Rajoy se siente muy cómodo entre los suyos, con los barones, los alcaldes, los dirigentes de un partido en el que milita desde hace tres décadas. "Empecé pegando carteles", dijo. En uno año decisivo y en un momento delicado para su formación, Mariano Rajoy consiguió insuflar moral de victoria a su gente, atribulada por la corrupción, el fantasma de Bárcenas, el reto separatista y las promesas incumplidas. "Podéis salir con la cabeza muy alta, orgullosos de lo que habéis hecho. Y, sobre todo, hablad bien de España", les recomendó en el cierre de su discurso entre ovaciones cerradas y muestras de euforia.
La recuperación económica y el miedo a los populismos fueron la base de su intervención, que se convertirán en líneas maestras del partido durante todo este largo año de consultas en las urnas. Arriolismo en estado puro. La prosperidad es el mejor programa electoral. "¿Quién puede negar que las cosas vayan ahora mejor?", dijo el presidente, ufano de una recuperación económica que ya se palpa, de un cambio "del que los españoles son los únicos protagonistas". Demoledor en su repaso a la gestión del gobierno de Zapatero, Rajoy se empeñó en desmontar algunos tópicos que jalea la izquierda y alrededores. No se han producido recortes ni en Sanidad ni en Educación, se ha defendido e impulsado el estado de bienestar, "con todo, contra todo y a pesar de todo", se empieza a recuperar el empleo, no se han tocado las pensiones, se ha cumplido con los desempleados. "Decidlo sin miedo, vamos a crear un millón de puestos de trabajo en dos años". Y, sobre todo, se han bajado impuestos y, en 2016, se volverán a bajar. Naturalmente, si el PP sigue en la Moncloa, le faltó decir.
"Decidlo sin miedo, vamos a crear un millón de puestos de trabajo en dos años"
El crecimiento y el viento
Parados, jubilados, clases medias, las familias, no olvidó Rajoy referirse a ninguno de los nichos de sus votantes, ahora algo mustios con una política de incumplimientos difíciles de asumir. El presidente intentó transmitir a su gente que pueden sentirse orgullosos de lo que se ha hecho, de lo que se está haciendo y de lo que se hará. Frente al "derroche de incompetencia" del PSOE, el PP se muestra de nuevo como el partido que sabe gestionar, que crea riqueza, que crea puestos de trabajo. Descalificó los 'relatos tenebrosos', los "sombríos oráculos del pesimismo", de quienes no reconocen el trabajo bien hecho, de quienes aseguran que esta tímida recuperación es debida a que 'los vientos de la económica municipal son favorables'. Y dijo Rajoy: "sí, ahora es el viento, un viento que sopla igual para todos; pero nosotros somos el segundo país occidental que más crece por detrás tan sólo de los Estados Unidos".
Logros económicos que ya se notan, porque "el cambio ya se ha producido". Ironizó sobre quienes hablan de que el repunte se queda en la macro y no alcanza a las familias. "Nosotros creamos 1.200 puestos de trabajo al día, porque no trabajamos para la macro, trabajamos para las personas".
"Algunos de los nuestros que no han estado a la altura de su trayectoria"
Corrupción y Cataluña
Despachó con referencias obligadas dos de los puntos calientes de la actualidad política. En el hiriente tema de la corrupción, propinó un severo reproche hacia "algunos de los nuestros que no han estado a la altura de su trayectoria", quizás en relación con Luis Bárcenas, el convidado de piedra del cónclave del PP. Reconoció algunos errores del pasado, sin citarlos, y esgrimió las medidas que ha adoptado el Gobierno para acabar con la impunidad de estas actuaciones. "Las instituciones funcionan, y los jueces y los fiscales", dijo, y aconsejó a su audiencia que no se deje influir por exageraciones y oportunismos, porque "no vamos a permitir que la corrupción empañe el cambio".
A Artur Mas le dedicó una sonora andanada por su decisión de convocar elecciones anticipadas "en un nuevo intento de engañar al pueblo de Cataluña". Pero recordó que en Cataluña hay más catalanes que independentistas, tachó de "subterfugio burdo" los comicios plebiscitarios convocados por la Generalitat para septiembre y concluyó en su línea de que el único derecho a decidir es el de la soberanía nacional. "Las elecciones catalanas no serán un camino para la ruptura de España", concluyó.
Lo que funciona en las encuestas es airear el espectro de Podemos, el fantasma bolivariano. Rajoy jugó con la muletilla de "no podemos"
El precipicio populista
Recado aparte le dedicó a Podemos, también sin mencionarlo, esgrimiendo algo fundamental: el populismo es la línea directa hacia el abismo. El PSOE ya no despierta tanto interés en las prédicas del líder del PP. Es un partido sumido en crisis internas y en continuas tensiones. Lo que funciona en las encuestas es airear el espectro de Podemos, el fantasma bolivariano. La torpe y prepotente intervención televisiva de Pablo Iglesias en la noche del sábado colaboró mucho al discurso de Rajoy.
Recurrió el líder del PP a una fórmula oratoria muy adecuada. Jugó con la muletilla de "no podemos". Por ejemplo: "No podemos jugarnos nuestro futuro en la ruleta rusa de la frivolidad y el populismo. No podemos apostar por los saltos al vacío. No podemos volver a asomarnos al precipicio al que conducen los conjuros caribeños y los planteamientos mesiánicos y doctrinarios". Y así. La frase más aplaudida fue cuando espetó que "no es lo mismo dar doctrina en un plató de televisión que defender a España por el mundo". El auditorio se venía abajo, con risas cómplices y golpes de codo entre los asistentes. "Ahí le has dao, Mariano", se escuchaba desde una butaca.
Frente al riesgo del populismo exacerbado de quienes "no ofrecen nada porque nada tienen que ofrecer", Rajoy esgrimió la esencia de su línea de conducta, es decir, estabilidad, libertad, moderación, igualdad, y Constitución. En suma, frente al PP sólo hay incertidumbre y resignación. O en palabras de Dolores Cospedal: "El PP o el caos". En su discurso de presentación, la secretaria general del PP pidió a los partidos que "actúen con responsabilidad de Estado" e insistió en que "vamos a ganar".
La Convención se salda con un balance muy positivo, al decir de algunos veteranos dirigentes. Arrancó con los truenos de Aznar, a quien Rajoy no mencionó, en devolución del mismo gesto, aunque estaba allí presente, en la primera fila, y con las arremetidas de Bárcenas. Y se cerró con un sentimiento de euforia contenida, con un baño de optimismo. Las cosas han cambiado ya, se nota y se palpa, es la consigna. Y eso se traduce en votos.