España

¿Cómo ven 'el procés' los escritores que viven en Cataluña y publican en castellano?

Casi todos nacieron entre 1970 y finales de 1980. Son catalanes y viven Cataluña. ¿Qué piensan estos escritores de la situación política? ¿Afecta el independentismo al debate cultural y literario?

  • Ser escritor en Cataluña y escribir en castellano.

Son escritores, viven en Cataluña y publican en castellano, aunque la mayoría escribe en ambas lenguas. Ninguno sobrepasa los 45. Nacieron si no en democracia, al menos muy cerca de su llegada. El mayor, en 1971. La más joven, Jenn Díaz, en 1988, la tercera de las siete veces que Jordi Pujol fue elegido como presidente de la Generalitat Catalana. Le sigue Miqui Otero, nacido en 1980, año que inaugura la era política de la extinta Convergència i Unió.

En estos días en los que el independentismo sube el volumen y la crispación distribuye a las personas en bandos, convendría preguntar a estos escritores qué piensan, cómo viven e incluso cómo participan de un debate en el que el Do de pecho lo dan, acaso, los escritores instalados en la ‘notoriedad’. Para entendernos, un Marsé, un Azúa o un Mendoza. Ellos han opinado, abiertamente. Pero qué piensan del 'procés' los integrantes de algo parecido a una generación. La edad, el oficio y una experiencia común los transforma en tal cosa y condiciona una mirada distinta. La que puede aportar una parte del mundo literario español.

Cataluña es, después de Madrid, la segunda comunidad autónoma que más  publica y comercializa libros. En total  el 49,5% del mercado editorial. Es decir, 1128,5 millones de euros, según el Informe sobre el sector editorial español de la Federación del Gremio de Editores de España. A eso se suma el hecho de que personajes como Carlos Barral o Carmen Balcells echaron las bases del medio literario, junto a grupos históricos como Planeta o sellos como Anagrama, que todavía determinan el ámbito de la edición de cara a España, pero también a Hispanoamérica y Europa. 

Son escritores, viven en Cataluña y publican en castellano. Ninguno sobrepasa los 45 y el más joven nació en la tercera reelección de Pujol como presidente de la Generalitat 

En este asunto de la Independencia hasta una coma significa. Todo ha de tener un matiz. Desde pensar en tal fórmula como un grupo de escritores catalanes que escriben en castellano –hay quienes no se sienten parte de tal división- hasta el dilema sobre qué es ser equidistante y qué ecuánime. Parece que quien opina se siente arrastrado ante la disyuntiva sobre qué es pertenecer y qué marcharse. Como si la sola pregunta les pidiera alinearse con unos... o contra otros. Ante eso, el silencio es siempre lo más conveniente.

Cuatro de los once autores consultados prefirieron no participar en este reportaje. Los que aceptaron pidieron que sus respuestas no fuesen editadas y en caso de que fuese necesario, solicitaron que se hiciera con tiento. Los matices importan. Y mucho. "Que las cosas aquí están calentitas", responde uno. Y sí, calentitas están. Al tema Cataluña lo recorre una electricidad. Una corriente de cosa a punto de explotar, algo que se echa encima cual balón bañado en gasolina, uno que lleva años preparando la combustión. Por eso hasta una coma importa. Porque podría ser la chispa para más… y más gresca.

Los matices importan. Y mucho. “Que las cosas aquí están calentitas,” responde uno. Y sí, calentitas están.

"El 'procés' ha sido una amenaza más o menos teórica durante meses, pero ahora se ha vuelto una realidad inquietante. No sólo por las acciones que están llevando a cabo los políticos independentistas, muchas de ellas ilegales y sobre todo ilegítimas. Junts pel Sí y la CUP no tienen una mayoría real de votos que los amparen; sino también por las que están llevando a cabo el gobierno del PP, vulnerando la libertad de prensa a través de la Guardia Civil, optando por la vía penal en lugar de por la política, que es la que correspondería". Estas son las palabras de Jorge Carrión, periodista, escritor y crítico literario. Un personaje culturalmente activo, dentro y fuera de Cataluña.

