El Rey Juan Carlos ha anunciado este lunes a Felipe VI que se va de España.
Vozpópuli ha publicado en las últimas semanas varias informaciones que comprometen al rey emérito como el hecho de que regalase dos millones a Corinna Larsen para pagar el 30% de su mansión en Londres o un millón a su también amiga Marta Gayá en 2011 para que tuviera una "vida decente". Más cuestionable es que el entonces jefe del Estado retirase 300.000 euros la víspera del discurso de Navidad de 2011 en el que 'criticó' a Iñaki Urdangarin.
Si bien es pronto para determinar el alcance judicial, la gravedad de los hechos ya obligó en marzo a Felipe VI a salvaguardar el futuro de la Corona estableciendo un cortafuegos con su padre, el rey que dio estabilidad a la institución durante cuarenta años. Lo que dice la investigación en curso es que, a las puertas de una crisis económica en España que superó los seis millones de parados, el monarca recibió 65 millones de euros de Arabia Saudí que terminaron en la cuenta de la entonces princesa Corinna zu-Sayn Wittgenstein en las Bahamas.
La historia que ha provocado la caída en desgracia del Rey emérito empezó en julio de 2008. Dos hombres se reunieron en la embajada de Arabia Sauidí en Washington. A un lado estaba el embajador, Adel Al Jubeir, y al otro se sentó Arturo Fasana. El primero era la cara amable del régimen saudí en EE.UU, el segundo era un experimentado gestor suizo de fortunas en paraísos fiscales enviado allí por el rey de España. Quedaban todavía tres años para que explotase la operación Gürtel y para que el nombre de Fasana apareciera en la investigación como el gestor de los fondos de Francisco Correa, hoy en la cárcel. Pero España, en julio de 2008, todavía era una fiesta.
Fasana acudió a la capital de EEUU dispuesto a preguntar por una donación millonaria que iba a recibir Juan Carlos I, pero se emplazaron a un segundo encuentro. Según desveló El Español, el viaje surgió de una reunión previa en el Palacio de la Zarzuela entre el rey, Fasana y su socio, Dante Canonica, otro abogado acostumbrado a crear infraestructuras financieras opacas.
El enlace entre ellos era el primo del rey Álvaro de Orleans, quien ya había recurrido a los servicios de Fasana y Canonica para crear la fundación Zagatka en la que figuran como beneficiarios el rey Juan Carlos y Felipe VI. Con el dinero de esa fundación estuvo pagando durante años gastos privados del entonces jefe del Estado.
En aquel 2008 habían pasado dos años desde que Arabia Saudí había sacado a concurso un megacontrato para construir una obra faraónica en el desierto que va unir las ciudades de Medina y La Meca y un consorcio de empresas españolas optaba seriamente a llevarse el contrato. Había mucho dinero en juego y las relaciones entre España y Arabia Saudí pasaban por su mejor momento.
El propio embajador Al Jubeir acudió a Madrid ese mes de julio para acompañar a la Familia Real saudí a una conferencia interreligiosa. Fue un evento de varios días que presidieron el rey Juan Carlos y el rey Abdalá Bin Abdulaziz y sirvió para blanquear al régimen saudí, exportador mundial del wahabismo, la versión más rigorista del Islam. Sin embargo, a nadie pareció incomodar esta visita. Tampoco que unas semanas antes España hubiera condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III al viceprimer ministro saudí, Bin Abdul-Azzi. El propio rey Abdalá había recibido el Toisón de Oro el año anterior, un acto del que jamás se vieron imágenes.
El pecado original de toda esta historia se materializó en una segunda reunión entre Fasana y Al Jubeir, esta vez en la terminal de vuelos privados de Jet Aviaton de Basilea. Ahí el gestor de fondos suizo enviado por el monarca le dió al diplomático árabe el número de cuenta de una fundación llamada Lucum creada el 31 de julio. El 8 de agosto entraron en esa cuenta 100 millones de dólares (65 millones de euros al cambio en ese momento). "¡Oh Dios mío! Han sido muy generosos", dijo el rey al enterarse de la transferencia, según el testimonio de Dante Canonica.
El contrato y el maletín
Arabia Saudí adjudicó en 2011 el contrato al consorcio de empresas españolas por un total de 6.736 millones de euros. "Si no fuera por Su Majestad no se habría firmado el convenio para la construcción", diría después el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo. No dio más detalles, pero agrandaba así la imagen de Juan Carlos I como el mejor embajador de las empresas españolas en el extranjero. En un plano privado, la relación entre el monarca, Fasana y Canonica seguía activa.
