A medida que asignaturas como la filosofía, esas que invitan al alumno a memorizar menos y pensar más el porqué de las cosas, van perdiendo peso en los currículos; a medida que el uso de Instagram supera en horas al tiempo lectura y la información, por excesiva que sea, puede ser comentada de inmediato a través de otras redes sociales como Twitter o Whatsapp, el pensamiento crítico, el racional, está dejando de ser cultivado.
Helena Matute, catedrática de Psicología Experimental en la Universidad de Deusto, en Bilbao, y directora del Laboratorio de Psicología Experimental explicaba así lo costoso y lento que es pensar de forma en un artículo en El Correo: "Existen dos modos de pensamiento. Uno es racional, crítico, lento y terriblemente costoso. El otro es automático, inconsciente, emocional, rápido, intuitivo, pero también muy vulnerable y sujeto a errores. Este último módulo viene instalado de fábrica en el cerebro humano y actualizado con la última versión, se ha desarrollado y pulido sin descanso durante millones de años de evolución de las especies".
El pensamiento racional requiere pensar, pararse, analizar ventajas e inconvenientes, ver el mismo problema desde varios ángulos. No viene de fábrica. Requiere esfuerzo, tiempo, energía"
Según Matute, el pensamiento racional, lógico, crítico, correcto es el que un robot y un científico darían por bueno. "Es muy costoso y muy cansado. Requiere pensar, pararse, analizar ventajas e inconvenientes, ver el mismo problema desde varios ángulos. No viene de fábrica. Requiere esfuerzo, tiempo, energía. Hay que preocuparse de instalarlo y configurarlo adecuadamente a base de mucho aprendizaje, muchas lecturas y mucho esfuerzo consciente", advierte la catedrática.
La falta de tiempo y los quehaceres diarios no invitan a cultivarlo ni tampoco a las charlas pausadas entre amigos, por lo que los individuos de la sociedad actual encuentran en Internet una forma de estar permanentemente conectados a los demás y dar rienda suelta al otro tipo de pensamiento a través de las redes sociales: al que no requiere ni un minuto para eso, pensar.
Pantallas por doquier
De hecho, el 60% de las personas consultadas en una encuesta de Real Player Cloud aseguró que se mantiene ocupado en otra pantalla mientras ve la televisión. En los jóvenes de 18 a 24 años, el porcentaje era ya del 73%. Es la pantalla de su móvil, y comentan en redes lo que piensan o lo que se les ocurre. El sinfín de comentarios vertidos en las últimas semanas sobre conflicto entre el Estado y Cataluña, ya sea públicamente o en grupos privados de WhatsApp, son la prueba más reciente de ello.
Bien es cierto que en momentos de exaltación, el límite a 140 caracteres o un grupo compartido con diez personas no ayudan a desarrollar reflexiones, pero no por ello deberían proliferar las faltas de respeto y los insultos.
Bien es cierto que en momentos de exaltación -como los derivados de la incertidumbre y tensión social vivida estos días- el límite a 140 caracteres o un grupo compartido con diez personas no ayudan a desarrollar reflexiones, pero no por ello deberían proliferar las faltas de respeto y los insultos. Si uno no insulta a su compañero de trabajo a la cara por lo que piensa, ¿por qué insulta virtualmente a otras personas por no pensar como él?
El sociólogo Miguel Ángel Cortés Barrantes, explica a altavoz que el hecho de que nuestros mensajes o comunicaciones puedan llegar a millones de personas a través de las redes sociales, hace que las ventajas y desventajas de estas intercambien su papel. "Es más fácil hacer llegar nuestra idea y mensaje, pero también es más fácil que este mensaje e idea no sea compartido por todos nuestros contactos, pues a pesar de que podemos elegir quiénes son nuestros destinatarios, no siempre lo hacemos y tenemos contactos a los que ni siquiera conocemos. Eso nos hace estar más expuestos y dar lugar a todo tipo de réplicas. Tenemos que ser cuidadosos con el mensaje, pues una vez en las redes sociales, no podemos controlar su repercusión", advierte.
Exposición a la crítica
Además, insiste, la facilidad de acceso a nuestras redes sociales desde cualquier dispositivo hace que nuestros mensajes sean muchas veces impulsivos y no reflexionados, con las consecuencias que ello tiene. "Es cierto que el acceso a la información y a las noticias se ha multiplicado exponencialmente. En un clic podemos saber de cualquier cosa, pero ese exceso de información y la rapidez de su consumo hace que no podamos contrastar las noticias e informaciones, de ahí la difusión de bulos, la precipitación en los comentarios y opiniones y los riesgos añadidos en cuanto a una mayor exposición a la crítica", determina.
