Rajoy había dado la orden a su comité electoral de que se buscara un hueco a todos los ministros del Gabinete como cabezas de lista en las generales. En efecto, así se hizo. Todos encontraron cobijo salvo dos: Cristóbal Montoro e Isabel García Tejerina. El caso de la titular de Agricultura no llamó la atención. Pretendía ir por Valladolid, su territorio natural, pero allí se topó con Juan Vicente Herrera, un barón con peso específico suficiente como para imponer al veterano Tomás Burgos, secretario de Estado de Seguridad Social. La ministra, pues, pasaría a las listas de Madrid.
Más arduo fue el pulso por la plaza destinada a Cristóbal Montoro, uno de los ministros más activos en estos cuatro años de gestión del PP. El titular de Hacienda comentaba, en privado, a primeros de octubre, que confiaba en repetir como cabeza de lista por Sevilla, pero se encomendaba a la 'divina providencia' del partido, es decir, a Mariano Rajoy, con quien siempre ha mantenido unas relaciones excelentes. Pero se topó con dos problemas superlativos. Juan Manuel Moreno, líder regional de su formación, no contaba con él. Había reservado Sevilla para Juan Ignacio Zoido, exalcalde de Sevilla y uno de los políticos populares con más tirón en Andalucía. Moreno ha conseguido llevar a cabo la renovación más importante de su partido en estas listas electorales. No sólo pulverizó a la supuestamente intocable Celia Villalobos, que fue relegada al segundo puesto en Málaga, sino que cambió a cinco de los siete puestos en disputa.
Juan Manuel Moreno, líder regional del PP en Andalucía, había reservado Sevilla para Juan Ignacio Zoido
Respetó a Rafael Hernando, portavoz en el Congreso, en su silla de Almería y tuvo que asumir la continuidad de la eterna Teófila Martínez en Cádiz. El resto, son novedades. Zoido en Sevilla, Nieto en Córdoba, Fernández de Moya en Jaén, Rojas en Granada y García Urbano en Málaga. ¿Y Montoro? ¿Qué pasa con Motoro? Montoro se tiene que quedar fuera, no cabe en Andalucía, vino a subrayar Juanma Moreno, firmemente apoyado por Jorge Moragas, el arquitecto de la campaña electoral del partido y principal valedor del líder andaluz. Montoro produce rechazo, no atrae votos ni siquiera en su tierra, decían los dirigentes populares, y lo mejor es sacarlo de aquí y esconderlo en otras listas. "De cabeza de lista, imposible", dijeron en Génova. Hasta Catalá fue acogido en Cuenca y Méndez de Vigo en Palencia. Pero Montoro se quedaba fuera.
El tremendo resbalón
Todos miraron a Rajoy, a la espera de su reacción. Tejerina podía aparecer en cualquier lado, ha sido una ministra cumplidora, eficaz, pero de bajo nivel. Montoro, sin embargo, se ha dejado la piel en su batalla por sacar adelante un empeño casi imposible como era el de reducir en cinco puntos el endiablado déficit. Pero al titular de Hacienda le perdió, como casi siempre, su incontinencia verbal, algo que Rajoy no soporta. A mediados de octubre, el ministro de Hacienda cometió un grave error. Concedió una entevista a El Mundo en la que se despacha a gusto contra compañeros de Gobierno, de partido y público en general. Menos con Rajoy, naturalmente, se cebaba con medio organigrama del partido. Tenía artillería para todos: Aznar, Rato, Guindos, García-Margallo y, especialmente, para los nuevos dirigentes de Génova, los 'jóvenes leones' de Moragas. "Hay compañeros que se avergüenzan de ser del PP", dijo en su singular vendetta periodística.
"Más le valdría haberse mordido la lengua", comentó esa misma mañana un poderoso dirigente del partido. Sáenz de Santamaría fue consultada antes de la publicación de esa ácida entrevista y, cuentan en el entorno del ministro, dio su visto bueno. En Moncloa se avisó que iba a hacer declaraciones, pero no se le dio importancia. Imposible predecir que Montoro había perdido el oremus. Lo más grave del caso es que nada sabía Rajoy de todo este embrollo. El presidente se encontraba en Nueva York, presidiendo el Consejo de Seguridad de la ONU, una sesión que el jefe del Ejecutivo español consideraba de enorme trascendencia. El lenguaraz Montoro se llevó el santo y la limosna. Arrasó con los titulares de los medios, se convirtió en protagonista absoluto de la jornada y envió a Rajoy al cuarto trastero de las noticias. Un disparate, un paso muy mal medido, un resbalón de los que pasan factura.
La entrevista en 'El Mundo" convirtió a Montoro en protagonista absoluto de la jornada y envió a Rajoy al cuarto trastero de las noticias
Los días posteriores fueron de contrición. La tormenta resultó de tal magnitud que Montoro se achantó. Dotado de escasa habilidad para la dialéctica, ('lo mío son los números y el powerpoint', llegó a esgrimir, azorado y compungido), pretendió limar las aristas más afiladas de sus comentarios. La estrategia no funcionó. El mal ya estaba hecho. Rajoy había tomado nota, y no perdona. Había pisado demasiados callos en el momento menos oportuno. Había dejado de ser un ministro intocable. Ni siquiera Sáenz de Santamaría, su valedora, hizo amago de protegerlo. El G-7, ese grupo de ministros próximos al presidente, le atacó con fireza. La suerte estaba echada.
No lo quería Moreno Bonilla en Sevilla, donde ocupó la cabeza de lista en las anteriores generales. Ni siquiera en Jaén, su tierra. Nadie le defendió. En Génova se la tenían guardada y el pulgar se inclinó hacia abajo. Montoro perdió su silla en Sevilla y está ahora a la espera de un rinconcillo amable en las listas de Madrid. Rajoy mirará por él. Le estará agradecido por su entrega en la cartera más inhóspita del Gobierno, por su personal sacrificio, siempre en el furgón de cola del CIS, por su trabajo y entrega personal. Pero en la nueva etapa del PP, que arrancará el mismo día 21 de diciembre, Montoro ya no será el mismo. Acaricia la idea de repetir cartera, de seguir en el Gobierno en el caso de que Rajoy logre mantenerse en la Moncloa. De momento, tendrá que dar gracias de conservar un escaño en el Congreso. Todo lo demás es una incógnita. Pero el intocable Montoro ha quedado, en el momento supremo del reparto de papeles en las listas, al nivel modesto de García Tejerina, una ministra casi recién llegada, sin ínfulas particulares, sin ambiciones destacadas y feliz de aparecer, si se tercia, en la papeleta de Madrid.