Política

Camps, el delicado jarrón chino de Feijóo

Tras salir del todo limpio de su largo calvario judicial, el expresidente valenciano se reivindica en un libro. En el PP no saben qué hacer con él

  • Francisco Camps, el pasado octubre -

El 4 de septiembre de 2010, Francisco Camps tomó conciencia plena de que era ya, por derecho y muy a su pesar, la primera víctima política en España de la posverdad. Ese día, una Tercera de ABC firmada por el historiador Fernando García de Cortázar aludía a la figura del abogado Atticus Finch, protagonista de la novela 'Matar a un ruiseñor', una de esas "personas, en apariencia corrientes, hombres y mujeres capaces de arriesgar la vida por una causa justa"; dispuestas, decía el autor, a librar "las batallas que más importan".

Aquel sábado, Camps sintió una identificación completa con ese Quijote de Alabama encarnado luego por un inolvidable Gregory Peck en la cinta homónima. Hasta se dirigió de forma personal al periódico para que se trasladara su agradecimiento al autor de aquel texto: el presidente valenciano, sobrepasado entonces por la escalada mediática del 'caso de los trajes', aperitivo de la Gürtel, y en el prólogo de un calvario judicial que se prolongaría casi tres lustros, creyó ser, si no el único, sí el principal destinatario de un mensaje que reforzó la certeza de que, en adelante, su trayectoria política quedaría liquidada por una campaña de "persecución y escarnio" para la que tenía que prepararse.

En el saldo, ahí quedan esa decena de causas salvadas una a una a modo de 'match ball' para acreditar que el 'manual de resistencia' no es un patrimonio original, ni exclusivo, de Pedro Sánchez.

El exdirigente político valenciano pretende retomar ahora la iniciativa pública con un libro, 'Paco Camps, reenfocando España' (Javier Más, Libros Libres), en el que expresa su intención de reintegrarse a la política activa en un PP muy diferente que no sabe que hacer con él.

Portada del libro

El PP o la nada absoluta

Nada distinto de lo expresado cuando la Justicia lo exoneró del último asunto pendiente, el pasado mes de mayo, tras lo que recibió una llamada de felicitación Alberto Núñez Feijóo huérfana de compromiso alguno. Aseguró entonces tener más ilusión que nunca por "estar en política", pero condicionó ese anhelo a lo que "decida mi partido": la fidelidad a las siglas ha sido una constante en su trayectoria, y con eso juega la actual cúpula popular para minimizar la opción de que Camps pueda volar por libre si acaba harto de que le den largas.

Hay cálculos que estiman en un mínimo de cuarenta mil los votos que estaría en disposición de arañar una candidatura independiente al Ayuntamiento de Valencia encabezada por Camps

La ciudad de Valencia es su fortín, y en esa plaza se localiza su público principal. Hay cálculos que estiman en un mínimo de cuarenta mil los votos que estaría en disposición de arañar una candidatura independiente al Ayuntamiento encabezada por el expresidente de la Generalitat. Pero eso no pasará; para Camps, es el PP o la nada absoluta, tan absoluta como las tres mayorías consecutivas -la última, en medio de la tormenta- que forman un patrimonio electoral que pueden exhibir muy pocos baluartes 'populares'. 

Génova carece de una idea clara sobre cómo 'colocar' a Camps. Tan solo hay una vaga intención de situarlo como senador con vistas a las próximas generales. Tampoco es previsible que Carlos Mazón, lastrado por la gestión de la DANA, esté por la labor de implicarse: su sintonía con el expresidente es nula. 

El Camps que quiere 'reaparecer' tras su largo encapsulamiento se reconoce solo a medias en la actual faz de un partido en el que milita desde hace 42 años. El libro que le han escrito incide desde la primera línea en esto: para el PP, tiene una propuesta, la de dotarlo de una mayor fuerza argumental desde los cuatro pilares que “deberían ir siempre entrelazados: el conservadurismo, el liberalismo, el humanismo cristiano y el reformismo”.

Una iglesia desacralizada

Puede que esto sea un punto de fricción en la búsqueda de acomodo para alguien que, en sus tiempos de presidente, pidió permiso al Arzobispado de Valencia para poder hacer uso de una iglesia desacralizada cercana a su casa en la que meditar cada mañana antes de dirigirse al Palau, sede del Gobierno valenciano. Porque a lo que otros llaman resiliencia, él lo llama la resignación cristiana de toda la vida. 

Las alusiones religiosas son frecuentes en la definición de su periplo. La etapa al frente de la Comunidad Valenciana es el 'Camino Primitivo' de su vida pública, aquel que le permitió "otear en el horizonte la panorámica de Santiago, espléndida, brillante, llena de entusiasmo". Y que quedó interrumpido de la forma más brusca. "Me quedé parado en el Monte do Gozo sin completar la última etapa y tengo una obligación moral de intentarlo".

El expresidente regional guarda una conciencia exacta de las complicaciones inherentes a una restitución política que le permita retornar a la primera línea. "El futuro es tan incierto cuando estás aislado que piensas que cualquier cosa puede pasar. Pero siendo realista me gusta creer que mi futuro lo puedo construir yo. No obstante, en política, siempre dependes de terceros, dirigentes o electores. Esa dependencia externa no me va a impedir, en cualquier caso, seguir luchando". Sabe, además, que el recurso presentado por el PSOE contra su última absolución no ayuda a su rehabilitación.

El que quiere regresar se ha armado más en lo intelectual. Las lecturas se han conjugado con etapas profesionales en el Consejo Jurídico Consultivo (CJC) de la Comunidad Valenciana primero, y después incorporándose al bufete de Pablo Delgado, el penalista que ha ejercido su defensa durante los múltiples procesos judiciales que ha afrontado.

Sobre la mesa de su despacho permanecieron de forma perenne los tomos de la 'Historia de los pueblos de habla inglesa', de Wiston Churchill

Sobre la mesa de su despacho del CJC permanecieron de forma perenne los tomos de la 'Historia de los pueblos de habla inglesa', de Wiston Churchill, cuya influencia le llevó a acariciar la idea de abordar un trabajo similar centrado en el pueblo valenciano, sin cuyo conocimiento resultan inexplicables los éxitos políticos que precedieron los que en el libro se definen como "tres lustros de oscuridad".

De ellos, apenas aportará detalles. No contará, por ejemplo, las intentonas de ciertos medios de desacreditar el veredicto de 'no culpabilidad' que un jurado popular fijó para él en la morficante causa de los trajes en la teoría de que su capacitación para evaluar las pruebas era insuficiente. Lo dijo el periodista Arcadi Espada cuando la publicación de 'Un buen tío', una disección de la cobertura mediática de aquel caso: si la deuda del PP con el exdirigente valenciano admite matices, la de cierta prensa debería ser, sencillamente, "espectacular".

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