Iba a ser en julio. Al amparo de la paz estival. Rajoy había tomado ya la decisión. Era preciso recuperar el PP de Madrid, controlado férreamente por la lideresa. Era la ocasión propicia. Esperanza Aguirre acababa de perder sus posibilidades de sentarse en el trono municipal madrileño, hasta entonces ocupado por Ana Botella. Pero una campaña electoral mal orientada y una filtración inoportuna de última hora la dejó a tan sólo 8.000 sufragios de la victoria. No sería alcaldesa. El PSOE le serviría en bandeja el bastón de alcalde a la candidata de Podemos, Manuela Carmena, una perfecta desconocida.
En Génova habían cambiado las cosas. Al menos, aparantemente. Jorge Moragas se había situado al frente del timón de un partido que acababa de sufrir una nueva y contundente derrota electoral. Tras las europeas y las andaluzas, llegaron las municipales y autonómicas. El partido se iba anímicamente a pique. Rajoy situó a su fiel jefe de Gabinete al frente de la sala de operaciones. Se reclutó a cuatro vicesecretarios jóvenes, no muy conocidos, y también con un afán renovador. Había que reactivar los mecanismos para afrontar una nueva campaña electoral de cara a las catalanas, primero, y a las generales, después.
Aguirre esgrimió una serie de argumentos sobre la corrupción que no convencieron a todo el mundo
La gran desbandada
La nueva cúpula del PP empezó a mover piezas en las comunidades autonómicas, tras una reacción de tocata y fuga de algunos de sus barones. Bauzá en Baleares y Fabra en la Comunidad Valenciana tomaron el portante de salida. Rudi quiso hacer lo mismo pero se le pidió paciencia. El veterano Sanz fue conminado por Ciudadanos a dejar el butacón de La Rioja. Esperanza Aguirre propuso la celebración de un congreso extraordinario en Madrid. Con voto directo de los militantes y con la promesa de que ella no se presentaría. La dirección nacional desatendió esa sugerencia, a la que se quisieron sumar otros dirigentes de la periferia, abatidos por el destrozo elecoral.
Había otros planes para Esperanza Aguirre. Una salida forzosa de la primera planta de Génova y la formación de una gestora con Cristina Cifuentes a la cabeza, a la espera de la celebración del congreso regional. Tal y como publicó en su día Vozpópuli, los planes estaban revisados, aprobados, ultimados. Había que aprovechar la oportunidad de un momento muy especial. Aguirre había perdido el brillo de la victoria. Estaba relegada al mustio papel de portavoz del grupo municipal, una responsabilidad menor para un 'animal político' de primera magnitud dentro de un partido que empezaba a amagar con el decaimiento y la crisis. No costaría nada "recuperar Madrid", como apuntaba uno de los nuevos dirigentes de la Casa.
Rajoy, sin embargo, en el último minuto, decidió suspender el plan, aplazar la decisión. Consideró arriesgado dar un paso que sin duda tendría repercusiones mediáticas e internas nada positivas. Aguirre, aún en horas bajas, es un terremoto. Ruido era lo que menos necesitaban Rajoy y el PP. Había que pasar el verano con cierta tranquilidad, preparando las citas electorales del otoño. Catalanas y generales. El plan se archivó hasta nueva orden. Rajoy, en su línea, no quería sobresaltos. Nunca se ha fiado de Esperanza y menos aún, en unos momentos en los que el liderazgo de la formación conservadora empezaba a dar muestras de resquebrajarse. El partido iba por mal camino. Y se canceló la operación.
Rajoy nunca se ha fiado de Esperanza y menos aún en unos momentos en los que el liderazgo daba muestras de resquebrajarse
Este pasado domingo, a la hora del almuerzo, Esperanza Aguirre convocó a la prensa, por sorpresa, luego de enviar un mensaje a su presidente, para anunciar que se iba. Que dejaba la presidenia regional, pero permanecía en el Ayuntamiento. Esgrimió una serie de argumentos sobre la corrupción que no convencieron a todo el mundo. Desde Génova se orquestó, raudamente, en forma algo atropellada, una operación respuesta para subrayar que se trata de una decisión 'personal, subjetiva y no extrapolable'. Es decir, que el hecho de que Aguirre dejara el cargo por no haber actuado debidamente 'in vigilando' contra la corrupción, nada tiene que ver con la situación de Rajoy. Una teoría que no todo el mundo ha 'comprado'. Rajoy ha sido el primero en recordarle a sus más próximos: "Véis, no hacía falta moverlo en verano. Las cosas han salido solas". Un poco tarde, quizás. Aguirre, en efecto, ha dado el paso hacia una gestora, con Cifuentes al frente, que controla ahora la regional más importante del PP. "El problema es el precio que nos costará todo ésto", comentan en el partido.
Aguirre sigue ahí. En el partido. En activo. En primera línea contra Podemos y a la espera de la evolución de acontecimientos. No es 'la niña de los ojos' de la actual dirección, pero quizás la dirección cambie. Y el partido también.