Carrión habla desde el escarmiento, como casi todos los que participan en este reportaje. Plantea una sensación de desencuentro que agrupa a las personas en bandos. Un lenguaje de combate que convierte en polémica hasta un estado de Facebook. Carrión, finalista del premio Anagrama por su ensayo Librerías y autor, entre otros, de Barcelona. Libro de los pasajes, asegura haber sido objeto de presiones en redes sociales por sus juicios. "Yo he manifestado esta opinión en mi perfil de Facebook y me consta que otros escritores también lo han hecho. También se han publicado artículos de opinión en diarios, obviamente. Hay escritores, en el sentido amplio, también guionistas, dramaturgos, periodistas, en español, que están a favor del referéndum e incluso de la independencia. No es mi caso: yo estoy a favor de una consulta legal, pero me gustaría que Catalunya siguiera siendo parte de España. Eso sí, de una España más respetuosa con Cataluña, lo que conduciría, idealmente, a lo contrario".

¿Cómo lidian con la polémica del independentismo quienes viven de usar las palabras? ¿Cómo enfrentan una situación que tiende al lento desagüe por el que se escurre la razón?

¿Cómo lidian con la polémica del independentismo quienes viven de usar las palabras? ¿Cómo enfrentan en la corriente que tiende al lento desagüe por el que se escurre razón?  ¿Cómo se convive con lo ocurrido en el Parlamento Catalán o la plaza de toros de Tarragona o la posible aplicación del Artículo 155 de la Constitución? "Se lleva desde la observación cotidiana primero, hablo como es comprensible desde mi punto de vista particular, con un cierto alucine y después con picos de exaltación y templanza, porque a partir de la acumulación de supuestos días históricos, es cierto que el procés ha logrado monopolizar la atmósfera", asegura el historiador, periodista y escritor Jordi Corominas (Barcelona, 1979).

Corominas lo tiene muy claro: ni la Generalitat ni el Gobierno aciertan. "Soy federalista europeo, las fronteras en pleno siglo XXI, crearlas, son un absurdo descomunal y la propuesta de Independencia obedece a una ausencia de discurso que unos han aprovechado para esconder corruptelas y recortes, mientras que los del otro lado intentan capitalizar la cuestión desde una perspectiva rancia y electoralista que se les va de las manos". A juzgar por el reflejo que tiene el independentismo en la res pública, a Jordi Corominas todo le parece maniqueo. En determinadas esferas el término medio está mal visto: no vende, sugiere el autor de El último libro de la vieja Europa.

El Premio Planeta de Novela es uno de los más antiguos que ce conceden en Barcelona.

Hay crispación en el ambiente. Permanecer al margen no es posible y significarse resulta inflamable. El escritor y periodista Álvaro Colomer (Barcelona, 1973), como muchos de los autores consultados, se siente convocado a participar en un debate político sobre el independentismo. Le piden, cómo no, que opine. Que tome partido. Y así lo ha hecho. Ya sea como periodista, con columnas de opinión y análisis, o como ciudadano –"es imposible vivir en Catalunya y no tomar parte en todo el procés’. Las conversaciones a pie de calle son constantes", dice Colomer–. En su faceta como autor el asunto adquiere otros matices.

"Creo que los escritores están siendo obligados a posicionarse. Es habitual recibir emails de entrevistas en los que, directamente, te piden que opines sobre el asunto. Algunos escritores lo hacen abiertamente. Para mí, son los más valientes. Otros son ambiguos bien porque no quieran expresarse al respecto, bien porque no tengan clara la opción política que acabarán adoptando. De todas formas, creo que, en el asunto de los escritores, la gente se expresa dependiendo del lugar donde tenga las habichuelas", explica.

De cualquier modo, aclara Álvaro Colomer, quienes piden a los escritores significarse "son los periodistas, no la gente de la calle". Jorge Carrión, sin embargo, piensa que en este duro hueso, queda mucho por roer, por pensar: "Que yo sepa no se ha producido el debate necesario. El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona hubiera sido el espacio perfecto para acogerlo. Un debate histórico, político, filosófico, literario".

