Aunque su verdadero salto a la política nacional se produjo hace apenas dos años, el partido de Albert Rivera se fundó hace once años y medio con la voluntad de hacer frente a los partidos nacionalistas. A los mismos a quienes su candidata Inés Arrimadas logró superar en votos en las elecciones catalanas del pasado jueves.
En los dos últimos años, la expansión territorial de la formación naranja ha sido fugaz. Mientras que a finales de 2014 únicamente se movían en el ámbito catalán, ahora mismo están implantado en casi todo el territorio nacional, aunque con unos cuadros poco afianzados.
De contar con once concejales en sus comienzos, ahora suman 1.527. De sus tres diputados en la cámara catalana obtenidos en las primeras elecciones a las que concurrió, actualmente cuentan con 105 en el resto de parlamentos autonómicos. Y el número de afiliados tampoco ha parado de crecer, desde los 10.000 en 2014 a los 31.000 que suman en estos momentos.
¿Dónde está el origen? En un manifiesto firmado por un grupo de quince intelectuales que intentaban dar un giro al futuro político de Cataluña. "El partido se fundó hace once años advirtiendo de que las cosas que hoy están ocurriendo podían llegar a ocurrir", se afanaba en recordar Arrimadas en la celebración de la noche del jueves ante los simpatizantes.
Entre aquellos intelectuales que advirtieron el vacío de partidos estaban catedráticos, periodistas o escritores como Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada o Félix Ovejero.
La elección de su líder tuvo algo de azar durante el congreso fundacional del partido. Con tan sólo 26 años, Rivera fue elegido candidato a la Generalitat ante la dificultad para lograr un acuerdo, se recurrió al orden alfabético de los nombres. Tras las primeras elecciones, obtuvieron tres diputados en el Parlament, el mismo número de escaños con los que se ha quedado ahora el PP de Xavier García Albiol.
Después de once años, el partido tiene por delante el reto de afianzar su expansión territorial y afianzar los cuadros en las próximas elecciones autonómicas de 2019, que están a la vuelta de la esquina. La formación naranja mantiene su voluntad de ser implacable contra la corrupción en sus filas y el aparato se mantiene vigilante. De momento no ha “tocado poder”, aunque fue clave a la hora de facilitar la formación de sus ejecutivos autonómicos populares en Madrid, Castilla y León, La Rioja o Murcia y el socialista en Andalucía. Aunque aún adolece de figuras reconocibles a nivel territorial, la victoria en las elecciones catalanas puede servir de impulso para ganar peso en el resto de España y pasar de la oposición a la gestión.