El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha vuelto a situarse en el epicentro del debate sobre las relaciones entre la Unión Europea y China, en un contexto marcado por las tensiones comerciales y geopolíticas.
Desde su encuentro con Edmundo González y el voto del PSOE de no reconocerlo como presidente electo de Venezuela a su reciente visita a China, donde mantuvo reuniones con el presidente Xi Jinping, así como con empresarios españoles y chinos. Esta última visita ha sido vista por algunos como una jugada maestra de diplomacia económica. Sin embargo, a simple vista se ve que Sánchez continúa usando la política exterior en beneficio propio, priorizando sus intereses por encima de las directrices comunitarias, especialmente en lo que respecta a la delicada cuestión de los aranceles a los coches eléctricos fabricados en China.
La Unión Europea ha estado preparando una batería de medidas para regular la importación de coches eléctricos procedentes de China, bajo el argumento de que Pekín subvenciona su producción, lo que desvirtúa la competencia en el mercado europeo. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, advirtió en su discurso ante el Parlamento Europeo: “Los mercados globales están inundados de coches eléctricos chinos más baratos. Su precio se mantiene artificialmente bajo gracias a enormes subvenciones estatales. Esto está distorsionando nuestro mercado”.
En respuesta, la Comisión Europea inició una investigación que concluyó en la imposición de aranceles que oscilan entre el 17,4% y el 37,6%, dependiendo de las marcas. Los primeros aranceles entraron en vigor el pasado 5 de julio. No obstante, Pedro Sánchez parece haber ignorado las advertencias de Bruselas, optando por una política exterior que prioriza la cooperación con China, sin poner demasiada atención a las sanciones impuestas por la UE.
En su última visita a China, Pedro Sánchez mostró una postura positiva y cooperativa en su discurso oficial, pero que tampoco sorprendió en España. El presidente ejerció su postura de "portavoz" de la UE, que últimamente se ha convertido en la tónica de su discurso. De hecho, durante su estancia, el presidente español visitó el clúster empresarial tecnológico de Kunshan y mantuvo encuentros con empresas tanto españolas como chinas. En su balance del viaje, subrayó el “enorme potencial de crecimiento” en la relación entre España y China, destacando los acuerdos alcanzados en sectores como el hidrógeno verde y la tecnología innovadora.
Uno de los logros más presumidos por el Gobierno fue la firma de un Memorando de Entendimiento con la empresa Envision, que comprometió una inversión de mil millones de dólares en la construcción de una planta de producción de electrolizadores en España, como parte de los esfuerzos para desarrollar hidrógeno verde. Este acuerdo, junto a otros siete firmados durante la visita, pone de manifiesto el interés de Sánchez por estrechar lazos con China, pero bajo sus directrices y lejos de las normativas que impone la Unión Europea.
Mientras la Comisión Europea trabaja para frenar las importaciones chinas de coches eléctricos mediante la imposición de aranceles, Sánchez ha optado por abrir puertas al gigante asiático, evitando mencionar de manera directa la cuestión de los aranceles en sus intervenciones.
Política exterior de conveniencia: ¿diplomacia o estrategia personal?
El enfoque de Sánchez hacia China se puede ver como una "diplomacia de conveniencia". Aunque públicamente se ha alineado con la postura oficial de la UE en temas como la guerra en Ucrania y el cambio climático, su actitud hacia las medidas comerciales, como los aranceles al coche eléctrico, se trata de una estrategia centrada en el beneficio propio. Sánchez ha enfatizado desde China la importancia de “tender puentes y construir una relación sólida y cooperativa” con el gigante asiático, pero ha evitado pronunciarse sobre las tensiones comerciales generadas por las subvenciones estatales chinas a sus fabricantes de vehículos eléctricos.
Este enfoque ha generado críticas, especialmente por parte de algunos sectores de la UE, que ven en la actitud de Sánchez un intento por desmarcarse de las directrices europeas. La Comisión Europea ya había advertido que los coches eléctricos chinos representan una amenaza significativa para la industria europea, con una previsión de que alcancen el 25% del mercado europeo en 2024, lo que ha llevado a muchos países a respaldar los aranceles como una medida de protección de la industria automotriz continental.
Los aranceles a los coches eléctricos: una medida no respetada por Sánchez
La decisión de la Comisión Europea de imponer aranceles adicionales a los vehículos eléctricos chinos ha sido recibida con posiciones encontradas dentro de la UE. Mientras que Francia, Italia y España, al menos en teoría, han apoyado la medida, Alemania ha abogado por una solución negociada con Pekín, temiendo las represalias comerciales que puedan afectar a su industria automovilística de lujo.
Bruselas ha justificado estos aranceles con base en los resultados de la investigación que demostró que los vehículos chinos se venden a precios considerablemente más bajos debido a las subvenciones estatales, lo que perjudica a los fabricantes europeos. Como resultado, los nuevos aranceles añadirán entre un 17,4% y un 37,6% al coste de los coches eléctricos fabricados en China. Para marcas como BYD, el aumento del precio rondará los 7.000 euros para un vehículo de 40.000 euros, mientras que para modelos de MG, el encarecimiento podría superar los 15.000 euros.
Estas medidas, aunque proteccionistas, han sido vistas como necesarias por varios Estados miembros para salvaguardar la competitividad de sus industrias nacionales. No obstante, el propio Sánchez parece haberse desmarcado de esta narrativa en su visita a China, priorizando la cooperación económica y evitando hacer eco de las sanciones impuestas por Bruselas.
Las represalias de China: un nuevo frente en la guerra comercial
La respuesta de China a los aranceles europeos no se ha hecho esperar. Pekín ha amenazado con tomar represalias contra varios productos europeos, entre ellos la carne de cerdo y algunos productos alcohólicos, como el brandy francés. España, uno de los principales exportadores de carne de cerdo a China, se encuentra en una posición especialmente vulnerable ante estas amenazas. El país asiático es el principal destino de las exportaciones porcinas españolas, con más de 560.000 toneladas de productos exportados en 2023, lo que representa más del 20% del total de exportaciones de cerdo españolas.
China ha iniciado una investigación sobre las importaciones de carne de cerdo de la UE, alegando que han causado perjuicios a su industria local. Aunque oficialmente la investigación se ha iniciado a partir de una denuncia de la Asociación China de Ganadería, muchos lo ven como una clara represalia ante los aranceles europeos al coche eléctrico.
En las próximas semanas, los Estados miembros de la UE deberán votar sobre la continuidad de los aranceles, en una decisión que podría redefinir las relaciones comerciales con China en los próximos años. Para Pedro Sánchez, el reto será encontrar un equilibrio entre su apuesta por una diplomacia pragmática y las exigencias de sus socios europeos.