"Que yo sepa no se ha producido el debate necesario. El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona hubiera sido el espacio perfecto para acogerlo"

Por aquello de que al buen entendedor... pocas palabras, hay quienes zanjan el tema con ironía. Es el caso de Gonzalo Torné (Barcelona, 1976), un escritor reconocido entre los lectores y la crítica, y autor de tres novelas: Hilos de sangre (Premio Jaén de Novela 2010), Divorcio en el aire (2013) y Años felices (2017). "No dedico más de diez minutos al día a la política y me he prometido no escribir sobre el asunto, pese a que me lo piden con cierta frecuencia, porque las personas que se dedican las veo cada día más amargadas y polarizadas. En el día a día no afecta nada, francamente. Lamento que la disputa territorial haya engullido el debate sobre empleo, sanidad, educación... y que mantenga al frente de la administración estructuras corruptas"

Para intentar extraer algo en claro, conviene que insistir, entrar en lo específico. ¿Cómo vive un escritor que escribe en castellano en la Cataluña de hoy? ¿Afecta esto a su carrera literaria o al debate cultural catalán? "Bueno, yo vivo en Barcelona, nunca he estado en Lleida y una vez fui a Vic pero en plena feria medieval, lo que desdibujaba un tanto el enfoque. En Barcelona tenemos la sede de los grandes grupos editoriales, está Anagrama, periódicos, revistas, gente inteligentísima, tengo 25 librerías a media hora de casa (no exagero), la posibilidad de asistir a cómo trabajan dos comunidades lingüísticas sobre el mismo material... ¡Vivimos como faraones!", dice Torné.

"Lamento que la disputa territorial haya engullido el debate sobre empleo, sanidad, educación...", asegura Torné

Los hay otros más específicos en sus opiniones. Gabi Martínez (Barcelona 1971), por ejemplo. Escritor, periodista y autor de una decena de libros, el más reciente de ellos la novela Las defensas (Seix Barral), no se sintió convocado a opinar hasta hace poco y él tiene su propia teoría al respecto. En 2006, Martínez escribió un libro en el que radiografiaba  –a través de sus viajes a lo largo de España  a una sociedad que, según él, ya adolecía de la capacidad de entender qué era. Se trataba de Una España inesperada. "Hace quince años tomé partido en el debate auténtico, que es el debate sobre España, empezando la redacción de un libro de más de 600 páginas sobre una España que supuestamente iba bien pero no veía que representara a mi entorno, mi familia, mi barrio, mi gente. Una España que se proyectaba a fuerza de actitudes y discursos dignos de un esperpento revisitado, pero que contaba con enorme aclamación popular".

El libro consistía en seis crónicas, una de ellas apuntaba a la fuga de cerebros: "Incluso cuando España iba bien. Por el camino también se ha perdido la figura del librepensador, el antiguo francotirador, que definía a los escritores, periodistas, intelectuales en general que hablaban desde la independencia, sin demasiadas sumisiones ideológicas o económicas. La pérdida de una palabra dice mucho de la sociedad que la extravió", explica Gabi Martínez justo unas semanas después de publicar Una ñ inesperada, un libro que pretende contar una parte de esta historia desde el ángulo de un personaje: Antonio Baños  periodista, músico y escritor cabeza de lista de la CUP en las elecciones al Parlamento de Cataluña de 2015 y que tras ser electo, dimitió de su cargo durante las negociaciones de Junts pel Sí y la CUP.

"Mi forma de participar en el debate actual ha sido escribir otro libro... que por cierto nadie se ha animado a llevarlo al papel"

"Mi forma de participar en el debate actual ha sido escribir otro libro... que por cierto he debido publicar en formato digital porque nadie se ha animado a llevarlo al papel (es la primera vez que me pasa). El libro sigue los pasos del que fue candidato por la CUP durante la campaña de 2015 y se titula Una ñ inesperada”, dice Gabi Martínez. “¿Un ñ incrustada en el bando independentista? Pues sí. ¿Un burgués converso? Pues no. Una persona. A escribirlo me ayudó el seguimiento que hizo David Foster Wallace a McCain en 2000, el que hizo Yasmina Reza a Sarkozy. Es decir, libros que pretenden presentar a una persona, con su historia, convicciones y sentimientos, y sus porqués. Y, en el caso de Baños, de una forma divertida. Ver a las personas que hay detrás de las causas puede ayudar a entender algo, y, quizás entonces, a buscar huecos para el diálogo. Pero aquí se ha perdido de vista a las personas, demonizándolas penosamente”.

