No ha cambiado Mariano Rajoy ni un ápice su sensación sobre lo que va a ocurrir en los comicios autonómicos y locales. Desde finales del año pasado repite la misma cantinela a sus colaboradores y a sus candidatos. La teoría es bien simple: "Vamos a ganar ahora y también ganaremos en las generales". Medir el triunfo en unas autonómicas y municipales no es cosa fácil, dado lo heterogéneo de los elementos en juego. No pesa lo mismo un triunfo en Castilla y León que en la Rioja. O no es lo mismo arrasar en Peñafiel (Valladolid) que en Sevilla.
El balcón de Génova
El PP plantea sus objetivos en tres niveles diferenciados y muy concretos para permitirse aparecer en la noche de autos con el gesto de triunfo y la sonrisa de la victoria. E incluso para dar saltitos en la absurda terraza de Génova, un frontispicio inseguro e inhóspito donde los dirigentes populares aparecen eufóricos para mostrar su satisfacción a la militancia.
Se da por hecho que el PP bajará al menos 3 puntos con relación a lo conseguido en la cita del 2011, unos comicios en los que el partido alcanzó el mayor nivel de poder territorial de la reciente historia de España
El primer nivel de análisis es el número de votos conseguidos, parámetro donde el PP confía en reproducir su victoria de hace cuatro años obtuvo logró casi 8,5 millones de papeletas frente a los escasos 6,2 del PSOE. El porcentaje fue de diez puntos a favor de los 'populares', de un 37 por ciento al 27 que lograron los socialistas. Un triunfo en este apartado se da por hecho, por lo que Rajoy podrá pronunciar la frase de las noches mágicas: "Hemos ganado las elecciones". Otra cosa es que también se da por hecho que el PP bajará al menos tres puntos con relación a lo conseguido en la cita del 2011, unos comicios en los que el partido conservador alcanzó el mayor nivel de poder territorial de la reciente historia de España. En Génova se analizarán también los resultados con relación al último CIS, que resultó nefasto para el PP, ya que anunciaba severas derrotas en las principales capitales encuestadas y en todas las autonomías menos Castilla y León. Cualquier comparación con esa encuesta seguro que saldrá positiva.
La batalla de Cospedal
El segundo nivel de análisis es el autonómico, donde el foco del PP se centrará en Castilla la Mancha y la Comunidad Valenciana. Al frente de la primera está como presidenta la secretaria general del partido, quien logró arrebatársela al PSOE después de dos décadas socialistas. Dolores Cospedal se ha volcado en la campaña. No lo tiene fácil, según los sondeos. Rajoy le ha apoyado en dos mítines. Una batalla crucial, tanto por lo que significa para el resultado electoral como para el futuro del partido. La secretaria general ha insistido en las últimas semanas en su escaso deseo de continuar dirigiendo la sala de máquinas del partido. Un cometido poco gratificante. Si logra repetir como presidenta de la Junta, Cospedal se frotará las manos y seguramente se olvidará del hermético silencio que ha mantenido en los largos años como número dos de la formación. Su paciencia ya no da más, ante la actitud de tantos 'compañeros' que se han quitado de en medio en el asunto de Bárcenas y la corrupción. Sólo Cospedal dio la cara y salvó a su jefe. Los verdaderamente responsables, los salpicados, los que estuvieron allí mano a mano con el tesorero encarcelado, siguen tranquilamente en sus despachos y en sus cargos. Si Cospedal logra la mayoría absoluta, media Génova se pondrá a temblar.
Las cosas están aún más difíciles en la Comunidad Valenciana, el gran charco de corrupción del PP, un territorio imposible donde, sin embargo, algunos sondeos internos anuncian una resurrección de Alberto Fabra en sus escasas posibilidades de conseguir el triunfo. La oposición en la región valenciana está muy dividida, la izquierda muy fragmentada y parece que el votante del PP se movilizará para evitar una situación de ingobernabilidad extrema. Se habla incluso de que Fabra podría superar el 35 por ciento de los votos, una enormidad en relación a lo que aparecía semanas atrás en los sondeos. El presidente valenciano, además, está cultivando desde hace ya tiempo a los dirigentes de Ciudadanos de cara a un posible acuerdo tras las elecciones.
Dado el sistema de elección en los ayuntamientos, donde resulta elegido el candidato más votado, la victoria del PP se da por descontado, al igual que la investidura de Aguirre como alcaldesa
Un pulso con la jueza camuflada
Finalmente en el tercer nivel, el municipal, el punto de mira es Madrid, eje crucial de todos los pulsos políticos. Esperanza Aguirre tiene todas las papeletas del triunfo. Manuela Carmena, candidata de un Podemos camuflado en 'Ahora Madrid', aparece en segundo lugar, por delante del PSOE, una enormidad. Dado el sistema de elección en los ayuntamientos, donde resulta elegido el candidato más votado, la victoria del PP se da por descontado, al igual que la investidura de Aguirre como alcaldesa.
No ha podido resultar más accidentada la campaña electoral madrileña. Tanto la designación de la propia Aguirre, con su intenso pulso con Génova, como su propia campaña electoral al margen del partido y, finalmente, la extraña filtración de sus datos fiscales, con nuevo enfrentamiento y acusaciones mutuas con el Gobierno. Todo muy accidentado, ruidoso, como una tormenta incesante. Aguirre en estado puro. Un animal político sin parangón, que garantiza éxito en las urnas pero que, al tiempo, agota e irrita a los propios. En el PP cuenta con el respaldo de una minoría, su gente más próxima. En los últimos tiempos, ese grupo ha conocido muchas deserciones. Por supuesto, Rajoy está muy harto de ella, pero la necesitaba para mantener la bandera del PP en el Consistorio de la capital. Si gana, Aguirre resultará la heroína de las elecciones y podrá aspirar a más cosas de las que ella siempre habla. Moncloa, verbigracia.