La ejecución presupuestaria en lo que va transcurrido de 2011 pone de manifiesto, por un lado, el importante deterioro de la actividad económica durante los últimos meses y, por otro, que los ingresos ligados a la actividad económica en nuestro país caen mucho más allá de lo que lo hace el propio crecimiento económico, cosa que no ocurre en los países centrales y nórdicos europeos. España, consecuencia de las reformas tributarias emprendidas en la etapa 2003-2008, tanto por gobiernos populares como por gobiernos socialistas, se ha desarmado fiscalmente; recauda poco y mal y ello, en los tiempos que corren es gravísimo.
El último dato publicado de ejecución presupuestaria, correspondiente a septiembre de 2011, recoge en el acumulado del año un incremento de la recaudación global, bajo criterios homogéneos, de tan sólo un 0,9%, tal como adelantó Vozpópuli. Lo más llamativo es la caída en picado del Impuesto sobre Sociedades, hasta un 12,3%, lo cual es excesivo, al margen de los pagos fraccionados de abril y de las ventajas dadas a las empresas para la libertad de amortización. Con casi todos los indicadores de la demanda interna en negativo, los impuestos derivados de la energía se desploman en cifras acumuladas alrededor de un 6%.
De momento, el hecho de que el Estado haya registrado hasta septiembre un déficit de 37.016 millones de euros, casi un 17% menos que en el mismo periodo del año pasado, obedece, por lo tanto, al fuerte descenso en los pagos no financieros, alrededor del 20%. Ello le permite al Ministerio de Economía sostener que será posible acabar el ejercicio cumpliendo el compromiso contraído con Bruselas.
Toda la mejoría del déficit público español se está haciendo básicamente a través de una contracción del gasto público. Como resultado, en el segundo trimestre de 2011 se produce un descenso del consumo público del 1,5% intertrimestral sin anualizar, uno de los mayores de la historia. Cuando desde el sector público se debería estar haciendo política fiscal anticíclica, ocurre lo contrario, se une a la contracción del gasto del sector privado.
Entorno europeo
Si se dispusiera de ingresos fiscales más acordes a los de nuestro entorno europeo, no sería necesario semejante proceso de contracción del gasto público, que además de contraer más el crecimiento económico, impide cualquier cambio o salto a otro modelo de crecimiento más equilibrado.
Las reformas tributarias de gobiernos populares y socialistas en el período 2003-2008 han implicado una pérdida potencial de recaudación por valor de 18.000 millones de euros, aproximadamente un 1,6% del PIB. Estas bajadas impositivas no generaron crecimiento económico, sino que incentivaron aún más las operaciones inmobiliarias, que cebaron el consumo e inversión vía endeudamientos privados descomunales.
La presión fiscal en España en 2009 y 2010, entendida como la suma de impuestos y cuotas sociales, se situó en el 31% del PIB, 17 puntos menos que Dinamarca, 16 puntos por debajo de Suecia, 13 puntos inferior a Finlandia, y, sí, 11 puntos menos que Italia, Alemania y Francia.
Además de hacer frente al brutal fraude fiscal, que se aproxima a los 100.000 millones, se debería abordar una clara reforma en el impuesto de sociedades, donde las continuas exenciones y deducciones que los distintos lobbies conseguían de los diferentes gobiernos de turno se establecían para quedarse.
Es necesario eliminar todas y cada una de esas deducciones, especialmente cuando las grandes empresas de este país apenas aportan un millón de trabajadores, y sus tipos impositivos reales en muchos casos no llegan ni al 10%.