Gabi Martínez alberga una síntesis compleja. Hijo de una madre emigrante que fue pastora en un pueblo de Ciudad Real y un padre del barrio de La Torrassa, "pintor de brocha gorda que estudió piano durante cinco años" -dice él-, creció en una mesa donde se habla catalán y castellano simultáneamente acerca de "los derroteros" de este proceso. "Soy de Barcelona, crecí en un barrio de periferia, escribo en español y si antes veía con buenos ojos el referéndum ahora ya lo veo como una necesidad para que todo esto se aclare de una vez. Hasta la semana pasada, cuando publiqué el libro sobre  Baños, nadie me había llamado para que firmara un manifiesto o para que expresara mi opinión, pese a aquellas 600 páginas. ¿Una posibilidad? La cultura, como la política, mantiene sus viejos bandos, y si no eres de uno o de otro, no cabes", plantea.

"Todo este procés es una mezcla de cuentos clásicos como Pedro y el lobo, novelas de Evelyn Waugh y obras de teatro de Valle-Inclán. ¿Cómo vivo el procés? Masticando matices"

Como Gabi Martínez, otros escritores provienen de un lento proceso de migraciones.  Es el caso de Miqui Otero (Barcelona, 1980), quien su novela Rayos (Blackie Books),  cuenta cómo, dentro de una familia que emigró de Galicia a Cataluña, el protagonista –trasunto de Otero- construye su relación con Barcelona, esa ciudad que vio brillar con un fulgor propulsado a la fuerza, algo que parecía ocurrir a golpe de grandes ocasiones: desde la Exposición Universal que se celebró en 1929  -año en que se instalaron en Montjuic los rayos de luz que completan la metáfora de la novela-, hasta los Juegos Olímpicos de 1992. Hay complejidad en esa novela, como la hay en la forma de Miqui Otero de acercarse a este asunto.

"Me gustaría aclarar que no me siento  dentro de un grupo de escritores catalanes que escriben en castellano, porque: primero, la elección de tu lengua literaria poco debería tener que ver con conflictos como éste; segundo, porque sería como admitir figurar en un bando cuando desconfío de esa dialéctica tanto como de las mezclas dulce-salado pensadas sobre la marcha y en tercer lugar, me siento más cerca de varios escritores catalanes que escriben en catalán que de otros tanto que lo hacen en castellano", asegura.

"Es más, el procés es una cosa y el anhelo independentista que muchos tienen desde hace mucho y otros han adquirido muy recientemente es otra.  Todo este procés es una mezcla de cuentos clásicos como Pedro y el lobo, novelas de Evelyn Waugh y obras de teatro de Valle-Inclán. Se tiende a pensar, y esto es lo importante, que el procés es un relato catalán protagonizado por catalanes cuando tanto algunos giros de su trama como algunos de sus personajes más cruciales vienen de Madrid. Se habla de la astucia poco regular de los políticos catalanes y poco del autismo congénito de algunos españoles".

A la pregunta concreta de cómo vive este proceso, Miqui Otero descerraja: "¿Cómo vivo el procés? Masticando matices, una y otra vez, y argumentando algunas cosas a favor de gente que jamás votaría y muy en contra de otras que siempre despertaron mi simpatía. Es decir, lo vivo desde la contradicción". 

"No me interesa posicionarme del todo, aunque tampoco me gustaría que se me malinterpretara con el silencio. No quiero gritar a los cuatro vientos qué votaré, pero sí quiero dejar constancia de que lo haré"

Jenn Díaz, que escribe en catalán y también en español, es la más joven de los escritores consultados. Ella está a favor del referéndum y confiesa estar viviendo todo esto con un apasionamiento especial. No se siente convocada a debatir, porque nadie le pregunta, asegura ella. "Yo creo que si no te pronuncias muy claramente, la gente no te invita a participar. A excepción del manifiesto, que mandó a todos sus autores mi editorial, por si nos interesaba, y en Sant Jordi, que firmando en la caseta de Òmnium grabé un mensaje a favor del referéndum, nunca me han pedido mi opinión. No me interesa posicionarme del todo, aunque tampoco me gustaría que se me malinterpretara con el silencio. No quiero gritar a los cuatro vientos qué votaré, pero sí quiero dejar constancia de que lo haré. Y de que me parecería saludable que hubiera una campaña del No y todo el mundo votara. Para mí el 9N fue emocionante, y lo será el 1O también”.

