Después de 26 años de ser usado como embarcación de recreo por Franco y su familia y tras permanecer años abandonado cerca de un pueblo de Burgos, el Azor regresa a la actualidad convertido en obra de arte gracias al trabajo del artista Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970).
Con el título Síndrome de Guernica, el último trabajo de uno de los artistas madrileños con mayor proyección internacional, se exhibe en el espacio Abierto x obras de Matadero Madrid hasta el 18 de marzo.
El yate fue construido por Astilleros Bazán para uso y disfrute del entonces jefe del Estado, y actuó como madrina de la embarcación María del Carmen Franco y Polo, hija del dictador. Hoy, del barco sólo queda un mástil, una arboladura, un altavoz averiado y un radar .
Apelando a la figura del barco fantasma, Sánchez Castillo presenta un amasijo de hierros diversos geometrizados en algo más de una docena de cubos muy comprimidos, que emplea como metáfora.
Con 47 metros de eslora y 10 metros de manga, la nave fue el yate de recreo de Franco y su familia y escenario de hechos históricos como las "conversaciones del Azor" entre Don Juan de Borbón y el Generalísimo.
«Este barco tiene un devenir complejo. Refleja todo el proceso histórico reciente. Es una metáfora de España, desde que es construido, en la difícil posguerra, hasta la Transición y las décadas recientes. Glosa la dictadura, los setenta y este poscapitalismo. Para mí no está identificado sólo con la dictadura. Es un símbolo de las tres etapas. Su devenir es paralelo al de nuestra propia historia», asegura el artista.
Ya en la etapa democrática, Felipe González utilizó el yate en unas polémicas vacaciones veraniegas cuando era presidente, y en 1990 el Estado lo subastó especificando que su destino era el desguace. Sin embargo, su comprador quiso convertirlo, sin éxito, en un local de ocio.
Desde entonces, el Azor descansó en las afueras del pueblo de Cogollos (Burgos), convirtiéndose en reclamo turístico para nostálgicos y sorprendidos visitantes.
A finales de 2011 Fernando Sánchez Castillo compró la nave para transformarla en una obra artística con forma de prisma. "El prisma es una forma ensalzada en el minimalismo por su impersonalidad constructiva y su ausencia de referencias sentimentales o emotivas", afirma en el catálogo de la exposición Manuela Villa, coordinadora de contenidos de Matadero Madrid.
Convertido en material de desguace, en cubos de material prensado, en chatarra, Sánchez Castillo ha dado otro rumbo a la historia de un barco destinado a estar próximo al poder.
Se trata de una intervención pensada especialmente para la antigua cámara frigorífica de Matadero Madrid dentro del programa Abierto x obras, comisariado por Manuela Villa y por el que han pasado artistas como Daniel Canogar, Roman Signer, Iñigo Manglano Ovalle, Carlos Garaicoa o Jannis Kounellis.
Fernando Sánchez Castillo, que ha desarrollado buena parte de su carrera en Holanda, aborda habitualmente en su trabajo los símbolos establecidos con un punto de ironía que cuestiona la relación entre arte, poder e historia.
Su trabajo se aproxima a la historiografía, el periodismo o las ambiguas relaciones entre el poder y su propaganda. El artista madrileño ha participado en exposiciones colectivas en algunos de los museos y galerías más importantes del panorama internacional, como la Tate Modern de Londres, el MoMA de Nueva York o la 50 Bienal de Venecia.