Solo Juan José Suárez Coppel, director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), defiende a día de hoy la alianza suscrita por la petrolera estatal mexicana y la española Sacyr-Vallehermoso para hacerse con el control de Repsol y despedir a su primer ejecutivo, Antonio Brufau. El presidente de México, Felipe Calderón, se muestra arrepentido del apoyo inicialmente prestado a la iniciativa y ha hecho saber a Madrid su distanciamiento de la misma. Otro tanto ocurre con la élite empresarial mexicana, mayoritariamente contraria a un acuerdo que juzga equivocado para los intereses de Pemex en Repsol a medio y largo plazo. Tanto Coppel como Luis del Rivero, presidente de Sacyr, parecen cada día más aislados.
En efecto, a mediados de la semana pasada tuvo lugar en México D.F. una reunión del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN) que preside Claudio González Laporte, quizá el grupo más influyente de líderes empresariales de la nación (incluido, naturalmente, Carlos Slim) a la que acudió como invitado José Antonio Meade, ex secretario de Energía y desde el pasado mes de agosto secretario de Hacienda. En dicha reunión, los hombres más ricos de México manifestaron al político sus reticencias frente a una operación en la que Pemex “se ha equivocado eligiendo socio”, según fuentes conocedoras de la reunión consultadas por este diario.
La misma marcha atrás se ha producido en el entorno de la presidencia de la República. Frente a la implicación personal inicial que llevó al presidente Calderón a llamar personalmente a su homólogo español, Rodríguez Zapatero, para apoyar decididamente la operación sobre Repsol, el mandatario mexicano ha enviado en fecha reciente mensajes inequívocos de querer distanciarse de ese apoyo, distanciamiento que ha hecho saber tanto a Moncloa como a la propia cúpula de Repsol a través de su jefe de Gabinete.
Según el asesor presidencial, Calderón se habría mostrado a favor de la alianza Pemex-Sacyr después de que la informaran de que se trataba de una operación “limpia”, en la que, “tanto a nivel político como empresarial estaba todo pactado, y que naturalmente contaba con el respaldo del Gobierno español”. También se lo habían contado interesadamente mal, a lo que parece, al propio Zapatero. Cuando, a finales de agosto (el pacto se hizo público el 29 de ese mes), recibe en Moncloa a Brufau, al leonés, encantado por lo que consideraba una nueva inversión extranjera, le asombra la alarma que trasluce el catalán: “No sé por qué te preocupas tanto, Antonio: al fin y al cabo ellos solo van a tener el 30%; tú vas a seguir controlando el 70% restante…!”
Seguramente es lo que al Presidente del Gobierno le había contado su ministro de Industria, Miguel Sebastián, amigo personal de Luis del Rivero y principal –y tal vez único- bastión en el Ejecutivo de la polémica operación. De convencer al Partido Popular (PP) de las bondades de la alianza se encargó, en nombre del presidente de la República, el embajador mexicano en España, Jorge Zermeño, quien no consiguió convencer en absoluto a Cristóbal Montoro de la “inocencia” de una operación a la que Mariano Rajoy ha considerado prototipo de los desmanes que un Gobierno no puede amparar ni consentir.
Presiones “muy intensas” sobre el PP
En el PP se han quejado de las presiones, “muy intensas” según ha declarado a este diario una fuente cercana a Rajoy, que han recibido desde muy diversos ángulos, tanto desde el Gobierno mexicano como desde gentes tan cercanas a la casa como el propio José María Aznar. El ex presidente, dedicado ahora a amasar dinero, es uno de los lobbystas de la operación por cuenta de Sacyr. Otra personalidad muy involucrada en “allanar” la operación por cuenta del Gobierno de México ha sido el ya citado Carlos Slim, cuya misión primordial estaba centrada en explicar la misma en el entorno de La Caixa, segundo accionista de Repsol y primero de Gas Natural.
Pero Slim tardó muy poco tiempo en darse cuenta del error de Coppel al aliarse en España con un empresario como Del Rivero, asediado por las deudas y cuyo liderazgo se discute en su propia empresa. El escepticismo del magnate mexicano se acrecentó cuando testó el apoyo decidido de La Caixa, de la que es socio, a Brufau como primer ejecutivo de Repsol. Hoy a Carlos Slim la operación “no le gusta nada”, en palabras de una fuente cercana a la entidad catalana.
Todo cambio cuando, el 28 de septiembre pasado, el consejo de Repsol, tras una tensa reunión, acordó publicar un hecho relevante manifestando “al presidente, Antonio Brufau, y a la alta dirección la total confianza del mismo en la gestión que se viene llevando a cabo”. Instaba también a “Pemex y a Sacyr a dejar sin efecto el acuerdo de accionistas” suscrito (ambas controlan el 29,9% de Repsol). Ese consejo supuso el punto de inflexión definitivo que provocó el cambio de opinión en la presidencia de México.
En realidad y a poco más de un mes de unas elecciones generales que en España pueden colocar en la Moncloa a Mariano Rajoy, la operación se da por muerta desde muy distintos frentes. Queda por conocer una explicación convincente y cabal del ministro Sebastián que le libere de toda sospecha. Mañana martes tendrá lugar en México DF la primera reunión del Consejo de Administración de la petrolera desde que se anunció su alianza con Sacyr. Promete ser caliente. La aprobación formal de la sindicación no logrará ocultar, sin embargo, el aislamiento que hoy sufre tanto Coppel como Del Rivero.