¿Se puede apoyar una consulta ilegal, declarada como tal por el Tribunal Constitucional y con una decena de recursos en contra? ¿Se puede estar de acuerdo con lo ocurrido en el Parlament? "Preferiría que fuera legal, que fuera pactado, que hubiera campaña del sí y del no, que fuera un referéndum de país normal, de país democrático. Pero me parece que hace tiempo que esa opción no existe para el PP. De modo que me parece la única vía posible". Así contesta Jenn Díaz a la tensa cuerda de la que tiran unos y otros.

“El tema de la independencia siempre ha existido, o al menos yo lo recuerdo desde que tengo uso de razón, pero esta aceleración ha sido sorpresiva para todos", dice Colomer

¿Cuándo empezó todo? ¿Quién no lo vio venir? ¿Quién se equivoca? Los reproches van todas direcciones. Y aquí cada quien señala una cuota de responsabilidad.  La mayoría de quienes contestan a estas cuestiones han vivido y crecido en medio de un proceso político que ha cobrado una velocidad inusitada pero cuyo germen se gestó desde hace mucho. "El tema de la independencia siempre ha existido, o al menos yo lo recuerdo desde que tengo uso de razón, pero esta aceleración ha sido sorpresiva para todos. Personalmente creo que es una aceleración negativa para la política española y catalana. En vez de auspiciar el asentamiento del deseo de independencia entre la ciudadanía, nos lo han tirado encima como una losa que pesa demasiado. Y quienes nos lo han tirado viven tanto en Madrid como en Barcelona”, explica Álvaro Colomer.

Hay que ser más específico, acudir a los garfios de las interrogaciones, para sujetar, al menos, el primer recuerdo político que guarda esta generación de lo que ocurre hoy. Así, a bocajarro: ¿cuál es la memoria más temprana? ¿en qué momento el catalanismo devino en independentismo? "Pues es muy buena pregunta –responde Jordi Corominas-  (Pascual) Maragall precisamente reformuló el Catalanismo desde sus bases de siempre, consistentes en su mítico lo que es bueno para Catalunya es bueno para España lo que él sumó en su discurso de los Juegos Olímpicos a Barcelona y Europa. El Catalanismo siempre quiso mejorar España desde Cataluña, a partir de 2012 desaparece para dejar paso al puro Nacionalismo, que es excluyente y endogámico, algo para lo que Jordi Pujol allanó el camino con su idea de país y un gobierno de 23 años. La lástima del Procés es que a nivel de opinión pública se ha enterrado el federalismo y el mismo Catalanismo, pero creo que con sentido común podrían resucitar sin mucha dificultad".

Barcelona aloja una de las actividades fundamentales del sector editorial: Sant Jordi.

El escritor Juan Soto Ivars ve en Barcelona un proceso crepuscular muy anterior a la explosión del independentismo. "Barcelona ha ido provincianizándose con el paso de los años, pero no lo achaco enteramente al Procés. De aquella capital cultural pujante de los años 70, y de la que contó Casavella en los 90 queda poco, pero creo que tiene más que ver con la mediocridad de horizontes de la vida del escritor, que es la misma en todas partes, que con la propia ciudad. Creo que Madrid ha adelantado a Barcelona como ciudad literaria", plantea el autor del libro Arden las redes (Debate), quien incluso va más allá al momento de evaluar qué ocurre con la actitud del escritor como personaje.

