El debate sobre el tabaco y sus alternativas sigue sin consumarse. Hay expertos que defienden opciones diferentes al cigarrillo convencional, como los snus o los vapers, para ayudar a reducir la tasa de tabaquismo. Sin embargo, hay otros que afirman que todavía no hay evidencia científica de esto.
El tabaco causa cerca de 50.000 muertes al año, según manifiesta el Ministerio de Sanidad. El Eurobarómetro de 2024 muestra que el 70% de los españoles fuman cigarrillos manufacturados a diario y un 24% usa tabaco de liar, porcentajes por encima de la media europea.
Aunque sí es cierto que la promoción de alternativas sin humo ha ayudado a reducir los índices de tabaquismo y las muertes por enfermedades asociadas al tabaco en Reino Unido o Suecia, no hay suficientes estudios que verifiquen que estas opciones realmente ayudan a dejar de fumar. Diversos expertos médicos apuntan que “no hay un grado del tabaco que no sea perjudicial”.
El humo del tabaco es la fuente principal de enfermedades, no la nicotina como suele pensarse. De hecho, las opciones sin humo tienen aproximadamente entre un 90 y un 95% menos de tóxicos que el tabaco por combustión y un menor riesgo de enfermedades respiratorias o cáncer. Entre las alternativas, están los snus, el snuff húmedo y el tabaco de mascar -tanto suelto como comprimido-.
La apuesta de tabacaleras por marcas de tabaco sin humo ha ido creciendo a lo largo de los años. En 2017 invirtieron más de 718 millones de dólares en publicidad y promoción de este tipo de productos alternativos, lo que supone más del doble que se gastaron en 2007.
No obstante, aunque tengan menos tóxicos, la nicotina sigue siendo adictiva. Además, el tabaco sin humo también contiene sustancias cancerígenas. La nitrosamina es la sustancia química más dañina; su concentración, que establece el riesgo de cáncer, varía dependiendo del producto.
Otras sustancias tóxicas que se pueden encontrar en el tabaco sin humo son el polonio-210, un elemento radioactivo presente en el fertilizante; hidrocarburos aromáticos polinucleares, que se forman al curar el tabaco con calor; o metales nocivos, como arsénico, berilio cadmio, cromo, cobalto, plomo, níquel o mercurio.
Según el Instituto Nacional de Cáncer de los Estados Unidos, hay al menos 28 sustancias químicas tóxicas en el tabaco sin humo que causan cáncer. Asimismo, este tipo de alternativas pueden causar cáncer de boca, esófago y páncreas. También puede producir gingivitis, caries y pérdidas de dientes, además de aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y derrames cerebrales.
Respecto a los cigarrillos electrónicos o los vapers, todavía no hay suficiente investigación sobre su seguridad ni estudios a largo plazo sobre su impacto en la salud, tanto en la del fumador como en la de las personas de su entorno. Al igual que cualquier forma de tabaco, contienen sustancias químicas tóxicas y cancerígenas. Además, su uso puede causar irritación en las vías respiratorias y problemas pulmonares.
Aún falta que muchas de estas alternativas del tabaco convencional, como las bolsitas de nicotina, se regulen adecuadamente. Varios estudios apuntan a que la presencia de sustancias tóxicas y cancerígenas demuestran que el tabaco sin humo no es la mejor solución ante el tabaquismo. Las entendidas médicas defienden que la mejor opción para reducir el tabaquismo es dejar de fumar.