Era imprescindible mostrar una imagen de disuasión de forma inmediata, así que el Gobierno aceptó la propuesta de desplegar al Ejército de Tierra en la frontera de Ceuta. Una divisoria rota, quebrada ante la entrada en pocas horas de miles de marroquíes que, engañados, arriesgaban su vida para alcanzar territorio español. Para los militares se trataba de una misión con lejanos antecedentes; debían remontarse muchos años atrás para encontrar otro momento en que patrullasen la linde que les separaba del reino alauí. Ocurrió el 17 de mayo. Y el Mando de Operaciones, encargado de articular ese despliegue, bautizó aquella intervención con el nombre de Operación Almina V.
Todo se llevó a cabo en apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, insisten fuentes militares a Vozpópuli. Porque la misión principal de proteger el perímetro fronterizo de las dos ciudades autónomas recae en Policía Nacional y Guardia Civil, ya sea en la gestión de los accesos legales como en cada intento de entrada irregular, y las Fuerzas Armadas no son las encargadas de asumir ese rol, pero sí de prestar sus capacidades al servicio de un refuerzo excepcional. Así se dispuso aquella jornada salpicada por las tensiones diplomáticas, con un diálogo roto entre Madrid y Rabat. El ingreso del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en un hospital de Logroño, y el trasfondo de la soberanía que Marruecos reclama sobre el Sáhara quebraron las relaciones bilaterales.
No faltan los expertos que consideran que la entrada masiva de Ceuta se encuadra como un “ataque híbrido”; o lo que es lo mismo, una agresión por medios no convencionales, que pone en jaque la seguridad de un Estado sin recurrir a un ataque militar o paramilitar. Y lo que se vivió en Ceuta desbordó todas las previsiones relacionadas con los flujos migratorios.
Miles de personas se lanzaron contra la valla, azuzadas por falsas promesas o engaños. Quizá el más burdo fue aquel que aseguraba que Cristiano Ronaldo jugaría un partido de fútbol en la ciudad española, reclamo que caló hondo entre los menores de edad. Pero también se hablaba de trabajo o de estabilidad. Aquello se tradujo en un episodio sin precedentes. Los vídeos de aquellas jornadas reflejan la connivencia, cuando no el apoyo, de las autoridades marroquíes a los miles de inmigrantes que trataban de alcanzar Ceuta.
Los espigones de Benzú y El Tarajal se convirtieron en el epicentro del terremoto desde primera hora de la jornada. Siguiendo el protocolo habitual, Policía Nacional y Guardia Civil reforzaron sus posiciones con los agentes que había a su disposición, sin por ello dejar de cumplir con el resto de funciones de seguridad ciudadana. De acuerdo a los últimos datos facilitados por el Gobierno en respuesta parlamentaria, en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla hay 594 y 615 efectivos del Instituto Armado, respectivamente.
Pronto quedó en evidencia que la fuerza policial presente en la frontera era insuficiente para hacer frente a una entrada de esa envergadura. Los Ministerios de Interior y Defensa, dirigidos por Fernando Grande-Marlaska y Margarita Robles, recurrieron a su particular ‘teléfono rojo’ ante una situación de urgencia y acordaron que la fuerza militar acuartelada en Ceuta participase en las labores de apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Los recursos del Ejército en Ceuta
Porque la fuerza de la que disponía el Ejército en la ciudad no era nada desdeñable en una situación así. De la Comandancia General de Ceuta dependen las unidades de combate del Regimiento de Caballería Montesa nº3, del Grupo de Regulares nº54 y del Tercio Duque de Alba de la Legión. Hace falta remontarse a 2005, con José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno, para encontrar la última ocasión en la que el Gobierno recurrió al Ejército para reforzar el perímetro fronterizo de las ciudades autónomas. Pero Marlaska y Robles tenían claro que la situación que se vivía era excepcional. Así, con el visto bueno de Moncloa, se dio luz verde a la salida de los militares del cuartel para reforzar a Policía Nacional y Guardia Civil.
La intervención del Ejército de Tierra -bajo control del Mando de Operaciones- se articuló en torno a dos ejes y de forma inmediata, en la misma mañana en la que comenzaron a producirse los incidentes. El primer punto de intervención fue en la playa de El Tarajal. Allí se apostaron cuatro vehículos BMR (Blindado Medio sobre Ruedas); un medio que estos días, en su versión policial, ha sido protagonista por su intervención en la huelga del metal, en Cádiz.