"No he visto que los escritores españoles que viven en Cataluña hayan montado plataformas ni firmado manifiestos, salvo Cercas y Martínez de Pisón, a los que vi el otro día en El Periódico. En general el mundillo de los autores catalanes que escriben en español me parece poco proclive a hablar de política. Pero no sólo pasa con los escritores: mucha gente actúa como si este lío no fuera con ellos. Tampoco cuando voy a Madrid a un acto literario vienen a preguntarme por este asunto", dice Soto Ivars.

"Barcelona ha ido provincianizándose con el paso de los años (...) Creo que Madrid ha adelantado a Barcelona como ciudad literaria"

Hay una sensación de aspereza que expresa el poeta Josep M. Rodríguez (Súria, 1976): "A decir verdad, nada ha cambiado. Los escritores en castellano prácticamente no existíamos antes y seguimos igual ahora. En cuanto al 1 de octubre, no se me ocurre una palabra que defina mejor mi estado de ánimo que incertidumbre. Faltan explicaciones. Se prefiere apelar a los sentimientos. Pero todo escritor sabe que los sentimientos son material peligroso, altamente inflamable. Por algo Bécquer afirma: 'Cuando siento no escribo'. ¿A qué poeta no le ha estallado alguna vez un poema por exceso de sentimentalidad? Creo que deberían exigirse responsabilidades políticas. Cabe recordar que Artur Mas se sube al carro del independentismo cuando ve peligrar su sillón. Y que el Partido Popular decide sacrificar Cataluña (donde sus resultados electorales, históricamente, han tendido al nulo) para ganar votos en otras regiones. Y qué casualidad que el conflicto catalán estalla y se realimenta coincidiendo con el destape de la corrupción en los dos partidos que gobernaban y gobiernan España y Cataluña".

Muchos temas quedan en el aire. Y no deberían, pero  quedan. ¿Por qué, por ejemplo, la narrativa no ha  reflejado esta grieta? "Con algún colega hablamos de que es extraño que no haya surgido una novela del Procés como sí nacieron novelas de crisis, es curioso, quizá la gente, eso sí lo creo, tenga miedo a exponerse. Suelo escribir en castellano, pero el catalán es mi lengua materna y hace poco terminé un libro en esta lengua sobre Barcelona, que es mi gran pasión junto a los paseos. En el libro junto amabas cosas y no creo, la verdad, que mi postura en el tema afecte en su publicación. Creo, eso sí, que los mundos literarios catalán y castellano deberían esforzarse para hilvanar más actividades conjuntas, pues al fin y al cabo estamos en el mismo barco", responde Jordi Corominas.

Aunque no se dirima sobre el papel, el plazo sigue ahí. Como una coma a punto de arder... y sobre la que nadie desea soplar

¿Y los demás, qué piensan? ¿Hay o no un relato distinto? ¿Existe una escisión literaria entre el castellano y el catalán? ¿Afectará todo esto a la literatura que se produce en Cataluña? Álvaro Colomer dibuja una línea difusa, pero una línea al sin y al cabo. "Hace algunos meses publiqué un artículo en La Vanguardia en el que reflexionaba largo y tendido sobre la convivencia de las dos literaturas existentes en Cataluña: la escrita en catalán y la escrita en castellano. En mi opinión, hay una línea que las separa a las dos y la una no se acerca a la otra jamás. Es como si existieran, literariamente hablando, dos países en Cataluña y que cada uno tuviera su literatura. Sin embargo, esto no se refleja en las relaciones personales entre los escritores. El colegueo entre escritores en una y otra lengua es normal. No hay separación en el plano íntimo, sólo en el profesional. Hay quien dice que, si Cataluña se independiza, la división entre escritores en castellano y en catalán desaparecerá, ya que el castellano dejará de ser visto como una lengua invasora y todo se normalizará. Vamos, que la fusión entre las dos literaturas se producirá al fin. No lo sé. Tengo mis dudas".

La ebullición se anuncia, se escenifica día a día, sin embargo, hay quienes como Jorge Carrión, consideran que "es demasiado pronto para ver cómo afectará todo esto a la literatura". La pregunta sin contestar, sin embargo, apunta quizá a cuándo será demasiado tarde. Aunque no se dirima sobre el papel, el plazo sigue ahí. Como una coma a punto de arder... y sobre la que nadie desea soplar. 

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