No se ha firmado la paz pero sí un armisticio preelectoral. La excusa fue la intervención de Miguel Arias Cañete en un almuerzo informativo organizado por ABC. Finalmente compareció José María Aznar, quien había sembrado la especie, días atrás, de haber sido excluido de la campaña del PP por razones oscuras. Un embrollo del expresidente con su partido, o viceversa, que ha quedado solventado, al menos para la foto.
Un despliegue de dirigentes del Gobierno y del PP acompañaron al candidato y rodearon al expresidente en un acto sin mayor trascendencia pero con repercusión asegurada. Aznar adelantó su regreso de Texas para no incurrir en el periodo electoral, que arrancó este jueves. No participaba en la campaña pero sí arropaba a su amigo Miguel Arias y subrayaba, de paso, su compromiso con el partido, frente a quienes pretenden arrojarle al desván del pasado.
Gobierno y partido
Mariano Rajoy había dado luz verde a la profusa presencia de miembros de su equipo. Tanto del partido como del Gobierno. Y al más alto nivel, con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y la secretaria general del PP, Dolores Cospedal al frente. Algún ministro, como Jorge Fernández Díaz (otros se 'cayeron' del cartel a última hora, cual Morenés o Ana Mato), secretarios de Estado, altos cargos de Génova y los infaltables, cuando de Aznar se trata, Esperanza Aguirre e Ignacio González. Y por supuesto, Ana Botella, esposa del telonero y alcaldesa de la ciudad. Estaban casi todos menos él, es decir, el presidente. Pero el costurón del desencuentro se suturó con un apañado zurcido.
Duelo de desplantes
Hace unos meses, Rajoy no estimó oportuno que miembro alguno del Gobierno se acercara a la presentación del último tomo de memorias de su predecesor en el partido. Un boicot en toda regla, según definición de algún militante veterano, que el aludido se tomó como una bofetada gratuita. Las relaciones entre Aznar y Rajoy no marchaban para entonces por buen camino. Pero aquel vacío helador en una velada importante lo apuntó Aznar en su libreta azul de las ofensas.
Y la devolvió. Hurtó su presencia a la Convención Nacional del PP en Valladolid a primeros de febrero. Y no movió un dedo para sumarse a la caravana electoral de Cañete, lo que produjo enorme revuelo mediático y conmoción en el partido. A esto hizo referencia Aznar al presentarse como 'un militante cualificado', en referencia a la expresión desafortunada y desabrida que utilizó hace unos días el diputado Rafael Hernando al referirse a su persona en plena polémica. Una torpeza fuera de lugar por tratarse de quien actualmente ostenta el cargo de presidente de Honor de la formación.
Sonrisas y tensión
Sonrisas forzadas, saludos de guardarropía, clima de tensión entre algunos de los asistentes al Foro que iba a ser de Cañete y terminó siendo de Aznar. Su mensaje apenas ocupó diez minutos. Posó para los gráficos con expresión poco complaciente, no dijo una palabra más allá de su intervención, escuchó con aprecio al candidato, fuese y... hasta la próxima.
En la Moncloa, Mariano Rajoy releía el barómetro del CIS, que insiste en darle una victoria ajustada en las europeas. Menos de tres puntos de ventaja sobre el PSOE. Lo justo para movilizar a los escépticos y para no adormecer a los cabales. El miércoles en la Moncloa ya había comentado a los líderes empresariales reunidos en torno a sus manteles, que ganará el PP "pero por poco".
Arias Cañete ha trasladado al presidente la necesidad de contar con el espectro del electorado popular que sigue con fe ciega a Aznar. No se puede prescindir de nadie. Y menos aún, empujarles a que emigren a otras siglas, como Vox o Ciudadanos. A eso se refirió Aznar al hablar de que el PP "es un monumento a la utilidad política de la integración. Lo demás termina mal". Muchos pensaron en Mayor Oreja o en Vidal Quadras, dos veteranos del partido que ahora aparecen muy lejos de sus filas.