A José Luis Torres Cuadra, un almeriense de 73 años, le faltan tres dedos de su mano izquierda. Los perdió, según cuenta, manipulando material explosivo durante su etapa como fabricante de armas en el Irán de Jomeini. Después trabajó en Irak, en el régimen de Sadam Huseín, contra los iraníes. "[Sadam] me marcó mucho. Era la mirada que tenía, te dejaba helado…", recuerda.
Torres Cuadra vive hoy en Almería, en su piso de toda la vida. Dice que se siente como un "gilipollas". "Con 73 años, después de ganar premios y hacer muchísimas cosas, me gasté mucho del dinero que gané, me encuentro con mi mujer enferma (artritis reumatoide), gano una pensión de mierda y sigo trabajando", cuenta en conversación telefónica con este diario.
Este viejo conocido de la hemeroteca española descuelga el teléfono desde el estudio de su casa, donde sigue trabajando en proyectos relacionados con el diseño de "plantas desaladoras no contaminantes". Ahí, guarda también documentos, fotografías y recortes de periódico que atestiguan algunas etapas de su vida. Aunque de muchos de los recuerdos que relata solo existen sus palabras. La prensa local y la nacional lleva décadas recogiendo las anécdotas de este almeriense que se hizo famoso cuando sólo era un adolescente.
Del cohete en Cabo de Gata a las tanquetas filipinas
En 1966, Torres Cuadras lideró a un grupo de chavales de Almería que ganó el premio Dulcinea, dotado con 100.000 pesetas de la época. Su proyecto consistía en construir un cohete, el 'España I', y lanzarlo a finales de ese año desde Cabo de Gata. La idea era que el bólido, de siete metros de altura y 1.200 kilos de peso, estuviera tripulado por un ratón durante el vuelo. Los muchachos trabajaron integrados en el Comité Juvenil de Investigación Espacial. Contaron con el dinero del premio y el de entidades industriales y del comercio, pero el 'España I' nunca llegó a despegar. "Fue requisado por el Ministerio del Aire (…) A ciertos ministros no les gustó que hubiéramos avanzado tanto para la edad que teníamos", asegura Torres.
El joven había decidido que lo suyo eran los cohetes. De pequeño nunca le habían interesado el fútbol ni otros deportes. Después de aquella experiencia en Cabo de Gata, Torres se mudó a Madrid para estudiar ingeniería aeronáutica en la Universidad Politécnica de Madrid, según consta en su perfil de LinkedIn.
Su primera gran experiencia fuera de España fue en Filipinas. Un día -siempre según su versión-, le presentaron a un filipino que le puso en contacto con el régimen del dictador Ferdinand Marcos para que diseñara y construyera tanquetas para las tropas del país asiático. El ingeniero recuerda su etapa en Filipinas como una de las más felices de su vida. Trabajo por las mañanas, "desfase" por las tardes. Se marchaba a bares donde "casi todo eran españoles" y allí cantaban y se emborrachaban. "Las fiestas ahí eran el despiporre", añade.
Los turbulentos años 80 en Irán e Irak
La década de los 80 fue la más turbulenta en la carrera profesional del inventor almeriense. Fueron los años en los que se moldeó su leyenda como fabricante de armas en Irán y, después, en Irak, pese a la feroz guerra que mantenían los dos países árabes, que le costó la vida a cientos de miles de personas en ambos bandos.
El nuevo gobierno islámico chií de Teherán condenaba el régimen "socialista" de Irak e incitó a la numerosa población chií del país iraquí a sublevarse. Sadam respondió a esta amenaza declarando la guerra a Irán en septiembre de 1980. La contienda se alargó hasta 1988 sin un ganador claro. Este era el contexto bélico cuando el joven ingeniero trabajaba para los dos regímenes. Para acreditar su estancia en los dos países, el almeriense ha ido difundiendo fotografías dónde se le ve supuestamente con Teherán de fondo y otra estrechando la mano derecha a Sadam mientras se miran fijamente.
En Teherán aterrizó por primera vez en agosto de 1982. Según recuerda, la tapadera era la construcción de sistemas de depuración de agua, pero en realidad viajaba a la Irán de Jomeini para fabricar armamento a cambio de varios millones de dólares. En concreto, un proyectil perforador antitanque, un "misil de bolsillo", según explicó a El País unos meses después.
Al principio todo iba bien, pero su estancia se complicó en diciembre de 1982. Aquel día, sufrió un accidente mientras manipulaba nitroglicerina. Perdió tres dedos de una mano y acabó en dirección al hospital. Casi cuarenta años después, sigue convencido de que aquello no fue un accidente, sino que más bien se trató de una traición llevada a cabo por los socios españoles que le acompañaron en el viaje.
El ingeniero almeriense se recuperó y volvió al trabajo, pero asegura que desde entonces estuvo retenido y trabajando a punta de pistola. Gracias al buen hacer de la diplomacia española, regresó a España en junio de 1983. Cuenta que poco después dijo a la prensa que estaba dispuesto a trabajar para la Irak de Sadam. Dicho y hecho. Inmediatamente, personal de la embajada iraquí se presentó en su casa para preguntarle si sus declaraciones iban en serio.
Una vez asentado en Bagdad, Torres Cuadra se dedicó ayudar a ampliar el alcance de los anticuados misiles soviéticos Scud del Ejército iraquí y a diseñar el misil balístico Al Hussein. Los Scud fueron los misiles empleados por las fuerzas armadas de Sadam contra Israel durante la Guerra del Golfo. A Torres Cuadra aquella contienda le pilló lejos de Irak. En los años 90, dejó a un lado la fabricación de armas y se dedicó al diseño y construcción de plantas desaladoras no contaminantes y proyectos con objetivos ecológicos.
En 2014, el peculiar ingeniero almeriense aseguró a El Confidencial que sus manos también estuvieron detrás del "proyecto Omega 2000", un arma desarrollada durante la España posfranquista que, básicamente, consistía en una "ametralladora que disparaba misiles". En su perfil de LinkedIn Torres Cuadra no incluye como experiencia laboral sus etapas como fabricante de armas. En los años 90, el ingeniero creó la compañía Inreco S.L., especializada en el diseño de maquinaria y sistemas con fines ecológicos.
El ingeniero aeronáutico diseñó una máquina que aprovecha la tecnología espacial para crear una desaladora de bajo coste e ideó diseños propios para arrancar de las rocas gallegas el crudo vertido en Galicia por el hundimiento del Prestige. Ahora, continúa con sus diseños desde el estudio de su casa. Uno de los últimos consiste en un sistema para desalar agua marina para mandarla al interior de España y hacer frente a las sequías. "Voy a intentar presentarlo", concluye.
Urente
"La Irak" Por Dios, qué mal suena. ¿Escribirá también por ejemplo "la Congo", "la Ecuador", "la Perú"...?