España

El ‘no’ de Mario Vargas Llosa y la Prisa de los populares

En una correctísima y señorial carta enviada tanto al Rey como a Mariano Rajoy, el escritor peruano Mario Vargas Llosa agradeció el ofrecimiento de la Presidencia del Instituto Cervantes, una distinción con la que dijo sentirse "honrado"  pero que declinó con total inapetencia política.

En una correctísima y señorial carta enviada tanto al Rey como a Mariano Rajoy, el escritor peruano Mario Vargas Llosa agradeció el ofrecimiento de la Presidencia del Instituto Cervantes, una distinción con la que dijo sentirse "honrado"  pero que declinó con total inapetencia política.

El plantón del escritor dejó en evidencia la precipitación –“o la profunda soberbia”, dicen algunos antes vinculados a Exteriores- de los populares en algunos temas. Hace apenas ocho días, el ministro José Manuel García-Margallo anunciaba en un acto público que "ya estaba elegida" la persona que ocuparía el Cervantes.

García Margallo hizo el pseudo anuncio en la toma de posesión  del nuevo secretario de Asuntos Exteriores, Gonzalo de Benito, y de otros altos cargos de su departamento, en el Palacio de Santa Cruz.. "Sólo alguien además de mí sabe a quien se ha propuesto", dijo.

Al día siguiente, el diario El País publicó a todo trapo la noticia de un anuncio que parecía muy cacareado en los pasillos oficiales y que se decidió directamente en La Moncloa. Nada tuvieron que ver ni García-Margallo ni José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y deportes. Así lo afirman algunas fuentes consultadas por Vozpópuli.

"Si eso se supo, sería porque ellos mismos lo dijeron. Es obvio que la filtración no ocurrió en el entorno de Vargas Llosa", comentó una fuente cercana a los colaboradores del Premio Nobel.

A la tesis del  apuro de los oficiales, se unen otras más elaboradas, entre ellas, que fuese el propio grupo Prisa -al que pertenecen Alfaguara y Ediciones Santillana, sello que publica toda la obra de Vargas Llosa- quien difundiera el rumor, justamente para sacar pecho.

Más allá de quién hace rodar una propuesta no confirmada, salta la pregunta sobre porqué Mario Vargas Llosa no aceptó el cargo... ¿Cansancio político o repelús? ¿Exceso de quehaceres literarios o falta de ganas?

¿Por qué dijo ‘no’ el Nobel?
Cuando saltó a la palestra pública el rumor del ofrecimiento, ciertas capillas literarias alzaron la ceja en señal de desdeñosa admiración e incredulidad. La desconfianza de la reacción venía dada no por la figura de Mario Vargas Llosa en sí –incontestable como escritor y como lingüista- sino por “la ligereza”  de la ocurrencia del Gobierno.

Desde su enfrentamiento electoral contra Fujimori por la presidencia de Perú  a finales de los ochenta y comienzos de los 90  -y la derrota del escritor en la segunda vuelta-, Mario Vargas Llosa atravesó por un profundo período de reflexión. Fueron  años duros. No tenía nacionalidad, tampoco oportunidad de volver a su país. Fue justamente en esos años, 1993,  cuando adquiere la nacionalidad española.

Ahí reside gran parte del afecto que el escritor tiene por España. No sólo porque fue aquí, en una taberna de la madrileña calle Menendez Pelayo, donde comenzó a escribir su primera novela, La ciudad y los perros. No sólo por eso, sino porque en un momento en que se había convertido en un "paria" -como él mismo dice-, España le acogió con los brazos abiertos.

De esa época, Vargas Llosa salió  fortalecido en su papel de voz intelectual que contradice al poder, un derecho ganado en la batalla de su propia experiencia. Para muchos, era impensable que aceptara, porque la sola calidad de su obra le otorga la independencia necesaria para decir lo que quiera.

Para muchos, la participación del escritor en la gran política cultural de PP le hubiese acarreado "desasosiego"   y hasta "cierta infelicidad" en sus relaciones con España, hasta ahora plenamente libres y sin ninguna atadura más que sus intereses intelectuales.

Estas variables, conocidas por todo el entorno de Vargas Llosa, hacen pensar que el equipo de Rajoy había escogido al peruano sin tener una idea clara de a quién ofrecían el puesto ni de las razones que éste tendría para declinar la oferta como ya lo había hecho, en 1996, durante el gobierno de José María Aznar.  

Incluso, en su bibliografía el propio Nobel aclara que no volverá a participar más en política. Lo hace en el libro El Pez en el agua, unas memorias publicadas en 1993 donde habla de su  niñez y su vida, también de su oposición a las políticas estatistas del entonces presidente del Perú Alan García, la fundación del Movimiento Libertad, así como la posterior conformación del Fredemo y su participación de las elecciones presidenciales de 1990.

Personas ligadas al Instituto y a Seacex consideran que ésta fue una medida estrictamente publicitaria. “Un Nobel al frente del Cervantes nos dará más caché” es la expresión a la que remiten algunos para  criticar lo que a su juicio es el  "esnobismo" de los populares en un sector que desconocen.

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