En breve, el alumnado que finaliza 2º de Bachillerato y quiere seguir cursando los estudios de grado en la universidad habrá finalizado la EvAU (Evaluación para el Acceso a la Universidad; también llamada EBAU por las siglas de evaluación de bachillerato para el acceso a la universidad) de 2022. La siempre temida selectividad.
Una selectividad que será la penúltima tal y como se ha venido planteando los últimos años. De cara al curso 2023–2024 se anuncian cambios.
Pero realmente ¿se debe temer tanto a la selectividad? Y ¿cómo debemos prepararnos para el cambio previsto?
La nota final
En la actualidad, la nota para acceder a la universidad se calcula a partir de dos notas “parciales”. Por un lado, la media del bachillerato, que pondera un 60% de la fase general. Por otro lado, la media de la fase general de la EvAU, compuesta por las asignaturas obligatorias del bachillerato más la asignatura obligatoria de modalidad con un 40 % del valor total.
Esta nota final se traduce en un número del 0 al 10.
El bloque de asignaturas obligatorias está formado por: Historia de España, Lengua Castellana y Primera Lengua Extranjera (además de lengua propia de la Comunidad). Los que procedan de la modalidad de Ciencias además tendrán Matemáticas, la modalidad de Humanidades se examinará de Latín, la modalidad de Ciencias Sociales de Matemáticas aplicadas a las Ciencias Sociales y la modalidad de Artes Escénicas se examinarán de Fundamentos del Arte.
Así pues, del total de la nota, un 60% corresponderá a la media de las notas de bachillerato y un 40% la media de todas las pruebas hechas en la EvAU.
Asignaturas ‘extra’ para subir nota
Existe la posibilidad además de influir en esta nota final examinándose de más asignaturas (hasta dos más). Pero esas calificaciones varían su importancia en función de la carrera a la que el estudiante desea tener acceso.
Así, una misma asignatura puede suponer una puntuación de 0 puntos extra, si no está relacionada con el grado al que se desea acceder, o bien de 2 puntos extra si la asignatura pondera un 0’2 en el grado al que se desea acceder. Cada comunidad y universidades publican cuales han sido las notas de corte del año anterior.
Por esta fase los estudiantes pueden tener una calificación de 14 puntos (un 10 de la fase general y 4 puntos más, 2 por cada asignatura con máximo valor). Aunque, como ya hemos dicho, esas dos asignaturas computan diferente en función del grado al que se desee acceder. Por eso, un mismo estudiante puede obtener un 14 para acceder a un determinado grado y un 10 para otro, habiendo obtenido las mismas calificaciones en los mismos exámenes.
¿Ansiedad justificada?
La EvAU tiene por tanto una dificultad relativa. En primer lugar, porque pondera el 40 % (más la mejora de la fase específica) sobre la nota final de acceso a la universidad; y, además, porque en su resultado influye mucho cómo se ha desarrollado el bachillerato. Pese a esto, el grado de ansiedad y temor que provoca en los alumnos y su entorno inmediato es alto.
La mayor parte de los alumnos que cursan bachillerato lo hacen con el objetivo de cursar después un grado universitario. El alumno y su entorno no viven el bachillerato como un fin en sí mismo, sino como un medio para lograr ese objetivo. Así, la selectividad es la puerta de entrada al objetivo principal, la frontera entre el antes y el después.
Esto hace que se haga recaer en ella un peso que objetivamente no tiene. Y el estrés es inevitable una vez que convertimos un único momento en un acontecimiento que va a condicionar el futuro.
Preparar las opciones
Por ello es importante darle a la selectividad el valor que realmente tiene, y prepararse para ello. Y también pensar otras opciones si no se consigue la nota necesaria para la primera opción deseada.
El examen de selectividad y la media de la nota de bachillerato sencillamente acaban ordenando a los estudiantes, en relación no solo a lo que ellos demuestren, sino también a lo que demuestre el resto de estudiantes de su comunidad.
Condicionar el futuro a un único momento genera un estrés innecesario. Al plantear el futuro debemos ser necesariamente flexibles, lo mismo que a lo largo de nuestras carreras deberemos adaptarnos a los diferentes momentos profesionales y personales que vendrán.
Rito de iniciación
Por otro lado, y para este grupo de edad, la selectividad se asemeja a un rito de iniciación de paso del mundo adolescente al mundo adulto. Los ritos de iniciación simbolizan las transiciones entre distintas edades o la incorporación a grupos.
En este caso, el paso de la adolescencia a la adultez se viste como cualquier otra iniciación: es una prueba que superar, un ritual en el que toda la familia, los medios de comunicación y el entorno del joven participan de forma comunitaria y que, al final, prácticamente todos superan. De hecho, el año pasado, el 96 % de los estudiantes que se presentaron a la EvAU la aprobaron.
¿Qué cambios vienen?
Aunque el Ministerio de Educación todavía no lo ha publicado, sí se ha anunciado que va a cambiar el planteamiento de los diferentes exámenes de cada materia. Sin concretar todavía si va a haber cambios en las ponderaciones, lo que sí es claro es que el enfoque con el que se están haciendo actualmente los diferentes exámenes va a variar.
Con esta nueva manera de plantear los exámenes se pretende que haya una menor heterogeneidad entre las diferentes comunidades autónomas. También que las pruebas sean competenciales.
¿Qué significa eso? Una prueba, un examen o unas preguntas “competenciales” parten de situaciones reales que deben estar correctamente contextualizadas. No se prima el conocimiento de los contenidos en sí, sino que estos contenidos se hayan asimilado correctamente, y que el alumno sea capaz de aplicarlos en otros contextos y en otras situaciones. Lo que a priori no debe significar, en ningún caso, mayor complejidad.
El objetivo es que la nueva prueba evalúe la capacidad de aplicar los conocimientos adquiridos y no tanto el hecho de saberlos de manera teórica o memorística.
¿Qué debería cambiar?
Pero tenemos que tener en cuenta que la EvAU seguirá estando planteada como una prueba “ordenadora” para el acceso a la universidad; que el nuevo modelo de pruebas deberá seguir lo establecido en el nuevo currículum de bachillerato y que, finalmente, no se ha anunciado ningún cambio respecto la ponderación de las distintas materias según el grado que se quiera cursar.
Lo que debería cambiar es la presión y el estrés asociados a este rito de iniciación: evitemos esa sensación falsa de que pesa más el examen que una media de dos cursos.