En el film 'El sirviente', de Joseph Losey, un mayordomo conseguía dominar por completo la vida del señor al que servía aprovechándose de su debilidad. Una relación que recuerda en parte a la dinámica establecida entre el nuevo Govern, presidido por Salvador Illa, y sus socios secesionistas de Esquerra Republicana y Junts per Catalunya -Sánchez mediante-. Y es que, aunque nominalmente es Illa el que ostenta el poder en Cataluña, su fragilidad parlamentaria y los pactos del PSC y del PSOE con las formaciones nacionalistas le dejan un estrecho margen de maniobra, habiendo de seguir en gran medida el itinerario político trazado por éstas últimas. Una dependencia que ayer se hizo manifiesta, de nuevo, en el segundo día del debate de política general celebrado en el Parlament.
Esta subordinación se hace patente, en primer lugar, en su plan de gobierno, intercambiable con el de los neoconvergentes o republicanos si exceptuamos el referéndum que reclaman estos -y que el PSC reivindicó en los primeros años del 'procés'-. Así, Illa se comprometió otra vez ayer a desplegar con firmeza un cupo catalán pactado con Esquerra -del que garantizó su "solidaridad" y su raigambre "izquierdista"- y su plan de choque para favorecer el monolingüismo en catalán -cuya 'Consellería' lingüística recién creada fue una contraprestación de los socialistas a los republicanos, según reconoció en el debate el propio 'president'-.
Pero esta relación particular también se evidenció en el tono y lenguaje que empleó Illa con sus distintos interlocutores políticos en el debate. Es cierto que el 'president' dispensa un trato invariablemente amable a sus adversarios -hasta el extremo que el 'popular' Alejandro Fernández confesó que "tanta amabilidad" le generaba recelo-. Pero las palabras que escoge para dirigirse a unos y otros son sustancialmente diferentes. Por ejemplo, en relación a Vox, el dirigente socialista no dudo en integrarles dentro de la ola "autoritaria y reaccionaria" que asola Europa. Y por la tarde, en otra de sus intervenciones, admitió que ante el "discurso de odio" de Garriga había tenido que "morderse la lengua".
En cambio, en su respuesta al presidente de los neoconvergentes en la cámara, Albert Batet, Illa ensalzó el "servicio al país" de 'expresidents' como Pujol, Mas, Torra y Puigdemont, que lo "hicieron lo mejor que podían y sabían" -y a los que ya había rehabilitado con sus reuniones en el Palau de la Generalitat-. Cabe decir que cada uno de ellos, al margen de sus problemas con la justicia, han pronunciado palabras asimilables a los "discursos de odio" que remueven a Illa.
A saber: Pujol se refirió al "hombre andaluz" como la muestra de "menor valor social" de España; Mas afirmó que los niños sevillanos hablan castellano pero "no se les entiende"; Torra llamó "bestias taradas" a los catalanes castellanohablantes, y Puigdemont pidió siendo alcalde "expulsar a los invasores" españoles de Cataluña-. Sin olvidar que algunos diputados neoconvergentes han tildado de "colonos" a los catalanes con orígenes en el resto de España.
Igualmente, no pasó inadvertido su reiterado empeño en contentar tanto a republicanos como neoconvergentes. A los primeros, como ya había enfatizado el día anterior, les prometió "dejarse la piel" para que el cupo independentista -al que ERC se refirió como "concierto económico"- se cumpla a rajatabla en los términos y calendario acordados. Y ante los segundos, enumeró las cesiones que los nacionalistas debían a los socialistas, citando la "amnistía" a los autores del 'procés', el "traspaso de Rodalies" o la "financiación singular". "¿Le ha ido mal a Cataluña con Pedro Sánchez?", preguntó a modo de conclusión.