Ione Belarra, la nueva secretaria general de Podemos, tiene por delante muchos retos y un objetivo claro: evitar la disolución de la formación morada tras la salida de Pablo Iglesias. La cuestión de la supervivencia para un partido nacido en 2014 y que deberá medirse con las urnas después de cogobernar con el PSOE en posición claramente subalterna es la verdadera incógnita que medirá el liderazgo de Belarra.
Los primeros pasos de la nueva secretaria han sido modestos. Belarra no ha despuntado en las semanas previas a su nombramiento, oficializado este domingo después de la cuarta Asamblea Ciudadana, que se ha celebrado en Alcorcón. Belarra es mucho menos conocida que Iglesias y no tiene el impacto de Irene Montero. Así que la cúpula de Podemos ha intentado impulsar su imagen pública pero el resultado no se puede considerar de momento satisfactorio.
La cuarta Asamblea Ciudadana ha sido la más bronca de todos los congresos de Podemos. Y la con menos presencia de público. Uno o dos centenares de personas se han reunido para escuchar el pasado sábado la ponencia de los defensores de Belarra y de su opositor, el crítico Fernando Barredo. Contra Barredo, que acusó desde el escenario al partido de ser antidemocrático, llovieron gritos y abucheos. Mientras que la dirección nacional logró evitarlos para la lista oficialistas. Aunque en las horas previas temieron lo peor. Prueba de ello es que el pasado sábado Belarra evitó incluso acudir al congreso, plantando a sus rivales y dejando el escenario a los dirigentes que la apoyan.
Tendencia a la baja
Las imágenes de Alcorcón con un puñado de militantes bajo el sol han sido acogidas con preocupación por varios miembros de Podemos. En Vistalegre II de 2017, acudieron al congreso unas 10.000 personas. En la votación que se ha realizado por Internet han participado 53.500 inscritos, el número más bajo de siempre. En Vistalegre II fueron más del doble. Todos estos elementos juntos ponen sobre la mesa la cuestión de la supervivencia, o más de la posible “disolución” en el corto plazo del partido. A todos los niveles, esta es la cuestión que se abordará en la primera etapa de Podemos sin Iglesias.
“La tendencia está clara”, resumen algunos. Estas fuentes comentan que “si nunca vas arriba” en primarias, en militancia, en convocatorias electorales, es necesario analizar el peligro real de implosión. Iglesias se ha alejado de todo. El ex secretario general lo dejó claro cuando abandonó el gobierno para ser el candidato de Unidas Podemos el 4-M, tras un choque con Irene Montero y otros miembros de su cúpula. “Ahora os apañáis”, fue el sentido de su mensaje final.
Choque con el sistema
Belarra ha prometido que quiere afianzar el modelo bicéfalo con Yolanda Díaz en el gobierno, y ella en el partido. A la vez, quiere reactivar los círculos, que casi no existen. E intentar volver a despertar el interés de los jóvenes para una marca muy desgastada. A medida que Podemos ha entrado en las instituciones, el voto de los jóvenes ha ido bajando. A nivel demoscópico, los mayores se están convirtiendo en su principal músculo electoral. Para algunos socialistas, Podemos promueve políticas en economía contrarias a los jóvenes, y de ahí su desencanto.
Sea como fuere, el nuevo ciclo de Belarra se presenta como una encrucijada. En 2019, cuando Errejón abandonó Podemos, un núcleo importante de dirigentes pidió a Iglesias mantener el diálogo con su exnúmero dos, so pena asumir que la formación morada podía desaparecer. El tiempo está dando la razón a estos dirigentes. Mientras tanto, Podemos ha entrado en el Ejecutivo e Iglesias ha salido de la política. Ione Belarra acaba de heredar un partido que ha modificado la política española de la última década, pero que corre el peligro de pasar a la historia como un simple meteorito que chocó contra el sistema y se desintegró al hacerlo.