Hace dos años, tal fecha como hoy, se decretaba en España el estado de alarma después de que, días antes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciara la pandemia por covid-19 alterando drásticamente la vida de millones de personas de todo el mundo por la aparición de un nuevo coronavirus. Desde entonces, más de 11 millones de españoles se han infectado con el SARS-CoV-2 y ha habido que lamentar el fallecimiento de más de 100.000 personas en nuestro país. Tras seis grandes olas parece que la incidencia está más controlada; aunque los expertos piden no bajar la guardia y mantener medidas efectivas, como el uso de mascarillas en interiores.
De hecho, esta semana, Tedros Adhanom, director de la OMS, reconocía que “aunque los casos y muertes reportados están disminuyendo a nivel mundial, y varios países han levantado las restricciones, la pandemia está lejos de terminar”. El SARS-CoV-2, comúnmente identificado como covid-19 o coronavirus, ha provocado la crisis sanitaria más devastadora del siglo XXI con consecuencias sociales y económicas de las que todavía hay que recuperarse.
Ante un problema de este calado, gobiernos de todo el mundo, profesionales sanitarios y población general tuvieron que encarar en tiemporécordsituaciones excepcionales con cifras de contagios, hospitalizados y fallecimientos nada fáciles de paliar y gestionar. A lo largo de estos dos críticos años, se ha visto en primera persona a la ciencia como aliado, a la medicina en acción y al sector investigador más activado que nunca para ofrecer una solución eficaz a la gran salud pública mundial.
Una carrera contrarreloj en la que se han autorizado más de cinco opciones de vacunas, entre ellas la de Pfizer-BioNTech, AstraZeneca o Moderna, y que han permitido desarrollar en España estrategias preventivas masivas en todas las comunidades autónomas con el objetivo de que, en la mayor parte de la población posible, la infección no evolucione a mayor gravedad o, en el mejor de los casos, que se supere la infección con efectos similares a los de un constipado.
Tratamientos
Incuestionable ha sido también el papel que han tenido los tratamientos para combatir los estragos de esta pandemia que, en las primeras olas, provocaron una saturación de los servicios sanitarios de la que aún nos estamos recuperando.
En la actualidad solo hay un antiviral autorizado en más de 50 países, remdesivir de Gilead, desarrollado en un principio para luchar contra el ébola, que mantiene su eficacia contra las diferentes variantes de la Covid-19, incluidas la delta y ómicron.
De hecho, tanto en Europa como en Estados Unidos, sus autoridades sanitarias han ampliado su indicación para incluir tanto a los pacientes con necesidad de oxígeno suplementario como para aquellos con riesgo de progresión severa de la enfermedad. Además, en este tiempo, Europa ha autorizado otras terapias, incluidas los anticuerpos monoclonales o inmunopresores como baricitinib, y alguna más está en camino.
Las terapias para combatir a este virus y a pesar de la bajada en la incidencia, siguen siendo claves para el control de esta pandemia. En particular, lo son para la atención y abordaje de las personas con síntomas severos, que requieren hospitalización o que tengan riesgo de progresar a fases más complicadas de la enfermedad. Es aquí, además de en la vacunación, donde la industria farmacéutica está poniendo el foco y consiguiendo importantes avances en el tratamiento de la infección por SARS-Cov-2.
Al igual que ocurre con otras enfermedades, vacunas y tratamientos deberán seguir conviviendo también en la fase de “gripalización” o endémica de la enfermedad. Por ello, se necesita seguir evaluando y optimizando el uso de los fármacos autorizados e invertir en nuevas investigaciones que favorezcan vías de administración más sencillas y sigan ayudando a reducir la estancia hospitalaria de los pacientes en los centros, de los pacientes ambulatorios y, también, de los no ambulatorios.