Soraya Sáenz de Santamaría y Cristina Cifuentes son las dirigentes del Partido Popular más damnificadas en la moción de censura impulsada por Podemos. Son las víctimas principales de los 'efectos secundarios' de estas largas horas de debate parlamentario en las que el liderazgo de Mariano Rajoy resultó fortalecido.
El protagonismo absoluto del presidente del Gobierno en la primera jornada de la sesión dejó sin papel en la función a su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Circulaban hace días diferentes versiones sobre la voluntad de Rajoy en no dar importancia a esta iniciativa de Iglesias. "Que hable Pablo solo, no hay que darle alas a este circo", decían entonces algunas voces populares.
Luego emergió la teoría de que sería Sáenz de Santamaría quien le diera la respuesta a la ponente morada, Irene Montero, en tanto que Rafael Hernando, el portavoz de la bancada popular, haría lo propio con Iglesias. "Si acaso, hablarán algunos ministros, según sea la intensidad de los ataques", se decía. Los ministros acudieron al Palacio del Congreso con buenas carpetas bajo el brazo, por si era menester su intervención. "A lo mejor hablan, o a lo mejor, no", se decía en Moncloa.
Las intervenciones secretas
El presidente del Gobierno, en sigiloso plan, tenía previsto acaparar las intervenciones del Ejecutivo desde tiempo atrás. Quince días antes de la moción, ya empezó a reflexionar sobre las posibilidades de su intervención. Auxiliado por muy pocos de sus más estrechos colaboradores, empezó a recabar material de los distintos ministerios y, al tiempo, a estructurar sus discursos. Llevó perfectamente redactados los textos de sus dos réplicas, tanto la destinada a Montero como la de Iglesias. Prosa pulida, irónica y demoledora.
Rajoy pretendió desde el primer momento tomar la iniciativa. Nada mejor que intervenir antes que Iglesias. Por eso, en forma inaudita, decidió también contestar a Montero. El impulsor de la moción parecería Rajoy y el censurado, Iglesias
Rajoy pretendió desde el primer momento tomar la iniciativa, dicen en su entorno. Nada mejor que intervenir antes que Iglesias. Por eso, en forma inaudita, decidió también contestar a Montero. El impulsor de la moción parecería Rajoy y el censurado, Iglesias. Una estrategia que resultó eficaz. También quiso Rajoy, con su decisión, proteger a sus ministros más quemados, que no deberían intervenir en las sesiones y pasar inadvertidos. Y, finalmente, lograba el principal de sus empeños: convertir al dirigente de Podemos en el líder de la oposición, tapar el papel del PSOE, eclipsar la emergente imagen de Pedro Sánchez, el gran ausente del hemiciclo. Se logró, dicen en el PP. "Fue un cara a cara con Iglesias", nadie lo duda, afirmaban. Sánchez deberá esperar.
Sorpresa general
Sáenz de Santamaría dirigió al equipo de apoyo, recabó los documentos y coordinó a los asesores, en estrecha relación con Rafael Hernando. Silencio absoluto, secretismo total. Ni una filtración. Tanto en el banco azul como, desde luego, en los escaños populares, reaccionaron con sorpresa y entusiasmo cuando Rajoy se levantó de su butaca para darle respuesta a Montero. Santamaría pasó en un obligado silencio las dos jornadas del debate.
Un silencio similar al de Cristina Cifuentes, aunque por razones diversas. En su propia moción de censura, presentada también por Podemos, la presidenta de la Asamblea de Madrid optó por bajar el perfil del debate y evitar todo protagonismo. Envió a varios de sus consejeros a cruzar sus armas dialécticas con la proponente del partido morado. Una moción de muy bajo nivel, tosco y abrupto. El PP madrileño salió satisfecho del resultado. "Podemos no habló de sus proyectos y, al final, se ha hablado sólo de lo inútil de la moción".
En Moncloa no agradó esta táctica pero nada le dijeron a su protagonista, Cifuentes, autónoma e independiente en sus decisiones. Su imagen "ha salido algo tocada", comentan en fuentes del PP. El equipo de la presidenta madrileña, sin embargo, parece satisfecho, aunque reaccionó algo contrariado al contemplar a Rajoy poniéndose al frente del debate en el Congreso.