Fundador y presidente en dos ocasiones de Societat Civil Catalana (SCC), Josep Ramón Bosch (Santpedor, 1963) acaba de publicar 'Cataluña, la ruta falsa' (Deusto); un libro en el que hace un repaso por la historia de esta región para "poder vislumbrar el futuro".
En esta entrevista con Vozpópuli, el actual secretario de estrategia política de Lliga Democràtica insiste en la importancia que supone la división étnico lingüística en Cataluña; arremete contra los gobiernos centrales por su dejación con el nacionalismo y califica de "error" que el Ejecutivo actual dialogue con los independentistas.
Pregunta: ¿Está el independentismo atravesando sus horas más bajas?
Respuesta: Creo que al contrario de lo que pueda parecer el independentismo está en un momento en el que puede alcanzar más del 50% de los votos en Cataluña por primera vez en su historia. Esto lo vamos a ver en las próximas elecciones autonómicas, en las que la suma de ERC y JxCat y los restos del PDeCat y la CUP, con mucha probabilidad superarán ese 50%. Por tanto no solo ganan en diputados, sino también en votos. Esta falsa imagen de que el independentismo está a la baja, ciertamente, en cuanto a lo que es el sentimiento independentista, no es así. Yo creo que el independentismo está dividido pero a la hora de sumar van a volver a hacerlo. Nos vamos a presentar en las próximas elecciones con una situación otra vez muy terrible en Cataluña y por lo tanto en España. Más allá de la crisis del coronavirus, la crisis territorial volverá a tener una predominancia en el debate político.
P. Habla en su libro de la necesidad de articular de nuevo la conciencia de la catalanidad y la noción de un proyecto común español. ¿Cómo se consigue? ¿Es esta la 'ruta verdadera'?
R. Cataluña está dividida de tres formas distintas. Hay una división económica muy clara: las clases medias altas catalanas son independentistas y las clases bajas y populares no lo son. Luego hay una división geográfica. El independentismo se concentra en el interior de Cataluña y en Girona, mientras el constitucionalismo está básicamente radicado en el área metropolitana de Barcelona y en Tarragona. Lo que en broma se ha llamado Tabarnia y Tractoria es una realidad. Pero hay una división que algunos entendemos que es la más tremenda: la división étnico lingüística. El 90% de los catalanoparlantes son independentistas y el 90% de los que tienen como lengua materna el castellano no lo son, son los llamados unionistas. Aquí en Cataluña el 50% de la población habla en catalán y el 50% en castellano, por tanto la división no es más que la lengua, y es ahí donde en mi libro hago la máxima incidencia. Lo que hay que hacer es un discurso de atracción de la idea de España, un relato novedoso hacia los catalanoparlantes. Esto lo dijo Ortega y Gasset en su famoso discurso sobre la conllevancia. En él hablaba que mientras haya una parte importante de catalanes que no crean en España es un problema catalán que debemos conllevar y no solucionar. Yo no quiero la conllevancia, yo quiero la solución.
P. En su libro cita a diferentes autores entre los que precisamente se encuentra Ortega y Gasset. ¿Qué cree que pensaría el filósofo de la actual situación de Cataluña?
R. Ortega y Gasset para mí tiene muchas frases y es una persona que desde su 'España invertebrada' dio muchas ideas y aportaciones. España no está invertebrada; tiene unos mecanismos de defensa muy fuertes. El Estado ha derrotado al procés tal como lo hemos conocido, porque la vía unilateral no volverá a ser planteada nunca más, al menos en los próximos años. Más allá de las bravatas que dicen ahora los presos y Puigdemont, "ho tornarem a fer", el Estado ha ganado. Es verdad que el Estado necesita alguna cosa más, y de Ortega yo rescataría la idea que él tenía cuando se fue a Argentina y les dijo "Argentinos, a las cosas". Pues eso: españoles, catalanes, a las cosas. Dejémonos ya de discursos y de bravatas sentimentales, románticas, decimonónicas y nacionalistas que no llevan a ningún sitio y planteemos cosas que realmente interesen a los catalanes.
