Apenas diez horas después del telefonazo de Rajoy a Rivera para conversar sobre unos postpactos de Gobierno, estallaba un nuevo cráter del gran volcán de la escandalera de Valencia. La 'Operación Taula' concluía con una redada de antología que se llevaba por delante a una veintena de detenidos, entre ellos algunos de los más importantes dirigentes del PP. Entre otros, el todopoderoso Alfonso Rus, uno de los vértices de la formación en esa Comunidad. La peste de Valencia ha sido un cáliz de amargura para Génova, que miró siempre hacia un lado a cambio de financiación y de votos. El fortín de las victorias se ha convertido en el gran calvario de la pesadumbre.
"Rajoy no parece la persona más adecuada para liderar la lucha contra la corrupción", comentaba Juan Carlos Girauta, portavoz de Ciudadanos en el Congreso. "La corrupción lo condiciona todo", insistía este martes tras conocer la nueva escandalera. Mariano Rajoy había movido ficha tan sólo unas horas antes. Había marcado el teléfono de Rivera para acercar posiciones de cara a algún tipo de pacto. Quedaron en verse una vez despejadas la dudas y las conversaciones en torno a la sesión de investidura. Ciudadanos es pieza clave, aunque no suficiente, en cualquier intento de Rajoy por permanecer en Moncloa. Ahora todo será más difícil, comentan en el cuartel general del partido naranja. La corrupción lo enloda todo, especialmente los caminos que conducen a la Moncloa.
En el PP no se remonta el vuelo desde el estrepitoso revés de las elecciones generales
Un partido en estado de shock
En el PP cunde el desánimo. No se remonta el vuelo desde el estrepitoso revés de las generales. Se había abierto, eso sí, un resquicio de posibilidades. El diálogo entre el PSOE y Podemos se ha atascado. Pablo Iglesias lo está poniendo muy difícil y los barones del PSOE afilan el colmillo de cara al Comité Federal del sábado.
Rajoy intentaba dar la sensación de movimiento, de que no le importa tender la mano a una negociación. Se vio con la llamada/broma de la radio catalana cuando casi concertó un encuentro con el presidente Puigdemont para el día siguiente. Con Rivera ya se habían encarrilado las conversaciones. Sánchez quedaba, así, en evidencia. Sólo quiere un pacto con los radicales, "para ser presidente a cualquier precio", subrayan los portavoces del PP.
Un chorreo de escándalos
Pero el estallido de las bombas de racimo de la corrupción ha producido un efecto letal en los planes de Moncloa. En apenas unos días, tres episodios de dimensiones descomunales han descolocado toda la estrategia. El número tres de Moncloa, mano derecha de Sáenz de Santamaría, se ha tenido que ir a casa por el 'caso Acuamed". Moncloa, tocada. Hasta ahora todos los escándalos hacían explosión en Génova. Como la imputación del PP por el caso del borrado de los ordenadores de Bárcenas, cuestión que había ya archivado la Audiencia Provincial de Madrid y que ahora ha reabierto la titular del juzgado 32 de Madrid. Por si algo faltaba, en plena negociación de los pactos para la formación de nuevo gobierno, se produce un nuevo terremoto en Valencia, tierra de tremendas fallas tectónicas.
El presidente en funciones estaba convencido de que la corrupción ya le ha penalizado todo lo que cabía prever. Pero el cartero llama dos veces
El estropicio viene protagonizado esta vez por Alfonso Rus, figura paradigmática del PP en uno de sus principales bastiones. Rus lo era todo, gran cacique local, alcalde de Játiva, presidente de la Diputación así como del partido en Valencia, empresario destacado, con enorme influencia en Génova. Todos lo sabían y nadie hizo nada hasta que el melifluo Alberto Fabra le suspendió de militancia pero no pudo expulsarle de la lista electoral. Más de una veintena de detenidos, de los cuales nueve vinculados al PP, en una operación de dimensiones telegénicas llevada a cabo por la Guardia Civil. Algo previsto pero que erupciona en un momento demasiado incómodo.
"Se nos va a llevar por delante"
Hay en el PP quien maldice estas 'casualidades'. Se piensa, además, que vendrán más sorpresas. Quedan asuntos como Gürtel o Púnica que están pendientes de más recorrido. "La corrupción ha sido un desastre, no lo hemos encarado con decisión pensando que todo pasaría y se nos va a llevar por delante", comentaba un dirigente del partido conservador. Indefectiblemente, las miradas se tornan hacia Rajoy, a quien ni siquiera los suyos consideran ya con posibilidades de lograr una reedición de su mandato. Salvo en el caso de nuevas elecciones con un resultado que por ahora se adivina incierto.
Ciudadanos abomina de la corrupción y la combate a fondo como uno de sus signos de identidad, al igual que el antinacionalismo. Gran parte de su electorado votó antaño al PP, pero desertó fundamentalmente por la peste a corruptelas que emanaba de sus filas. Es gente joven, de ideario más bien liberal, pero que apuesta por una regeneración a fondo en la vida política nacional. Rivera no tiene dificultad alguna en hablar con Rajoy. Ni en hacerlo con Sánchez tampoco. Pero la corrupción dificulta el diálogo con Génova igual que el flirteo con los radicales y separatistas hace imposible cualquier aproximación a Ferraz. Girauta lo dejó bien claro: "Lo condiciona todo".
Esta tacada de nuevos casos de putrefacción política que zarandean al PP dificultan enormemente cualquier empeño en abrir negociaciones por parte de Rajoy. Incluso difumina la idea de una victoria más contundente en el caso de que se tengan que repetir elecciones. El presidente en funciones estaba convencido de que la corrupción ya le ha penalizado todo lo que cabía prever. Pero el cartero llama dos veces. O más. Y la epidemia ha vuelto a hacer su aparición con su aspecto más negro y en el momento más inoportuno para los intereses del PP.