Más de un resbalón se han llevado quienes se han atrevido a pisar la calle. Madrid era hoy una pista de patinaje. La nieve que ha dejado Filomena, la borrasca que cubría media Península, se ha congelado en su mayoría en la noche del domingo al lunes.
En el primer día laborable después del temporal, los vecinos de la capital se reactivan para tener sus calles y negocios a punto. Con palas, recogedores y cualquier cosa a su disposición. Dos días con el establecimiento cerrado en plena Gran Vía, pasa factura, y más después de meses de recesión a causa de la pandemia del coronavirus. Lo explica Ronald a Vozpópuli, trabajador en un quiosco de prensa en plena plaza de Cibeles: “Mi jefe me ha dicho que venga a quitar la nieve y abrir un poco para ver si hay ventas, porque llevamos dos días cerrados por la nieve”.
Como si de un dúo del tebeo se tratara, Filomena ha disfrazado media España de blanco. Este fin de semana, estampas nunca imaginables desbordaron los medios de comunicación y las redes sociales: esquiadores en Gran Vía, esculturas creativas, coches plantados en mitad de la calza tras un último esfuerzo por salir, niños que veían por primera vez la nieve en el parque del barrio, y un largo etcétera.
Temperaturas bajo cero por el anticiclón
De los primeros en abrir las calles han sido los conserjes de los edificios. Alejandro, ya despojado del abrigo, ha estado cinco horas seguidas quitando hielo y nieve de la entrada de donde es portero. “Hay que combatir el frío”, ríe mientras lanza un bloque enorme de hielo hacia el lateral de la calle Alcalá. Con vistas a la puerta de la entrada de la antigua ciudad, Alejandro asume su papel: “Si el Ayuntamiento me llama para quitar nieve, yo voy con mi pala”.
Pero tras la borrasca, llega el anticiclón. El sol que teñía este lunes la capital era frío. Las temperaturas bajo cero llegarán a -5ºC en Madrid, según pronostica la AEMET, que ha mejorado las previsiones -se esperaban mínimas de -11ºC-.
A pesar de esto, Madrid debe recuperarse todavía de las fuertes nevadas. Calles como Fuencarral son cementerios de ramas partidas. Callao abre su entrada con su árbol semidesnudo. Y pasear por Gran Vía es ahora un riesgo por el desprendimiento de las acumulaciones de nieve en las cornisas de sus edificios.
La capital es estos días una postal histórica, pero también un recuerdo de lo que fue, a mediados de marzo, un Madrid vacío.