Política

El apretón de manos entre Pedro Sánchez y Junqueras; y el esperpento

Era el día de los gestos, las complicidades y las miradas esquivas en el Parlamento, ese lugar donde se reproducen, a escala, las causas de los grandes problemas de la

  • Pedro sánchez y Oriol Junqueras

Era el día de los gestos, las complicidades y las miradas esquivas en el Parlamento, ese lugar donde se reproducen, a escala, las causas de los grandes problemas de la sociedad española y de algunos de sus aciertos. Faltaban pocos minutos para las 11 de la mañana cuando un político que está en prisión y que ha sido acusado de "golpista" por una parte de la oposición, Oriol Junqueras, era llamado a votar al presidente de la Mesa del Congreso. Al subir las escaleras del estrado, pasaba al lado de la diputada más joven, llamada Marta Rosique, una compañera de partido que portaba una camiseta con una bandera 'estelada' y el lema "acció antifeixiste Països Catalans". Al bajar, lo hacía a pocos centímetros de Pedro Sánchez, a quien saludaba y daba un apretón de manos frío. Cargado de la impostura que exige la campaña electoral, pero también de simbolismo. En ese momento, se producía la fotografía que todo el mundo buscaba.

En su camino de vuelta al escaño, Junqueras se cruzó con Josep Borrell, quien, al ver aproximarse al político independentista, recurrió a la técnica ancestral de 'hacerse el loco' y fijó su mirada en el ejemplar de Le Monde que tenía sobre su mesa. El truco no dio resultado, pues el líder de ERC quiso saludar a quien ha ejercido de canciller durante el último año. De paso, intercambiaron unas palabras. En la tribuna, Roger Torrent observaba con atención la jugada mientras Miguel Ángel Revilla dormitaba en el asiento de al lado. Si todavía hay dos españas, allí estaban juntas. Y, en el más que probable caso de que haya más, allí confluían dos.

La presencia de los presuntos organizadores del 1-O en el Parlamento indignaba a Pablo Casado. "Es como si Armada y Tejero estuvieran haciendo política", decía a los medios. Cuando los cuatro descendían por la escalera del Hemiciclo, antes de que arrancara la sesión, un par de diputados de Vox gritaron "fuera, fuera". Santiago Abascal se sentó detrás de Pedro Sánchez, como queriendo dar a entender que su propósito es que sienta su aliento en el cogote durante los próximos años.

Se presume cierto decoro en estos 350 ciudadanos que han sido elegidos para representar a los ciudadanos; sin embargo, resulta difícil atribuirles una imagen seria al observar la forma de prometer su cargo. Una acción simple, pero que varios han utilizado para hacerse notar. En sus intervenciones se han escuchado referencias al racismo, al fascismo, a la Hispanidad, a las Islas Canarias, a los presos políticos, a la República catalana y al "no pasarán". "Por la democracia, los derechos sociales y por todo el planeta", dijo uno de ellos. Cada vez que un independentismo intervenía, los diputados de Vox pataleaban y golpeaban sus mesas. El espectáculo era, por momentos, grotesco.

Mañana de estreno

Dentro del Congreso, era la mañana de los despistados y los orgullosos. Mientras unos preguntaban a los ujieres sobre dónde estaba tal o cual sala, otros se hacían selfis con el teléfono móvil. Y como la soberanía del pueblo reside entre estos muros, y España es país de costumbres, no podía faltar un cura en la tribuna de los invitados

-¿Usted a quién viene a ver?
-Prefiero no hablar.
-Pero, ¿viene a ver a algún diputado en concreto?
-Bueno, tengo unos cuantos amigos en varios partidos, pero no quiero especificar más.

Presos protagonistas

Dicen las crónicas de este martes que la Mesa del Congreso suspenderá en los próximos días (probablemente, después de las elecciones) a los diputados que están imputados por la organización del 1-O. De momento, aquí estaban, en el Parlamento. Junqueras sentado al lado de Gabriel Rufián y Turull, Rull y Sánchez, a la vera de Alberto Garzón y de Jaume Asens. A su izquierda, Inés Arrimadas y Albert Rivera, quienes procuraban no girar el cuello hacia ese lado de la bancada para evitar miradas tensionadas. Sí se pararon al lado de los 'presos' rostros representativos del nacionalismo como Aitor Esteban (PNV), quien abrazó al de 'Los Jordis', y varios parlamentarios republicanos (ERC, UP, Bildu). De camino a votar, en las dos primeras rondas soporíferas, en las que se llamó uno a uno a cada vocal, fueron varios los apretones de manos, conversaciones y gestos con los miembros del Gobierno.

Era mayo de 2019 y la Mesa de Edad estuvo presidida por el señor Agustín Javier Zamarrón, socialista de 73 años con barba blanca y exuberante, a lo Valle-Inclán. Bien podría el narrador omnisciente del panorama político español recurrir al esperpento para ilustrar sobre los acontecimientos que nos ocupan. Dos diputados, Felipe Sicilia y Armando Ramírez, pedían a media mañana una fotografía frente a la bancada de Vox, vestidos con una prenda que aludía al orgullo gay. A pocos metros, la camiseta de una diputada de ERC portaba el lema "perseguid a los banqueros y no a los manteros". No era mediodía y los presos independentistas brindaban con vino en una cafetería del Congreso. Han vuelto a ser los protagonistas, tienen motivos para celebrarlo.

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