El futuro de las pensiones en España ha vuelto a enfrentar al ministro de Inclusión Social, José Luis Escrivá, con sus socios de Podemos en el Gobierno. El choque entre Escrivá y los ministros morados de la coalición ha sido una constante desde el inicio de la legislatura. Sus batallas han ganado una mayor relevancia desde la salida de Carmen Calvo -protagonista absoluta de los rifirrafes con Podemos hasta su cese- y el nuevo papel "conciliador" que ha asumido la vicepresidenta Nadia Calviño de puertas para dentro.
Escrivá se ha enredado esta semana con la edad de jubilación en España. No es la primera vez que el ministro se da de bruces con sus declaraciones y se ve forzado a rectificar. El debate sobre si la jubilación debería producirse a los 75 años ha encendido a sus compañeros de coalición.
Antes de eso, Escrivá propuso un recorte en el sistema elevando de 25 a 35 años el cómputo del cálculo de las nuevas pensiones. Y también llegó a pedir un esfuerzo suplementario a la llamada generación del babyboom, bien con un ajuste en su pensión, bien alargando su etapa laboral.
La partición del Ministerio de Trabajo
Todas las veces se tuvo que desdecir. Todas las veces se encontró a Podemos enfrente. Son choques persistentes casi desde que nació el Gobierno de coalición, pero que ahora han ganado más presencia mediática, sobre todo desde que Calvo dejó el Ejecutivo. La exvicepresidenta era el "perejil en todas las salsas" de las polémicas con Podemos. Calviño también, pero la vicepresidenta económica, al menos en público, ha adoptado un papel menos beligerante con las propuestas moradas.
Estos factores han dado un nuevo protagonismo a los conflictos Escrivá-Podemos. El origen está en el reparto de carteras para pactar el Gobierno de coalición. La división del Ministerio de Trabajo está detrás de casi todos los problemas. El PSOE arrebató las competencias de Seguridad Social a Yolanda Díaz, lo que ha provocado discrepancias constantes entre Díaz y Escrivá.
La principal de todas es el ingreso mínimo vital, que la formación morada se atribuye como uno de sus mayores logros de Gobierno. Podemos no comparte la forma en la que Escrivá ha gestionado esta ayuda pública. El partido morado admite que se han introducido mejoras en los últimos meses para ampliar la cobertura, que se está mostrando muy deficiente hasta la fecha.
Escrivá, verso suelto
Pero las discrepancias no son solo de gestión, sino sobre todo filosóficas. Y esa es también el otro gran mal de esta relación envenenada. Escrivá es lo que se puede definir como un "tecnócrata". Y en Podemos le ven muy alejado de la ideología que inspira la acción del Gobierno, también en lo que respecta al PSOE. Uno de los elementos que aparece en casi cualquier conversación privada en el Ejecutivo es el perfil del equipo de Escrivá. Su jefa de Gabinete Elena Biurrún fue alcaldesa del municipio madrileño de Torrelodones con una plataforma llamada Vecinos por Torrelodones en la que también participó, entre otros, Toni Cantó.
El presidente Pedro Sánchez fichó a Escrivá por su trayectoria como máximo responsable de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF). Y ha recurrido a él en numerosas ocasiones para presionar a Podemos e intentar apaciguar las dudas de Bruselas sobre algunos planes del Gobierno. El caso más evidente fue el de la ampliación de las bases de cotización, que se incluyó en el borrador del programa de reformas que el Gobierno debía enviar a la Comisión Europea. El plan acabó saliendo del documento por la presión de la formación morada.
La dimisión de Pablo Iglesias ha supuesto también un cambio en la forma en la que Díaz aborda su relación Escrivá, con el que tiene que pactar cualquier medida de empleo. Díaz es vicepresidenta y la interlocutora con Sánchez a la hora de negociar los acuerdos políticos que sostienen la coalición. Es otro nivel, al que Escrivá está, le guste o no, supeditado.