Cataluña lleva soportando las derivas independentistas desde aquel 6 y 7 de septiembre, en la que se rompió el poder establecido y la gente tomó las calles para dar gritos a favor de la república catalana. La sociedad catalana, mayoritaria aunque algunos lo quieran negar, que no es independentista, tuvo que convivir con vecinos, amigos, familiares y conocidos que estaban envalentonados por una utopía.
Esta parte de la población catalana ha aguantado estoicamente insultos y desprecios. Con el tiempo el llamado “soufleé” a bajado y la calma había vuelto a la ciudadanía. Desde hace un tiempo estaba decreciendo la presión de lazos amarillos y todo lo vinculado con el llamado procés.
La tranquilidad quedó rota cuando Torra decidió balcanizar el conflicto catalán. Este riesgo ha hecho meditar a más de uno. Lo cierto es que la sociedad está dividida. Hay un sector importante que no se cree nada. Que no se lo toma en serio. La verdad es que, desde la época de Artur Mas, en los medios de comunicación han aparecido muchas vías: Quebec, Escocia, y ahora Eslovenia. La llamada “hoja de ruta” se ha cambiado día si, día también. La improvisación es una constante. Lo fue con Mas, siguió con Puigdemont y ahora con Torra.
Medios de comunicación
Para la sociedad catalana el problema no son los políticos, que también. El mayor problema son los CDR y los medios de comunicación. Sobre todo TV3. Para muchos no es normal que en un programa, dirigido por Helena García Melero, se incite a la rebelión el 21-D. Lo mismo ocurre en otros programas de esta cadena pública. La provocación es constante. Cada programa lanza su eslogan en contra de España y de aquellos que no piensan como ellos.
Y si fuera el problema TV3, con no verla habría bastante, pero luego está la calle y los CDR. Grupos organizados por ex-miembros del Terra Lliure, -Fredi Bentanachs- que tienen la violencia como bandera. Bentanachs se ha grabado en vídeo para advertir que si se ha de entrar en el Parlament, se entra, y si se ha de ocupar, se ocupa, "pero no se entra y se rompe una cristalera para salir corriendo, porque es una banalización total del movimiento". Y recuerda, "no he renunciado nunca a nada en la lucha".
Imágenes como las vistas por las televisiones asustan, sobre todo a las personas mayores. Hechos ya vividos antaño los vuelven a ver hoy en día. La paz y la tranquilidad ganada a pulso se está destruyendo por una quimera de unos señores que piensan en ellos. La gente mayor no comprende este tema del procés. Nunca habían vivido cosas iguales. Recuerdan que siempre hubo algún independentista, pero lo de ahora los sobrepasa.
Existen riesgos
Balcanizar Cataluña es una locura. ¿Existe ese riesgo? Esa es la gran pregunta. Pocos consideran que se llegue a una situación así. Confían en España y en la Unión Europea. Muchos confían o desean que no los dejen solos. Algunos se han reconvertido en radicales y, si en su día aplaudieron a medias el 155 de Rajoy, hoy están deseando que Pedro Sánchez lo vuelva a aplicar y que vuelva la normalidad a su tierra.
La pregunta que se repite es ¿cómo hemos llegado a esta situación? Y tienen mucha razón. La dejadez ha provocado este caos. Lo que si coinciden es que el problema es político. No saben si de los catalanes, de los españoles, o de los dos. Ahora bien, los menos culpables son la sociedad catalana que, desde antaño, ha convivido en paz y tranquilidad.
Riesgo a que Cataluña se balcanice
Si bien es cierto que hay un grupo de personajes anti-sistema, como los CDR, que no piensan en la independencia catalana, sino en reventar las estructuras existentes porque desean establecer el anarquismo, pueden envalentonarse, la cruda realidad es que son muy cobardes. En grupo son muy valientes. En solitario no son nada. Por eso, a pesar de la violencia colectiva, se tiene la esperanza que no vayan más allá.
Si bien es cierto que hay un temor en la sociedad catalana, también hay esperanza. Se confía en las instituciones. Se espera que el gobierno de España actúe para salvar a los catalanes. Se confía en la Unión Europea. Y,aunque menos, se confía que los dirigentes catalanes no sean tan suicidas como para provocar la destrucción de un estado de bienestar conseguido con el esfuerzo de todos. Los de aquí y los de ahí levantaron una comunidad líder en muchas cosas. Todo esto no puede desaparecer por la locura de unos pocos