La torre de refrigeración de una central nuclear es su elemento más simbólico y el que más sensación de contaminación da para aquellos que desconocen esta tecnología. La torre de la central de Ascó se sitúa en la ribera del Ebro y comparte el río con hectáreas de viñas que producen los vinos de la denominación de origen del Priorat. “Poco contaminante debe ser, entonces”, comenta uno de los trabajadores de la central en su entrada. “Aunque en unos años, si nada cambia, todos nos dedicaremos al vino”, bromea.
Una broma, que tiene parte de mensaje de frustración. Porque esta central que da empleo a este trabajador y a otras 1.040 personas, cerca de 1.200 cada 18 meses por la recarga, tiene fecha de caducidad. El reactor uno se tiene que apagar el 2 de octubre de 2030 y, el dos, dos años después. Un escenario similar a las cuatro centrales restantes que iniciarán su apagado en 2027 y se apagarán definitivamente en 2035.
Unas fechas que empujan al Foro Nuclear a abrir las puertas a un grupo de periodistas de Ascó para explicar lo que hacen, cómo lo hacen y por qué debería replantearse el fin de las nucleares en España. La visita, entre estrictas medidas de seguridad, está liderada por Anav. Una empresa que comparten Endesa con Iberdrola, ya que es la primera la que controla la participación mayoritaria, y que opera tanto Ascó como el reactor dos de Vandellós.
“Nosotros seguimos operando con total normalidad”, comenta Montse Godall, responsable de Comunicación y Relaciones Externas de ANAV, mientras comparte las medidas de seguridad que se deben seguir para entrar en la central. “Mantenemos nuestro plan de inversión, con la vista puesta en el largo plazo y sin que el calendario de cierre influya en esta compleja operativa”, añade.
Para ANAV y Foro Nuclear, la crisis energética que arrancó en 2021 con los altos precios del gas, y que se ha descontrolado con la guerra en Ucrania, es una señal inequívoca de que centrales como la de Ascó deben alargar su vida. “La nuclear da certidumbre de precios, pero, sobre todo, asegura el suministro de electricidad como ninguna otra tecnología”, defiende en el inicio de la visita Ignacio Araluce, presidente del Foro Nuclear.
“Una olla grande”
Una vez informados del peligro, empieza la visita. Se sortean varias líneas de vallas, rodeadas de cámaras y controles de accesos, con seguridad privada y una patrulla de la Guardia Civil. Un control que sube la exigencia de lo que se vive en los aeropuertos. Ya dentro, la famosa torre de refrigeración queda en un segundo plano y lo que más llama la atención es el reactor que, en el caso de Ascó, son dos reactores. “Esto es una olla grande”, tranquiliza uno de los trabajadores. Una olla de 1.000 megavatios (MW) y que ofrece una comparación sencilla para entender su funcionamiento.
Mientras las ollas calientan agua para cocinar al vapor, las centrales usan el vapor para mover una turbina y generar electricidad. La olla calienta el agua con el calor de la vitrocerámica o un fuego de combustión, las centrales nucleares realizan la misma labor con la energía que genera descomponer núcleos de uranio o plutonio, la denomina fisión nuclear, que es la parte compleja de todo el proceso y que el sector detalla en profundidad en este enlace.
El reactor no se permite ver, pero nos lo describen en la visita como “un laboratorio dentro de una piscina”. Donde sí se puede pasear es por las turbinas, el corazón de la central donde el calor se convierte en electricidad. Todo se produce alrededor de un enorme laberinto de tuberías de varias plantas llevan el agua caliente y fría donde deben.
“Hay un circuito sucio que no se relaciona con el agua limpia del Ebro, esto permite que esta tecnología sea 100% limpia”, comenta Araluce. Con esta receta, Ascó lleva producidos desde 1984 más de medio millón de gigavatios hora (GWh) de electricidad. Una generación que sería equivalente a dos años del consumo total de electricidad en España y a once de Cataluña.
Tampoco la visita permite visitar la sala de control. El centro de operaciones de una central nuclear y donde todo se pone rojo en las ficciones que narran lo vivido en Chernobyl o Fukushima. “Todas las centrales a nivel mundial compartimos en el programa experiencias operativas y lecciones aprendidas, para seguir desarrollando nuestra seguridad”, comenta Montse Godall. Uno de los acontecimientos recientes ha sido la parada de gran parte de la red de centrales de Francia por precaución. “Su aviso permitió a España asegurar que sus centrales no compartían las mismas grietas y seguir operando”, puntualiza Araluce.
‘Operador nuclear’
Una forma de entrar a la sala de control de Ascó, aunque de forma virtual, es de la mano de Alfredo García. Más conocido a nivel mediático como ‘Operador nuclear’ por ser uno de los principales divulgadores de la energía nuclear en España. En este caso, habla desde su centro de trabajo porque es uno de los operadores de la central nuclear de Ascó y, con una simulación de la sala, comparte con los presentes su día a día.
Aunque también tiene tiempo para ponerse el chaleco de ‘Operador nuclear’. “El eslabón más débil de la energía nuclear en España es la clase política”, señala Alfredo García. “Si cerramos centrales nucleares vamos a quemar más gas. El rival de la nuclear no son las renovables, es el gas y el carbón”, añade.
Una charla que le permite entrar, analizar uno de los temas más controvertidos del sector: qué hacer con los residuos de ese combustible que calienta el agua. El experto ve “poco eficiente” y un “derroche de dinero”, de más de 2.000 millones, el cambio del actual Gobierno de construir siete almacenes temporales descentralizados (ATD) en vez de un almacén temporal centralizado (ATC), como estaba pactado hace 20 años.
‘Operador nuclear’ insiste en que la clave es mantener la apuesta por las nucleares. “Una central como esta (Asco) no tiene fecha de caducidad y podría funcionar 80 años, mientras se sigan revisando y acometiendo inversiones en mejora de la seguridad”, comenta con este medio. “El impacto socioeconómico del cierre de Ascó es muy grande. Las cifras que se están compartiendo desde Almaraz reflejan la importancia que tiene para una región acabar con un motor económico tan importante”, explica el Alfredo García.
Almaraz ha proyectado en un informe reciente que se acabarán 800 puestos de trabajo, a los que habría que sumar 1.200 más que se incorporan durante las labores de recarga. Además, los doce ayuntamientos de la central extremeña perderían el 60% de sus presupuestos municipales: dejarían de recibir 15 millones de euros anuales.
Unas cifras que hacen prepararse Ascó para 2031 y esperar que los aerogeneradores que rodean la central acudan al rescate eléctrico de la región cuando la central se apague.