Para el sociólogo, a pesar de que los jóvenes que han nacido con las redes sienten que estas son un elemento natural de su vida cotidiana, tanto en cuestiones laborales como de ocio, en el ámbito escolar se debe abordar continuamente su uso y sus riesgos. "Para las personas adultas, aunque formen parte de nuestra vida, no deja de ser un elemento nuevo que incorporamos a nuestro ocio, mundo laboral, etc, y por ello la formación e información siempre es necesaria", considera.
Formación en institutos
Laura Santos, orientadora educativa, opina que el ejemplo que los adultos han dado en las redes sociales con el conflicto político entre el Gobierno y el nacionalismo catalán es, directamente, "pésimo". "Como con todo, depende de los adultos, pero dados los comentarios que vemos habitualmente en las redes y dado el fenómeno social que estamos viviendo con Cataluña, el comportamiento de muchos es un ejemplo pésimo. No son nativos digitales y han incorporado a su día a día las redes sociales y las nuevas tecnologías sin una formación y sin un período de adaptación previo que hubiera sido muy necesario, ya que estos medios son un arma que puede causar mucho perjuicio a la sociedad y están en manos de cualquiera", alerta.
Muy poca gente reflexiona detrás de una pantalla, porque parece que el efecto que puedan tener nuestros comentarios se minimiza tras el anonimato que éstas nos ofrecen"
"La formación para usarlas se está dando en colegios e institutos, como Jefa del Departamento de Orientación de un IES, he organizado diversas actividades en coordinación con servicios sociales y fuerzas de seguridad para formar a los adolescentes en esta materia. Esta formación suele darse de manera transversal a través de todas las materias por los diferentes docentes, pero más profundamente en las horas dedicadas a la tutoría, donde el tutor, con la colaboración del departamento de orientación desarrolla actividades de concienciación sobre el uso de las redes sociales, la prevención del ciberacoso, el sexting etc", explica. Si bien estas actividades se realizan por necesidad, Santos cuenta que la LOMCE, dentro de las competencias clave que debe adquirir el alumnado para obtener el título en ESO, también establece la competencia digital.
"Muy poca gente reflexiona detrás de una pantalla, porque parece que el efecto que puedan tener nuestros comentarios se minimiza tras el anonimato que éstas nos ofrecen. En muchas ocasiones no te das cuenta de lo radical que puede ser una persona, aunque hayas mantenido múltiples conversaciones con ella en el día a día, hasta que no ves su Twitter o Facebook. Por supuesto, es muy común la exaltación y la pérdida de compostura hablando de política, fútbol o religión, ya sea cara a cara o a través de las redes sociales pero, como he apuntado, creo que las redes contribuyen a desinhibirse más y a perder modales y principios básicos como el respeto y la tolerancia", aclara la pedagoga.
Más debate... Sin respeto
Además, añade que esa conexión permanente a Internet combinada con el consumo de noticias hace que se genere más debate entre los ciudadanos, lo cual puede ser de gran riqueza cultural e intelectual. "El hecho de poder comentar lo que vemos en los medios con otras personas incentiva nuestro sí incentiva nuestro pensamiento crítico y puede brindarnos la oportunidad de conocer otros puntos de vista o incluso de asimilar la información que nos ofrecen los medios de una manera más escéptica, evitando así la manipulación que en ocasiones pueden pretender los mismos. Eso sí, si se hace desde el respeto y la tolerancia", considera.
María José Rodríguez Liviano, educadora social, coincide en que nos dejamos llevar por la exaltación al hacer comentarios e, incluso, muchas veces sin conocer realmente de qué tema se está opinando. "Las redes tienen ventajas en cuanto a la libertad de expresión, pero tras la 'impersonalidad' de estas es más fácil ofender y faltar el respeto a los que no tienen tu misma opinión. Los adultos son el modelo a seguir para los niños y no estamos dando buen ejemplo. Creo que los jóvenes tienen más dominio de la privacidad y de los peligros de las redes sociales que los adultos, pero es necesario trabajar estos temas en los centros educativos", concluye.
De haber existido esa formación digital y si el cultivo del pensamiento crítico y racional no estuviese en horas bajas, quizás muchos habrían sorteado el bombardeo informativo, los sucesivos editoriales o los bulos -identificando las manipulaciones que uno quiera considerar- sin tener que insultar en Twitter, abandonar algún grupo de WhastApp o dejar de seguir o eliminar contactos en Facebook.