El otoño es la estación de las subastas. Es justamente en estos meses cuando se forjan los mercados a golpe de mazo, especialmente los de Sotheby’s (fundada en 1744) y Christie´s (fundada en 1766), las dos casas de subastas con más poder del mundo. Prestigiosas –pero nada inocentes-, estas dos instituciones juegan esta temporada con una estrategia de sobreprecio.
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La semana pasada, durante la primera subasta de arte moderno de Otoño, la maniobra le funcionó a una –Sotheby’s ganó 215 millones- pero dejó en paños menores a Christie’s, que consiguió apenas 140 millones frente a los 215 que tenía previstos. Grandes ganancias versus grandes pérdidas. Para hoy está prevista la subasta de Arte Contemporáneo de Christie’s, otra niña mimada de los coleccionistas. ¿Pasará lo mismo?
Partamos del hecho de que las subastas son un negocio. Y como en todo intercambio,existe de antemano un acuerdo entre las partes: vendedor, casa subastadora y comprador juegan con unas normas previamente conocidas por todos.
Por ejemplo, las pujas mínimas por un lote están fijadas por la casa. A esto se le conoce como precio base, que se extrae al promediar el precio de la obra en taller con el precio de mercado. Este último varía dependiendo del lugar. Por ejemplo, después de la retrospectiva de Antonio López en Madrid, su valor se disparó en España mientras se mantuvo discreto, casi invisible, en el circuito de Nueva York y Londres.
A esos acuerdos básicos se suman los tácitos, entre ellos, la intención de compra. De acuerdo con el anuario Artprice, uno de los más respetados en la esfera internacional, el índice de confianza en la intención de compra de las Subastas de Arte Impresionista y Moderno de Nueva York de la semana pasada se ubicaba cerca del 70%. Todo indicaba que el mercado refugio que viene gestándose desde 2008 permanecería vigente. Eso, claro, si las pujas mínimas previas que estaban acordadas superaban los precios base.
Pensando exactamente lo mismo, que los resultados serían iguales que hace dos años, Sotheby’s y Christie´s hicieron sus estimaciones muy por encima. Por ejemplo, la obra Litxlberg en el Attersee, de Gustav Klimnt, pintada en 1914 y robada por los nazis en 1941, fue estimada en 25 millones de dólares por Sotheby’s. Su contraparte, Christie’s hizo lo propio con La joven bailarina de 14 años, escultura de Degás, la más famosa de los postimpresionistas. Christie’s sacó a subasta la pieza en 25 millones de dólares –y se comenta que con pujas mínimas apalabradas hasta 35 millones-. En ese rango de precios, Christie´s acrecentó el valor de La bailarina en, al menos, 8 millones en menos de 2 años –en la subasta de Sotheby’s de febrero de 2009, cuando se vendió en 17-.
En la misma ciudad, la misma semana, mientras Christie’s no obtuvo ni una sola puja por la Bailarina –su pieza estrella- Sotheby’s logró romper otro registro. Vendió la obra Lizlberg en el Attersee, de Gustav Klimt, con un precio martillo de 36 millones de dólares -el coste total, más impuestos y comisión, sobrepasa los 40 millones-. Es uno de los paisajes más caros jamás vendidos de Klimt. Es cierto que la pieza resultaba una curiosidad histórica y que la especulación previa en los medios fue alta, pero no tanto como llegó a serlo La bailarina de Degás.
Si bien es cierto que siempre se ha sabido de los pactos de precios previos a las subastas, no fue hasta 2004 cuando las casas tuvieron que contener sus agallas. Ese año ocurrió un escándalo para el mundo del arte. John J. Greene, fiscal del Departamento de Justicia de Estados Unidos, investigó a Christie’s y a Sotheby’s por prácticas fraudulentas. Christie’s se puso a salvo. No así Sotheby’s. De hecho, su responsable, el multimillonario Albert Taubman, fue a la cárcel.
El escándalo, sin embargo, no tuvo un efecto muy duradero en ninguna de las dos casas de subasta. Siguen siendo el destino elegido por los ricos y famosos para compar y vender. Por ejemplo, hasta hace unos años Christie's subastaba las posesiones de Doris Duke, la última millonaria del tabaco, mientras Sotheby's gestionaba una importante cantidad del 25% de los compradores árabes que integran la lista de los 100 mayores coleccionistas que publica la revista británica Art News.
Todos estos hechos hicieron que el mercado del arte revelara y comenzara a hacer públicas muchas de sus estrategias. De ahí, justamente, la hiper-mediatización que rodea estos eventos, sometiéndolos a una variable más que las hace más vulnerables y proclives a estos picos.