mejor uniformadas y alineadas, más autoritario es el régimen que las organiza. Frente a esta tipología de grandes manifestaciones se encuentran las que nacen de movimientos sociales, de respuestas de la sociedad y que se dirigen contra el poder. Son muy numerosas a lo largo de la historia, la Revolución Francesa, Mayo del 68, la marcha sobre Washington por los Derechos Civiles, la Primavera árabe o el Euromaidan por citar sólo algunas.
El caso catalán
El caso catalán es singular. Se reviste de simbología revolucionaria, pero se organiza y dirige desde el poder. Un poder no absoluto, pero nada menor. El estado prácticamente ha desparecido del día a día de Cataluña y carece de mecanismos de encuadramiento social. Tampoco utiliza los pocos que tiene para nada, todo hay que decirlo. En estas circunstancias la capacidad movilizadora del independentismo es muy potente. Utiliza toda su maquinaria de estado para sacar a la calle a funcionarios, cargos políticos, para organizar desde todos los pueblos autocares a los que no subirse implica ser señalado como botifler. Y, paralelamente, las organizaciones sociales como la ANC o Òmnium, con muchos recursos y todo el apoyo de los medios de comunicación, le dan una patena de movimiento de abajo a arriba, de movimiento revolucionario. ‘Tsunami Democràtic’ es la perfecta simbiosis entre ambas caras del independentismo. Contrasta la abundancia de medios que el independentismo tiene a su disposición, Municipios, Diputaciones, Generalitat, medios públicos y subvencionados para organizar y convocar sus movilizaciones. Con la precariedad organizativa y de recursos de los constitucionalistas que solo pueden movilizar a un público plural cuando Cataluña esta al borde del precipicio como en Octubre de 2017 y que no cuentan ni con la complicidad de la Delegación del Gobierno.
La simbiosis ha funcionado muy bien, pero estos días afloran las discrepancias como consecuencia de las divergencias entre ERC y JxCat. A ERC le sobran los disturbios nocturnos. Torra y Puigdemont los alientan como una forma de recuperar la hegemonía nacionalista y posicionarse de cara a unas próximas elecciones autonómicas. La contradicción entre amparar la violencia y la actuación de los Mossos, es fácilmente explicable. Forma parte del pacto entre Sánchez y Torra. Yo no aplicaré el 155, pero los Mossos han de cumplir sus funciones policiales. De momento el pacto se mantiene, aunque es un milagro que no haya habido víctimas mortales a la vista de las escenas de violencia. Una caída grave del PSOE en las encuestas, pueden cambiar las cosas.
El problema del independentismo es que no tiene un Palacio de Invierno que asaltar. Ya viven en él. Quieren ampliar sus habitaciones pero no quieren correr el riesgo de que los desahucien.
Contrasta la abundancia de medios que el independentismo tiene a su disposición, Municipios, Diputaciones, Generalitat y medios de comunicación públicos y concertados con la precariedad de las organizaciones constitucionalistas.