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Ibiza en invierno: cuando se acaba la fiesta y aflora la pobreza

Ibiza es la envidia del mundo en esos meses de calor y despilfarro que despiden a la primavera, acompañan al verano y dan la bienvenida al otoño. Un enclave estratégico

Ibiza es la envidia del mundo en esos meses de calor y despilfarro que despiden a la primavera, acompañan al verano y dan la bienvenida al otoño. Un enclave estratégico de fiesta, diversión y pasión. Un reducto de libertad portuaria donde las autoridades políticas locales y centrales hacen la vista gorda con tal de seguir amamantando a la vaca que nunca deja de dar leche.

El caso, es que Ibiza no estaba llamada, ni mucho menos, a tamaña fama. Pasó de ser una isla casi rural (de hecho, lo es) al epicentro del glamour veraniego. La élite deportiva, social y empresarial se ha afincado en Ibiza con la naturalidad que da el poderío económico.

Sin embargo, cuando se apaga la música y las esloras de los yates se vacían, la realidad que asola Ibiza es bien distinta. Para que ustedes se hagan una idea de cómo es la isla geográficamente hablando. El casco histórico es una delicia, pues sus murallas esconden pasado fenicio, árabe y romano. Un cóctel de civilizaciones que poblaron la isla a lo largo de los siglos para explotar sus recursos naturales y crear allí un pasado esplendoroso.

Si usted le echa imaginación y el guía del free tour no es demasiado cansino, subiendo las cuestas y apreciando las vistas uno visualiza una película al estilo Sorrentino. Alguna historia de amor, o simplemente una sucesión de imágenes de la vida que reina. Fuera de allí y, sumando la zona del puerto que es donde están las embarcaciones, las tiendas y restaurantes de lujo y los apartamentos de ensueño (Las Boas, de Jean Nouvel), el panorama es desolador.

Parajes y carretera

En coche pueden recorrer kilómetros y kilómetros de carretera vacía. De repente, un pueblo. Santa Gertrudis, por ejemplo. O Santa Eulalia. Pequeñas villas con tiendas de moda y decoración absolutamente fuera de cualquier estilo que puedan ustedes ver en alguna gran urbe. La población, si es que tienen suerte de dar con alguien por las calles pasadas las seis de la tarde, parece salida de la película 'Midsommar'. Todos parecen esconder algo, como un secreto común. Un rito, quizá.

Coworkings que se transforman los fines de semana en piscolabis elitistas para un reducido grupo de europeos adinerados. Pupilas que se clavan en nuestro aspecto capitalino. Una guitarra llora mientras la voz rota de una cantante nos deleita al estilo de Lera Lynn. Beben vino caliente y comen crepes a precio de jadeíta. Mi acompañante y yo no aguantamos más de un cuarto de hora deambulando por la terraza. Si Dalí viviese le asustaría tanto surrealismo.

Nadie te aguanta la mirada, es imposible entablar conversación en ningún bar. Incluso si va a visitar las salinas, el gran referente laboral de la isla fuera de la temporada alta de turismo, se puede creer Javier Gutiérrez o Raúl Arévalo recorriendo las marismas del Guadalquivir en 'La isla mínima'. La sensación de indefensión y soledad es real.

La otra Ibiza

Pero al menos allí la gente vive en paz y, según parece, lo hace acomodadamente. El cambio llega a unas pocas manzanas del puerto. El bofetón de realidad es tremendo. Según el informe anual sobre el Estado de la Pobreza en las islas, hay más de 266.000 personas en riesgo en el archipiélago balear. Representan el 22% de la población. Un siete por ciento más con respecto a 2019. Estas cifras están basadas en los resultados de la tasa AROPE (indicador europeo que mide la pobreza y la exclusión social).

Pese a que los datos asustan, hay que matizar que no se tienen en cuenta a las personas que viven en la calle, por lo que las cifras podrían ser bastante más altas. Las personas sin hogar abundan por el centro de la ciudad. Detrás de la Avinguda d'Ignasi Wallis, en los portales de los edificios proliferan personas con adicción a las drogas consumiendo y pasando sin pudor alguno. Y así en decenas de calles. La sensación de inseguridad de día y de noche es alta. En muchas esquinas se pueden ver los refugios que los sin hogar preparan como buenamente pueden para hacerle frente al frío y las calamidades.

Ibiza no hace nada por ellos. Nadie. Los mantienen alejados del epicentro turístico para que no molesten y no espanten a los turistas. Ibiza se ha olvidado de los ibicencos. El problema es la creencia generalizada de que las personas que viven en la calle son delincuentes o drogadictos. Mentira. La inmensa mayoría son personas que se han quedado sin recursos y no cuentan con ningún tipo de ayuda social y se han visto abocados a abrazar el asfalto.

La situación es de tal gravedad en Ibiza, que Cruz Roja ha llegado a montar en el Parque de la Paz eventos en los que animaban a los ciudadanos a charlar y pasar un rato con personas sin hogar que necesitan casi más un hombro que una manta, las cuales tampoco sobran. Ibiza está más ocupada en litigios absurdos, como el que arrastran desde hace mucho tiempo con los legítimos dueños del Teatro Pereira. Ahora en ruinas, es el fiel reflejo de una isla que aparca la preocupación cuando se acaba la fiesta y la retoma cuando vuelven los billetes.

Veinte minutos andando separan la tienda Gucci del puerto, ahora cerrada por temporada baja, de la Avinguda d'Ignasi Wallis donde empieza el incontable chorreo de realidad social y pobreza. Apenas dos kilómetros que miden las realidades existentes en Ibiza.

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La isla se ha olvidado de quién es, de dónde viene. Se ha entregado a la imagen festiva y ha desterrado su origen humilde. Hasta hace no muchos años, cuando se reeditó su poemario por empeño de su círculo más cercano, ni los isleños parecían tener interés en leer a Marià Villangómez, el poeta más reconocible de la cultura ibicenca.

"Que bells els trets que animen el teu rostre!
I amb tot, sovint no els veig, galtes colrades,
llavis -formes 'damor-, per mor dels ulls,
foscos com els d'aquella dona bruna.

Però tampoc recordo amors passats;
pels teus ulls tot ho oblido, tan presents,
tan joves, quan declina ja el meu viure,
fonts durables d'amor quan prest no hi sigui.

Els teus ulls tenen llum, per bé que obscurs;
són estels de negror en un cel ben clar,
llum que entra dins de mi, mig món de l'ombra.
El dia és nit perquè els teus ulls són astres.

El seu foc ve del fons de l'univers.
Negre esclat, daltabaix dels anys, follia."

Ibiza, recuerda quién eres. Más que nunca.

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