P. ¿Y qué interesa a los catalanes?
R. El corredor del Mediterráneo, la tercera pista del aeropuerto de El Prat, la salida del ancho europeo en el Port de Barcelona, una ley de lenguas que reconozca el catalán como lengua propia, que el Estado esté presente en Cataluña... Yo vivo en un pueblo a 50 km de Barcelona en el que en 30 km alrededor no hay ningún símbolo español. Ninguno. Con lo cual, cuando lo que quieres o pretendes estimar no está presente es imposible quererlo y estimarlo. Yo creo que ese es el camino. Lo de Ortega, “a las cosas”.
P. Asegura que en los últimos años "una conjunción de factores ha multiplicado el separatismo en Cataluña". ¿Cuáles destacaría?
R. Primero la permisividad en la que Jordi Pujol ha trazado su hoja de ruta en el famoso ‘Programa 2000’ que se publicó en los años 80 con la toma del poder de dos factores clave del Estado: la educación y los medios de comunicación. Pujol ha sido un hombre muy hábil en la aplicación de la doctrina nacionalista y lo tenía muy claro cuando aplicó la máxima de “hoy paciencia, mañana independencia”. Poco a poco ha ido labrando la idea de construir una nación, el ‘nation building’; esa máxima del nacionalismo romántico de a partir de falsas premisas, de una manipulación histórica absolutamente torticera, construir un relato muy bien hecho que ha llegado al punto en el que por dejación del Estado y de los gobiernos de España —y aquí tan culpable es el PP como el PSOE—, el nacionalismo ha campado a sus anchas llegando a la absoluta dominación del relato. Hemos llegado a esta situación en la que la mayoría de gente en Cataluña se siente catalana y española, pero la mayoría política y económica está en manos de separatistas, y este es el punto clave.
P. Sobre el procés dice que "no ha sido sobre todo un ataque contra España", sino "una acometida inédita a las bases de la democracia liberal". ¿Cómo se explica que Lliga Democràtica, partido del que usted es secretario de estrategia política, vaya a solicitar al Gobierno el indulto de los presos del 1-O?
R. Presidí Societat Civil Catalana en dos ocasiones y personalmente firmé la mayor parte de denuncias y querellas contra los líderes del procés, en algunas ocasiones en contra de la voluntad de jueces y del propio Gobierno. La última denuncia que presenté fue contra Torra por no retirar la pancarta del Palau. En su momento fui uno de los responsables de la judicialización de la política, de la denuncia y la querella y de la lucha contra los separatistas desde el Estado de derecho. Llegados a este punto, creo que hay que mirar las cosas en su justo término. Yo pido el indulto, que no significa que no se inhabiliten. Esta gente tiene que estar inhabilitada porque lo que han hecho ha sido muy gordo. A los que menos les gusta que hayamos solicitado el indulto es a los independentistas, porque reconoce la culpa y por tanto la seriedad de las condenas. Ellos quieren la amnistía, cosa que nosotros en ningún caso vamos a plantear. El Estado ya ha aplicado la fuerza. Lo que buscamos entre todos es la paz social y no tengamos dudas: España ha ganado. Lo que yo quiero no es sacar a los independentistas de la cárcel, sino sacarlos del Palau de la Generalitat.
P. Al final de 'Cataluña, la ruta falsa', enumera una serie de propuestas positivas para que triunfe un relato del catalanismo hispánico. ¿Cuáles son, a grandes rasgos, las que considera imprescindibles?
R. Hay una cantidad importante. Yo no sé si Cataluña tiene un déficit fiscal de 16.000 millones como dicen los independentistas o menor, pero es verdad que existe y por eso tiene haber una mejora en la financiación económica de Cataluña. Como he dicho antes, temas como el corredor del Mediterráneo o la mejora de algunas de las infraestructuras catalanas son absolutamente imprescindibles. También hay algunas más sentimentales, como una ley de lenguas. Reivindico que el catalán merece un reconocimiento. ¿Por qué no poder hablarse en el Congreso, en el Senado o en el Parlamento Europeo? Realmente para un catalán el tema base es la lengua. Otra de las propuestas que hago es que Barcelona sea una auténtica cocapital de España. ¿Por qué no puede venir el Senado o el Tribunal Constitucional? ¿Por qué no pueden venir algunos de los ministerios a Barcelona? Eso es realmente lo que se tiene que hacer, más allá de decir “¿cómo solventamos el problema catalán?”. “Bueno, lo conllevamos”. No, no lo conllevemos. Solucionémoslo, pero de manera real, eficaz y solidaria.