Su mera presencia tenía un fuerte carácter disuasorio ante las miles de personas que se apostaban al otro lado de la valla. También ofrecía blindaje a los agentes en un lugar próximo al vallado, en caso de requerir un punto de protección ante la lluvia de piedras que caía desde el lado marroquí. En ningún caso se consideró la posibilidad de hacer uso de las capacidades ofensivas de los vehículos, señalan fuentes militares.
Asimismo, y aún en El Tarajal, el Ejército dispuso a los militares que iban a pie en dos puntos estratégicos: junto a la valla, para mostrar una mayor fuerza junto a policías y guardias civiles -Interior envió más efectivos desde la Península para asegurar su integridad-; y de forma paralela al mar, equipados con escudos ‘antidisturbios’ y defensas de seguridad, para gestionar la llegada de los inmigrantes que trataban de llegar a nado hasta suelo español.
Patrullas por las calles
El refuerzo extraordinario de agentes policiales a la frontera y la situación de crisis que se vivía en la ciudad obligó a tomar una segunda decisión que implicaba al Ejército de Tierra: el despliegue de los militares y sus vehículos por los espacios públicos de Ceuta, también en apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, para cubrir un mayor espacio de intervención. Porque la situación era límite en el perímetro fronterizo, pero también se registraron incidentes en otros puntos de la ciudad autónoma ante la crisis de seguridad que se estaba viviendo.
Juan Jesús Vivas, presidente de Ceuta, apuntó en una entrevista en Onda Cero que en la noche del lunes al martes -primera jornada de aquellos sucesos- se registraron “unas 180 incidencias”: “Hubo intentos de asaltos a determinadas propiedades que estaban desalojadas”. Vivas calificó la situación que se vivía en la ciudad de “estado de excepción”, con los ciudadanos encerrados en sus casas y la campaña de vacunación contra el coronavirus en el aire por la incertidumbre que se respiraba.
La cúpula militar bautizó la intervención, con sus dos ejes de actuación, con el nombre de Operación Almina V, en referencia a la península de la Almina, en Ceuta. Se trata de un punto estratégico destacado por su ubicación geográfica y de gran trascendencia para la historia y cultura de la ciudad autónoma.
Tras unas horas y unas jornadas de incertidumbre, policías, guardias civiles y militares lograron restituir la calma en la frontera de Ceuta. Las conversaciones diplomáticas con Marruecos estaban rotas, pero el reino alauí colaboró en la retención de los inmigrantes que días antes habían intentado acceder a España por vías irregulares. “Cuando se utiliza a menores como instrumento para burlar las fronteras territoriales, es algo que no se puede aceptar”, sentenció poco después la ministra de Defensa, Margarita Robles, en una entrevista en TVE. Y añadió: “Exigimos respeto porque nosotros somos respetuosos con Marruecos”.
Las consecuencias de la crisis
Las consecuencias del episodio, no obstante, aún siguen presentes medio año después. España y Marruecos tratan de recuperar la normalidad diplomática, aunque el exabrupto le costó el puesto a la titular de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya. Las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos todavía permanecen cerradas y aún no hay un horizonte definido para su reapertura, si bien se espera que la reapertura se lleve a cabo en breve.
También mantiene sus implicaciones en términos humanitarios. La devolución de los menores que entraron a Ceuta sigue en paréntesis, al tiempo que los tribunales tratan de dirimir si el Ministerio del Interior actuó conforme a la ley para trasladar a los niños y jóvenes hasta el otro lado de la frontera. El departamento que dirige Fernando Grande-Marlaska incide en el “interés superior del menor” para gestionar su entrega a las autoridades del reino alauí.
Y, por último, la cúpula militar anota las consecuencias de la Operación Almina V para tratar de extraer lecciones que sirvan de cara al futuro. Lo mismo se puede decir de la pandemia del coronavirus, del ciclón Filomena o del volcán de La Palma; situaciones extraordinarias que han puesto a prueba las capacidades de las Fuerzas Armadas. De todas ellas se sacan conclusiones para ser más eficaces en crisis venideras.