Un breve auto del juez Eduardo López Palop, instructor el caso Madrid Arena, emitido hoy ha echado por tierra buena parte de la defensa del Ayuntamiento para salir indemne de la tragedia. El pasado 4 de febrero, los abogados de Cibeles presentaron un recurso contra la imputación del exconcejal de Seguridad Antonio de Guindos así como de los altos cargos de esta área: Fátima Núñez, Alfonso del Álamo y Emilio Monteagudo, este último responsable de la Policía Local. El auto no se anda con rodeos: “Se produce un fallo clamoroso en las medidas de seguridad más elementales”.
Además de denegar la exoneración de los cuatro dirigentes, que deberán declarar como imputados en los próximos días, el juez asegura claramente que hubo una congregación juvenil en el recinto del Madrid Arena, propiedad del Ayuntamiento: “Se celebra un denominado “botellón” perfectamente ilegal en un espacio público de titularidad municipal”. La afirmación tumba definitivamente la versión consistorial: hasta ahora, no pocos concejales de Ana Botella han cuestionado no ya la significancia de la muchedumbre, sino la mera existencia del botellón.
“Todas las personas que han declarado hasta ahora, incluidas las más renuentes a pronunciarse categóricamente, han manifestado unánimemente que los efectivos policiales destacados eran muy inferiores a los de anteriores eventos”. Por si fuera poco, el auto atribuye mucha responsabilidad al botellón en la fiesta de Halloween en la que fallecieron cinco chicas jóvenes, una de ellas menor de edad: “Siendo realizado por personas jóvenes”, puede leerse, “éstas, posteriormente y en avanzado estado de embriaguez, (…) irrumpen en cantidad de más de dos mil personas que finalmente van a ser determinantes en la tragedia”.
López Palop rechaza asimismo que dimisiones como la de De Guindos cuando fue imputado hace dos semanas sirvan para que el afectado no declare. “Tales dimisiones se habrán producido porque así lo entendía la conciencia de la persona afectada”, zanja. El escrito, todo un misil a la línea de flotación de Cibeles, concluye con una interrogación indirecta lapidaria: “Por qué se permitió la celebración ilegal de un multitudinario botellón”.