Lo indignante no es encontrarse al ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, de comilona en un conocido restaurante de Madrid horas después de anunciar la fatal noticia de las cifras del paro. Lo peor es encontrárselo riendo a carcajada en un restaurante, como si nada de lo que está ocurriendo en España fuera con él.
Mientras este país digería los datos del desempleo –cerca de cinco millones de parados y casi un millón y medio de familias con todos los miembros sin trabajo-, Valeriano Gómez no sintió ningún reparo en dejarse ver en un ambiente de fiesta y rodeado de familia y amigos. Ni reservados ni la más mínima discreción. "¿Pero no le dará vergüenza?", se preguntaban el pasado sábado los demás comensales del restaurante.
Al titular de Trabajo no se le veía muy preocupado por las cifras que anunciaba el día anterior. Entre anchoas, gamba blanca y chuletas de cordero, a Gómez se le oía mucho reírse, y por las maldades que se escuchaban parecía que entre todos destripaban a algún compañero de partido.