P. Pedro Sánchez está dispuesto a retomar la mesa de diálogo con la Generalitat este mismo mes tras verse aplazada por la crisis del coronavirus. El independentismo resta importancia al encuentro e incide en que solo ha servido para "hacerse la foto". ¿Cuál es su opinión?
R. La mesa de diálogo es un error. Ya me dirá qué diálogo hay que hacer cuando los independentistas se han negado a dialogar con la mitad de los catalanes a los que desde el mismo Palau de la Generalitat nos acusan de bestias españolas. Tengo confianza cero en que esto solucione algo más allá que la foto política; lo que creo es que el problema catalán es un tema que se tiene que solventar entre catalanes, no discutiendo mesas bilaterales entre Gobierno de España y separatistas. De lo que se trata es de echar a los separatistas del Govern de la Generalitat. Todos los españoles debemos de concienciarnos de que esa tiene que ser una de las tareas principales. Lo que no puedes es tener en el gobierno de una parte del Estado a gente que quiere destruirlo. Yo no estoy metido en política aunque esté en algunos proyectos, pero creo que es de sentido común. Desgraciadamente los partidos lo único que hacen es buscar sus cuotas de poder en vez de solventar realmente los problemas de todos los españoles, y uno de los principales, a parte del coronavirus, es la tensión territorial.
P. Como destaca en el libro, esta permisividad de los partidos políticos se ha arrastrado durante años con el separatismo.
R. Se les ha permitido absolutamente todo, pero los separatistas no son los culpables de que hayamos llegado aquí. Ellos al fin y al cabo han hecho lo que decían que harían. Creo que los culpables en este momento y en este caso son los gobiernos centrales con su dejación y a través del relato. Insisto en mi libro, no tenemos símbolos comunes consensuados, no tenemos esa definición, ese marco mental que el nacionalismo vasco, catalán, valenciano, balear o navarro han hecho. Las tensiones periféricas vienen de una tensión que arrastramos desgraciadamente desde las guerras carlistas y que no hemos sabido todavía solventar.
P. ¿Qué expectativas tiene de las elecciones autonómicas en Cataluña?
R. En los análisis y encuestas que hemos hecho vemos como el número de lo que llamamos huérfanos políticos en Cataluña va creciendo muy rápido. Por un lado hay aproximadamente 250 o 300 mil votantes que confían en el independentismo, que en diciembre de 2017 votaron a Puigdemont y que ven como la radicalidad de ese discurso no les acaba de convencer, pero tampoco tienen a nadie a quien votar. No hay un catalanismo moderado que pueda representarles. Esos votantes son gente conservadora de más de 50 años que ven con miedo como Puigdemont, el PDeCAT y todo ese mundo cada vez está más cerca de la CUP y que ERC sigue siendo ERC. Ese es un mercado de voto que queremos trabajar. Sin embargo ahora hay otro nicho de mercado: el antiguo votante de Ciudadanos. No hemos de olvidar que Cs en Cataluña ganó con un millón cien mil votos las elecciones y que en estos momentos apenas podría retener 200 o 250 mil votos, entre 8 y 12 diputados siendo generosos. De ese millón cien mil hay una gran parte que se van al PSC, que tendrá una importante subida de votos, y también a Vox y al PP, pero hemos observado con mucha tristeza como hay 500.000 votantes de Cs que se quedan en casa. Antiguos votantes de Convergència que en diciembre de 2017 votaron a Cs como refugio pero que ven con mucho disgusto la deriva radical españolista que ha tomado el partido.
P. ¿Son estos votantes el objetivo de Lliga Democràtica?
R. Esos entre 800 y un millón de posibles votantes son a los que nos queremos dirigir. El problema que tenemos es que si hacemos un discurso dirigido a un sector es muy difícil convencer al otro, y ahora estamos en esta diatriba. En este proyecto de Lliga Democràtica en el que hay mucha gente que procede del constitucionalismo y también del mundo nacionalista. Lo que queremos sobre todo es superar el marco nacional y entrar en el debate que a nosotros nos interesa: el ideológico. Tenemos un proyecto político que nos aleja del PSOE y también en buena medida de Vox y el PP. Este es el debate en el que nos queremos sentir cómodos para superar el discurso de independencia sí o no. Es un discurso que nosotros ya damos por terminado porque la independencia es imposible y no vamos a tenerla nunca. Lo que tenemos que hacer es reforzar los lazos con el resto de España.