No pudo con la presión. La actual alcaldesa ha vivido dos largos años infernales en la Alcaldía de Madrid. Víctima de una herencia endiablada, con el mayor déficit conocido en una capital europea, se tuvo que enfrentar, apenas aterrizó en el Palacio de Correos, con la tragedia del Madrid Arena, que tuvo que gestionar con unos equipos ajenos y no siempre leales. El tropiezo de la candidatura olímpica también era un proyecto de su predecesor, que defendió como pudo, sin éxito. Una huelga de limpieza, no sabiamente manejada, disparó su impopularidad hasta índices que ella nunca sospechó. Finalmente, el episodio de los árboles podridos, con dos muertes en dos meses, terminó por rebasar el límite de su paciencia. Hasta aquí hemos llegado. Y ha dicho adiós a su futuro en la Alcaldía.
Antes del verano ya tenía muy claro que no iba a seguir. Había hablado con su familia, había escuchado los consejos de su esposo, José María Aznar y había tomado la decisión ahora anunciada. No se sentía tampoco cómoda en un partido que no le respaldaba. Pese a su condición de mujer luchadora, se pensaba hostigada y hasta zaherida por los propios. Apenas recibía muestras de aliento y muy pocos hombros se ofrecían para apoyarla.
Un símbolo en peligro
Hasta que llegó el susto de las europeas. El PP sufrió una abandono de más de 2,5 millones de sus votantes y los cuarteles generales de Génova y Moncloa empezaron a ponerse nerviosos. La plaza de Madrid, símbolo del poder territorial del PP, corría peligro en la cita de las autonómicas y municipales. En especial, el Ayuntamiento, santo y seña del partido y pieza clave también en el voto de la Comunidad.
No daba muy bien Botella en las encuestas del partido en las que aparecía a años luz de poder repetir una mayoría absoluta. Rajoy estaba seriamente preocupado con la perspectiva de una derrota en Madrid. Antes del verano, algunos emisarios de Génova le sugirieron a la alcaldesa la necesidad de una reflexión sobre su futuro. No quería el presidente del PP una salida traumática. No es su estilo. Rajoy se desprende de los suyos sin ruido, sin estridencias. Es un maestro en soltar lastre sin hacer ruido.
Encuestas hostiles
A la vuelta del verano, la alcaldesa ya había decidido su futuro. Pese a que había conseguido reducir en forma palmaria el déficit de la ciudad, pese a que la sentencia del Madrid Arena no había condenado a ningún cargo político del Ayuntamiento, pese a que incluso el episodio de los Juegos había detectado ya el blanco responsable, nada de eso contaba. Las encuestas no le sonreían. Quizás ella tampoco ha sido muy dada a las sonrisas. Botella carece de eso que se denomina 'tirón popular' o carisma. Cierto que su cargo estaba erizado de espinas y de contratiempos. Pero su sintonía con la calle resultaba un empeño imposible. Había llegado a la alcaldía tras la espantada de Gallardón rumbo al Ministerio, dejando la ciudad hecha una ruina económica. Soñó en algún momento con ser la candidata. Tan sólo un espejismo.
El fin de semana pasado, cuentan en su entorno, ya había decidido dar el paso al frente y comunicar su abandono. No pensaba hacerlo pública tan pronto pero la segunda muerte de un ciudadano por el desprendimiento de una rama de árbol precipitó su salida. Un auténtico mazazo. Seguramente una fatalidad que los vecinos de Madrid, jaleados por unos medios generalmente muy hostiles, habían entendido desde el primer momento como fruto de la desidia, la ineficacia o los recortes municipales.
La llamada a Rajoy
El martes por la mañana habló con Rajoy para explicarle sus planes. El presidente del Gobierno se lo esperaba. Le dio las gracias y palabras de ánimo. Seguramente, en un futuro próximo, le agradecerá de alguna forma el gesto.
La renuncia de Botella coincide en el tiempo con el traspiés judicial de Esperanza Aguirre a quien un juez de la Audiencia de Madrid ha decidido elevar a la categoría de 'delito' el futuro juicio sobre su incidente con unos agentes de movilidad. Un episodio muy extraño con una decisión judicial pasmosa, si se tienen en cuenta los antecedentes del titular del tribunal.
Aguirre era la candidata favorita en las encuestas para asumir la cabeza en la lista a las municipales. Habrá que ver si este asunto altera esos planes. Cristina Cifuentes, actual delegada del Gobierno, también figura entre los nombres posibles. Lo de Soraya Sáenz de Santamaría sonaba a puñalada de compañero de partido hasta que, en el último Consejo de Ministros, esgrimió una respuesta ambigua que muchos no supieron descifrar.
También existe la posibilidad, muy de Rajoy, de que busque en otras latitudes y se incorporen otros postulantes ajenos al devenir de las quinielas. Todo está abierto y, como ha dicho este lunes el propio presidente del Gobierno a su ejecutiva, no hay prisa. Las listas se cerrarán cuando convenga, en línea con lo ocurrido con Arias Cañete.