España

Madina intentó renunciar a su candidatura horas antes de presentarla, pero Rubalcaba impidió su marcha atrás

El diputado vasco, Eduardo Madina, necesitó un empujón final antes de decidirse a competir por la secretaría general del PSOE. Lo recibió en la tarde noche del pasado jueves, en el madrileño Hotel Wellington, cuando confesó a su equipo de confianza que sufría mal de altura y carecía de fuerzas para encarar el desafío. Alfredo Pérez Rubalcaba frenó la espantada.

Los periodistas que a mediodía del viernes acudieron al Senado para presenciar la puesta de largo de Eduardo Madina como candidato a la secretaría general, quedaron atónitos al contemplar como el sudor corría por su rostro, a pesar de la potencia con la que corría el aire acondicionado. Tan generosa transpiración, que tuvo también como testigo de excepción el busto de Ramón Rubial, encontraba sus motivos en lo que había acontecido tan solo doce horas antes: el diputado vasco, 38 años a sus espaldas, reunió a su equipo de confianza en el madrileño Hotel Wellington para anunciarle que pensaba dar un paso atrás ya que no se sentía con fuerzas para afrontar esta batalla y veía imposible gestionar una candidatura de unidad. Madina vaticinó, además, que la andaluza Susana Díaz terminaría acabando con él, sobre todo después de negarse a tejer con ella los mimbres de un congreso en el que la presidenta de la Junta aspiraba a salir elegida por aclamación, sin tener que enfrentarse a contrincante alguno.

Rubalcaba, Elena Valenciano y el asturiano Javier Fernández convencieron a Madina para que no dejara al PSOE en ridículo

El mal de altura de Madina alarmó a su equipo y también a los pesos pesados del PSOE que han avalado su candidatura. Alfredo Pérez Rubalcaba, uno de sus principales muñidores, la todavía ‘número dos’ de Ferraz, Elena Valenciano, el presidente asturiano, Javier Fernández, y hasta la mismísima Susana Díaz, levantaron los teléfonos y se movilizaron un poco a la desesperada para enviar al angustiado diputado el mismo mensaje de advertencia: por decencia y también por el bien del partido, no podía dar marcha atrás. Si quería evitar el ridículo, tenía que presentarse.

Todos los 'barones' colgados de la brocha

Todos tenían motivos para convencerle. El propio Madina fue, el pasado 28 de mayo, el que irrumpió en los pasillos del Congreso de los Diputados para advertir que no competiría por la secretaría general si no se garantizaba el voto directo de todos los militantes. El revuelo que se montó fue morrocotudo porque la mayoría de los ‘barones’ regionales ya habían apostado públicamente por Susana Díaz como sustituta de Rubalcaba y ella había puesto como condición la retirada de escena de Madina y su elección por aclamación en el congreso extraordinario de julio. El envite del diputado vasco puso todo patas arriba y llevó a la presidenta andaluza, trece días después, a tirar la toalla, aunque sea de forma provisional. Todos los dirigentes regionales que la habían apoyado quedaron colgados de la brocha y ahora todavía trabajan para retomar posiciones.

El PSOE, a punto de rozar el esperpento

La secuencia de lo ocurrido explica por sí misma los nervios de última hora que el abatimiento de Madina suscitó en su equipo, poco antes de que estuviera todo preparado para anunciar su candidatura. ¿Cómo era posible que después de que el partido cambiara por su culpa todo el guion, ahora pudiera rozar el esperpento? A la misma hora en que el interesado confesaba en el centro de Madrid su miedo a batallar por la secretaría general, meditaba su retirada y provocaba la alarma en el PSOE, el economista Pedro Sánchez presentaba en la agrupación socialista de Alcorcón su tarjeta de visita a la militancia, con disparos muy certeros, nada improvisados, en la diana de su principal competidor. “Yo no tengo cargo orgánico, nunca he puesto condiciones para competir por la secretaría general, no haré campaña desde Ferraz [sede nacional del partido], sino en la calle, y no soy adalid del cambio generacional, sino de una alianza entre generaciones”. En otras palabras, Sánchez venía a acusar a Madina de estar incrustado en el ‘aparato’ que ha conducido al PSOE al cataclismo y de condicionar la forma de hacer el relevo, en contraste con alguien como él libre de ataduras orgánicas y fresco como una lechuga para competir en esta carrera sin exigir nada a cambio.

Madina ni siquiera ha encontrado calor para su candidatura en el Partido Socialista de Euskadi

Pavor escénico. Esto fue lo que retrasó hasta bien entrada la noche del jueves la convocatoria de Madina a los periodistas para anunciarles su paso al frente. Pedro Sánchez, que se ha definido como el “candidato de la carretera”, está dispuesto a que siga sudando la gota gorda hasta que el 13 de julio los 200.000 militantes se pronuncien. El canguelo del vasco sigue su curso: el pasado sábado, en el barrio bilbaíno de San Francisco, apenas notó el calor que esperaba de los suyos y ni siquiera el Partido Socialista de Euskadi (PSE) parece dispuesto a dar la cara por él. La dureza de la política.

Fuentes cercanas a Madina niegan que el diputado estuviera a punto de tirar la toalla el pasado jueves y recuerdan lo que él mismo dijo a mediodía del viernes en el Senado. “Ha recibido muchas presiones de todo tipo, algunas han hecho mella, pero su voluntad de presentar la candidatura siempre ha sido firme desde que se garantizó que el nuevo secretario general sería elegido por el voto directo de los militantes”.

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