Solo un año antes, el rey acudió al domicilio de Fasana en Ginebra para entregarle un maletín con 1,7 millones de euros que le había regalado su homólogo de Bahrein. “Juan Carlos I es una persona apreciada en los países del Golfo. Volvía de Abu Dhabi y vino a mi casa de Ginebra. Quería almorzar conmigo. Me dijo que había recibido 1.9 millones del sultán de Bahréin, que le había ofrecido este dinero”, le diría años después Fasana al fiscal suizo. Según ha desvelado El Confidencial, el rey emérito sacó en esos años unos 100.000 euros al mes en billetes de su cuenta suiza.
Empiezan los problemas
España ya no era una fiesta en 2012. Los recortes derivados de la crisis económica azotaban al país. Por sorpresa, los españoles se enteraron el 13 de abril de ese año de que el rey había sufrido un accidente durante una cacería en Botsuana y se había lesionado la cadera, lo que obligaba a su rápido traslado a España para ser operado de urgencia. Fruto de aquel incidente trascendió su relación de varios años con una empresaria germano danesa llamada Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que decidió en ese momento apartarse de los focos.
“Me quedó claro que estaba siendo percibida como persona non grata y como una amenaza para la Familia Real”, declarará años después. Los días de finales de abril y el mes de mayo fueron delicados. Ella dijo ser víctima de una campaña de acoso del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) a través de una empresa de mercenarios francesa para robarle información comprometedora.
Incluso dijo haber recibido la visita del jefe del espionaje español, Felix Sanz Roldán, en Londres para amenazarla. El aludido siempre lo ha negado. La empresaria se pone en contacto con el rey a quien guarda en su agenda de teléfono como “John Smith”. Según su versión, Juan Carlos I le aseguró que solo había pedido que la protejieran de los paparazzi, pero a ella esta respuesta no le convenció.
A pesar de esta situación se va a producir un movimiento clave que tiene que ver con los 65 millones de euros que dan sentido a esta trama. En junio de 2012, el rey le transfirió el dinero, que viajó desde el banco suizo Mirabaud a una cuenta de Corinna en una filial del banco suizo Gonet & Cie en Nassau (Bahamas) a nombre de la sociedad Solare. En este punto los testimonios no se ponen de acuerdo.
Ella dice que fue un regalo por “amor y gratitud” y porque todavía deseaba recuperar la relación. Según una información de El País, el director del banco suizo pidió sacar el dinero tras el escándalo de Botsuana en todas las portadas. Por otro lado, en el horizonte asomaba ya la amnistía fiscal anunciada por el Gobierno de Mariano Rajoy que buscaba aflorar miles de millones de fortunas españolas escondidas en el extranjero.
La residencia de Corinna en Londres recibió en mayo de 2015 la visita de un hombre tosco que se defiende como puede en inglés. Era el omnipresente comisario José Villarejo. Se presentó como un importante policía en España y se ofreció a quitarle de encima al CNI. Él, por su parte, buscó munición en la guerra personal que ella mantenía contra Sanz Roldán.
Corinna le contó al agente hoy en prisión que el rey -quien había abdicado un año antes- recurría a los servicios de Canonica para esconder el dinero, que usaba a su primo Álvaro de Orleans como testaferro y que recibió dinero saudí y pidió una comisión por el contrato del AVE a la Meca. Para entonces, ella ya había movido y usado el dinero que recibió del monarca en 2012. Había hecho inversiones y transferido parte de los fondos a otras cuentas de Nueva York y Londres.
En julio de 2018 salió a la luz en la prensa la grabación entre Corinna y Villarejo. Se desató el escándalo que saltó a los tribunales. La Audiencia Nacional investigó y archivó las revelaciones de la empresaria en tiempo récord apelando a la inviolabilidad del rey. Pero dejó abierta una causa por el presunto cobro de comisiones ilegales por empresarios españoles en la negociación del AVE a La Meca.
Paralelamente, el fiscal jefe del Cantón de Ginebra registró el despacho de Fasana y Canónica y halló documentación que encaja con las confesiones de Corinna. Empieza así el recorrido judicial de esta historia que ya está en manos de la Fiscalía del Tribunal Supremo y que ha acabado con la imagen pública del Rey emérito.