Hasta la mañana del jueves, Rajoy creyó a pies juntillas lo que le decía su amigo Soria por teléfono. En la tarde anterior, un visitante de Moncloa encontró al presidente en funciones convencido de que cuanto le había contado por teléfono el ministro era cierto. Incluso puso sobre la mesa los papeles y documentos que le había hecho llegar. Explicaba Rajoy, con sorprendente ingenuidad, que el problema es que Soria no había contado las cosas bien, o que no tenía toda la información, e incluso que se había metido en un jardín insospechado sin enterarse. A la mañana siguiente, al emerger Jersey en el horizonte mediático, cambió todo. Rajoy se sintió defraudado y hasta engañado. Y, muy a su pesar, lo defenestró. Soraya y Moragas, quizás brindaron esa madrugada del viernes, según la maldad deslizada desde la propia Moncloa.
Eliminar los vestigios aún calientes
Se trata ahora de sepultar vertiginosamente el cadáver incómodo. Todo vestigio 'soriano' ha de desaparecer del entorno del PP y del Gobierno, es la consigna. "Dentro de tres días nadie debe recordar que estuvo por aquí", confesaba jocosamente un veterano de Moncloa. Soria es la evidencia lacerante del principal estigma del PP, que es la corrupción. De ahí las urgencias por erradicar su memoria. Y de demostrar, al tiempo, que el Ejecutivo en funciones sigue adelante en su guerra contra la corrupción. Montoro dio el viernes la señal de partida al afirmar, en forma contundente y casi fuera de guion, que "nadie que haya operado desde paraísos fiscales puede ser ministro". Estaba acusando al cesado y advirtiendo a lo por venir.
Soria es la evidencia lacerante del principal estigma del PP, que es la corrupción. De ahí las urgencias por erradicar su memoria
La vicepresidenta, a su vera, subrayó sus palabras. Tan expresivas y firmes. Sáenz de Santamaría, había surfeado entre los tópicos al referirse al escándalo. Incluso elogió, con un punto de sarcasmo, al minstro desintegrado, con quien mantenía un enfrentamiento feroz.
La 'número dos' del Gobierno se ocupó en centrar el objetivo en los próximos días: Guerra a Sánchez y a la corrupción. Junto al titular de Hacienda, un Montoro que ha vuelto al protagonismo mediático, se revolvió contra las reclamaciones de comparecencias parlamentarias de ministros y hasta del propio presidente del Gobierno para explicarse sobre los 'Papeles de Panamá'. Santamaría advirtió al líder del PSOE que deje de enredar con estos asuntos, porque en su partido están rebosantes de ellos. Y dejó caer que el extitular de Industria había asumido incluso 'responsabilidades políticas' ya que no existen las judiciales. Ejemplo a seguir. La polvareda desatada en Panamá ha de camuflarse en el ruido de la artillería contra los socialistas. La campaña está a punto de comenzar.
La semana más intensa
La peste de la corrupción no había alcanzado hasta ahora la mesa del Consejo de Ministros. Al fin lo hizo, como algunos se temían. Y llegó por el lado más sensible, por costado más frágil, por la silla del fiel amigo del presidente. Semana dura y triste para Rajoy, desvelan en su entorno. Ha comentado muy poco con los suyos este episodio. También el presidente en funciones quiere archivarlo cuanto antes. Por interés político y por razones personales.
Los vicesecretarios Maíllo y Maroto han sido las primeras voces del partido en ponerse en línea con la nueva situación. Tras elogiar con mesura la renuncia de Soria, por su celeridad y hasta 'elegancia', dijo alguno, se pusieron a la faena de arremeter contra el 'teatrillo' de Sánchez. Todo un clásico.
Lo único que en Génova tienen claro es que las elecciones aparecen inevitables y que la corrupción es para el PP uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis
Ve el PP al líder socialista muy desmadejado tras su investidura fallida, tras su desportillada intentona con Podemos y su incómodo emparejamiento con Ciudadanos, que ahora arrastra como una losa. De ahí el empeño en retomar el sendero abandonado hace siete días a causa de la escandalera. Esta semana se convino en que Rajoy movería finalmente ficha e incluso llamaría a Sánchez para negociar. Una vía muerta, confiesa el propio presidente. ¿Cómo y de qué hablar con 'míster no'? Pero quizás lo intente.
Lo único que en Génova tienen claro es que las elecciones aparecen inevitables y que la corrupción es para el PP uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Contrarrestar el mal con los logros económicos ya no funciona. Montoro no logró cuadrar el déficit y las cifras del paro no son para sacar pecho. Bombardear a Sánchez, por incompetente, porque su afán en acercarse a Podemos, es la estrategia. Y subrayar que Rajoy no ha engañado a nadie, es el himno de batalla. ¿Y Soria?, preguntará con insistencia la oposición. ¿Soria? ¿Y ese quién es? Ese nunca estuvo aquí.